Es noticia
La izquierda y la tentación de los falsos atajos
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

La izquierda y la tentación de los falsos atajos

En caso de que Podemos y PSOE se alíen en una moción de censura, ¿qué ventajas tendría semejante aventura? Estaríamos ante un gobierno extremadamente frágil y lleno de contradicciones internas

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el portavoz del PSOE, José Luis Ábalos. (EFE)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el portavoz del PSOE, José Luis Ábalos. (EFE)

“Creo que Pedro Sánchez tiene ahora una tarea enormemente difícil, que es cumplir su palabra y no defraudar a sus militantes. Ojalá no defraude. Si defraudara, eso sería definitivo”.
(16 de junio, Pablo Iglesias en la Cadena SER).

Desde que recuerdo, siempre hubo dos fuerzas resueltas a ejercer como comisarios políticos externos del PSOE, tutelando su actuación y dictándole el camino a seguir (habitualmente en direcciones opuestas): el Grupo Prisa y los comunistas. Con frecuencia, la autonomía política del Partido Socialista y la medida sus aciertos han guardado relación inversa con la permeabilidad de sus dirigentes a esa doble influencia.

Siguiendo la tradición, el líder de Podemos ha tardado muy poco en situarse como intérprete autorizado del espíritu de las primarias del PSOE y vigilante de sus acciones. Como se ve por la cita anterior, ya prepara el terreno para denunciar a Pedro Sánchez por traicionar a sus bases. A Iglesias no le preocupa ni le parece “enormemente difícil” cumplir su propia palabra y no defraudar a sus militantes, pero se desvela por los del partido rival. Naturalmente, él decidirá y proclamará en qué momento se produce ese fraude. Para eso hace desde ahora el enmarcado preventivo.

De momento, ya les ha señalado el rumbo –una segunda moción de censura, con el propio Sánchez como candidato y los independentistas como socios– y hasta la agenda: debe ser antes de Navidad, ha dicho. Es decir, cuando el conflicto catalán esté en todo lo alto.

A Iglesias no le preocupa ni le parece "difícil" cumplir su propia palabra y no defraudar a sus militantes, pero se desvela por los del partido rival

Tras la escena de cama en el hemiciclo entre Iglesias y Ábalos, ha quedado coleando la invitación para montar una operación parlamentaria que desbanque al PP y lo sustituya por un gobierno de la izquierda. Fue habilidad de Iglesias dejar instalado ese debate –al que han acudido como moscas muchos políticos y todos los tertulianos de España– como si de verdad esa fuera una posibilidad cierta y la tarea inaplazable de los próximos meses.

El asunto es relevante en la práctica. Porque si la izquierda decide que su objetivo principal es ocupar ya el Gobierno con este Parlamento, la estrategia es una; pero si, por el contrario, asume que hay que actuar desde la oposición con el horizonte de ganar las próximas elecciones, la estrategia sería completamente distinta. Me llamarán malpensado, pero sospecho que el plan de Iglesias es tener enredados a los socialistas con lo primero mientras él se prepara para lo segundo.

Creo que, en la realidad, no hay caso. Desde que Rajoy consiguió la investidura, esta legislatura está jugada en lo que se refiere a quién gobierna. Mientras el actual Gobierno pueda sostenerse, lo hará. Y si llega un momento en que no puede seguir o vislumbra una amenaza real a su permanencia, disolverá y convocará elecciones. El PP no perderá el gobierno por una maniobra parlamentaria; si se pretende que lo pierda, tendrá que ser por la vía electoral.

Aunque se produjera un quimérico alineamiento astral que diera viabilidad numérica a la operación que sugiere Iglesias, ¿qué ventajas tendría semejante aventura? Estaríamos ante un gobierno extremadamente frágil, atravesado por contradicciones internas insalvables y sometido a una oposición furibunda y desestabilizadora, junto a la acusación de haber usurpado un poder no ganado en las urnas; con una legislatura a medio consumir; con la política económica predeterminada por el gobierno anterior y por Bruselas (presupuestos, techo de gasto, compromiso de déficit); impedido de poner en marcha reformas que requieran consensos o mayorías cualificadas; y con el Senado bloqueado por la mayoría absoluta del PP.

Los populares se sentirían liberados de la purga de la corrupción y pasarían al ataque sin cuartel y sin límites, como ellos saben hacerlo. Todo lo cual conduciría al flamante gobierno alternativo al desorden, a la impotencia y a un más que probable voto de castigo en las elecciones.

La primera actuación trascendente de Sánchez al frente del PSOE será respaldar al Gobierno cuando estalle el conflicto del referéndum en Cataluña

El próximo discurrir de los acontecimientos abrirá otros escenarios. La primera actuación trascendente de Pedro Sánchez en su nueva etapa al frente del PSOE será respaldar al Gobierno cuando estalle el conflicto con la convocatoria ilegal de referéndum en Cataluña. Eso está a la vuelta de la esquina, y el líder socialista sabe muy bien que no tiene otro camino si no quiere suicidarse.

Pablo Iglesias también lo sabe, por eso estos días recuerda sin cesar el compromiso de Sánchez con la idea de la plurinacionalidad, como si conllevara un cambio de fondo en su posición ante el desafío catalán. La imagen inevitable del líder del PSOE encolumnado tras el Gobierno será probablemente el pretexto esperado para presentarlo como perjuro y traidor a la militancia y a la izquierda. Un enorme “ya lo decía yo”, envuelto en el concepto clave del pre-enmarcado: decepción. Pedro, nos has decepcionado y has decepcionado a los tuyos. Con el evidente propósito (según sus propias palabras) de que eso resulte “definitivo”.

Aunque a Sánchez, las prisas por llegar a La Moncloa cuanto antes y de cualquier manera, ya le costaron algún disgusto en el pasado, no creo que ahora se deje embarcar en una moción de censura imposible, que en este caso operaría como su segunda investidura fallida. Tendrá que resolver de otra forma la creciente frustración por no poder hacerse presente en el Parlamento como líder de la oposición.

Cuando se compruebe que el socialista no traga el anzuelo será otro buen momento podemita para escenificar la “decepción” y devolver al PSOE al mundo de la casta y de la triple alianza. Por eso creo que su portavoz circunstancial debió haber sido más recatado en el intercambio de guiños y arrumacos con Iglesias, evitando levantar expectativas de boda que se sabe que no se cumplirán.

La izquierda no ganó las elecciones de junio de 2016. De hecho, el PSOE y Unidos Podemos retrocedieron respecto a las del 20-D. Por eso sería bueno que unos y otros interiorizaran la idea de que el camino de regreso al poder pasa necesariamente por ganar en las urnas. Dejen de buscar falsos atajos, trabajen consistentemente en la oposición mientras la legislatura esté viva, prepárense para unas elecciones en cualquier momento; y, tras recontar votos y escaños, hablaremos del Gobierno. Lo demás es llenarse la cabeza de pájaros.

“Creo que Pedro Sánchez tiene ahora una tarea enormemente difícil, que es cumplir su palabra y no defraudar a sus militantes. Ojalá no defraude. Si defraudara, eso sería definitivo”.
(16 de junio, Pablo Iglesias en la Cadena SER).

Nacionalismo