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Los tipos reales negativos no ayudan, empeoran
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Daniel Lacalle

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Daniel Lacalle

Los tipos reales negativos no ayudan, empeoran

Hace ya años que comentamos que la política de tipos bajos no iba a relanzar la inversión. Y los tipos negativos tampoco lo harán. No son más que un impuesto al ahorro

Foto: Banco Central de Suecia en Estocolmo. (EFE)
Banco Central de Suecia en Estocolmo. (EFE)

“No war and no inflation, no more desperation, you'll see, we can show you better days, much better days” Rick Davies

Mucha gente se pregunta por la política de tipos reales negativos y su efecto en la economía. Este fin de semana he escuchado a muchos inversores que muestran su perplejidad ante la moda de los tipos negativos ante el fracaso de los tipos “cero”. Como no funciona, más.

Si miramos el mundo, según el Wall Street Journal, casi un 23% del PIB global ya sufre alguna forma de tipos negativos.

¿Cómo se protegen las entidades financieras -ojo, públicas o privadas- de un entorno de tipos negativos? Prestando menos.

Los tipos reales negativos buscan penalizar el ahorro y forzar a que los agentes financieros presten más a los agentes económicos, que dejarán de ahorrar ante el coste del mismo y se lanzarán a invertir y gastar. ¿Cuál es el problema? Que no ocurre.

Los tipos reales negativos frenan el crédito a la economía real y a largo plazo, e incentivan la especulación a corto plazo en activos líquidos.

Adicionalmente, cuanto más bajan los tipos se aumentan los riesgos en el sistema financiero al prestar con tipos desconectados de la realidad del riesgo de la empresa o proyecto.

Existen muchos estudios que alertan sobre el error de esta medida. De hecho, la propia Reserva Federal de Nueva York hizo un informe muy interesante llamado “cuidado con lo que pides"y Ken Rogoff alertaba de los costes mayores que los beneficios aquí.

El principal escollo con el que se encuentran los defensores de la medida es la estadística. En las economías donde se ha implementado ha sido históricamente como un “impuesto” ante la entrada de capitales a un país con una moneda muy fuerte que se refugiaban en su economía huyendo de una devaluación (Suiza, Suecia) y las consecuencias fueron evidentes:

  • Aumento drástico de inversión en productos monetarios y defensivos.
  • Imperceptible cambio en la inversión productiva real.
  • Aumento de la volatilidad en mercados financieros.
  • Se ralentiza el desapalancamiento de los sectores sobre-endeudados y obsoletos.
  • Las pensiones y los depósitos, el principal método de ahorro de los ciudadanos, sufren al desplomarse la rentabilidad por debajo del coste de vida y perder valor el dinero.

El inversor puede pensar que es una excelente oportunidad para ganar dinero en bolsa y bonos, pero los resultados tampoco son evidentes, y mucho menos a largo plazo.

Una de las cosas que más sorprenden a los defensores de la represión financiera es que estas medidas lleven a las familias y empresas a tomar más cautela. ¿Por qué no se lanzan a pedir préstamos e invertir? Algunos, como Paul Krugman, ven la represión financiera desde una perspectiva casi de torturador soviético. “Perseverar hasta que los inversores claudiquen”. Pero no ocurre.

No se trata de explicar la mentalidad colectiva, pero si somos medianamente honestos, entenderemos que el ciudadano medio percibe que esa manipulación del precio del dinero es artificial y no cae en la trampa de lanzarse a gastar. Esa percepción no tiene por qué ser la de un experto o un lector de sesudos estudios económicos. Los ciudadanos perciben el nerviosismo de los políticos, no reconcilian los mensajes de optimismo con lo que ven cada día y pierden la confianza. Las empresas, por su parte, entienden que la sobrecapacidad inunda los mercados potenciales y son más cautos, no porque tengan una visión cortoplacista y especulativa de su negocio, sino para preservarlo.

¿Por qué? Porque familias y empresas sí entienden la mala asignación de capital y los costes que conlleva cuando se cae en la trampa. Y como hace muy poco que hemos salido de un susto mortal, cuando se les “empuja” a tomar riesgo, si lo hacen, es solo en productos líquidos y de muy corto plazo. Que ya nos conocemos.

Acusar a empresarios y familias de ser incongruentes por no lanzarse a gastar porque lo decida un comité en un banco central es parte de los errores de los planificadores centrales. Y cuando reaccionan penalizando al ahorrador, este se defiende.

¡Pues ya que los agentes privados no gastan, que lo haga el Estado por nuestro bien! ¿verdad? Sólo hay un problema, el Estado no sólo no tiene mejor información real sobre lo que es un buen proyecto o la situación de la economía que las empresas. Es que tiene el incentivo de gastar en proyectos sin rentabilidad y de baja productividad, porque los sufraga con sus impuestos.

Hace ya años que comentamos que la política de tipos bajos no iba a relanzar la inversión. Y los tipos negativos tampoco lo harán. No son más que un impuesto al ahorro.

“No war and no inflation, no more desperation, you'll see, we can show you better days, much better days” Rick Davies

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