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Breve historia del capitalismo
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Kike Vázquez

Perlas de Kike

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Breve historia del capitalismo

Hace unos 10.000 años se produjo un cambio de enorme importancia para la humanidad: la última edad de hielo se termina y aumenta de manera sustancial

Hace unos 10.000 años se produjo un cambio de enorme importancia para la humanidad: la última edad de hielo se termina y aumenta de manera sustancial la tierra fértil en donde poder cultivar. Así, el hombre pasa de cazar y recolectar, a asentarse en las zonas terrestres más productivas. Abandona el nomadismo, desarrolla de nuevas técnicas como el regadío, el arado, la ganadería e incluso la metalurgia. Esta revolución agraria posibilitó el nacimiento de grandes civilizaciones e imperios a lo largo del mundo, si bien es con la caída de éstos cuando la sociedad actual empieza a tomar forma.

En Europa, tras la caída del Imperio Romano comúnmente señalada en el año 476, la población se siente desprotegida ante las numerosas invasiones bárbaras y la inestabilidad existente, por lo que busca refugio y sustento en el rural. Surge así una emergente nobleza que calma dicha necesidad dando lugar al feudalismo. A cambio de una teórica protección buscan o “aceptan” siervos, quienes deberán ofrecer su capacidad de trabajo en las tierras del señor feudal, o bien cederle la mayor parte de la cosecha. No existen el Estado como órgano de poder formal y la desigualdad está garantizada por ley según el “color de la sangre”.

Los ciclos vienen determinados por la agricultura: grandes aumentos de la natalidad provocan un aumento de la agricultura extensiva, menor productividad, aumento de los precios, hambrunas… hasta que la población vuelve a un número sostenible para la capacidad productiva existente. Y es que no existe inversión en nuevos procesos tecnológicos para cambiar la situación, ya que quien puede invertir no quiere, y quien quiere no puede. Los “avances” se limitan, ya tras el siglo X, a una menor imposición directa sobre la producción… compensada por una mayor imposición indirecta con todo tipo de peajes, tasas y diversas tretas para que la clase alta no pierda su posición. El palo y la zanahoria.

La señal de que este sistema era insostenible vino de la mano de la “Gran Depresión del siglo XIV” o, para algunos, “la crisis del feudalismo”. Los diversos reinos que se crearon poseían unas finanzas gravemente debilitadas por las continuas guerras y por el dispendio realizado en el gasto público, solo el gasto en intereses suponía entre un 50% y un 75% del total recaudado en las grandes ciudades europeas (acreedores que a su vez eran de la clase alta), lo que junto a las hambrunas, las epidemias o la peste negra, provocó un colapso económico y humano secular. Todo ello terminó derivando en la centralización del poder en el Estado, con un sistema fiscal más eficiente, y en una nueva forma de ver las cosas: el mercantilismo.

A partir del siglo XV los nuevos estados centralizados basan sus decisiones en una idea: el crecimiento nacional debe ser a costa de los demás porque la economía es un juego de “suma cero”. Probablemente influenciados por cientos de años de estancamiento, creen que lo que uno gana el otro lo pierde, por lo que trazan una estrategia de intervención en la balanza comercial para alcanzar el mayor superávit comercial posible y así acumular oro y plata, la “verdadera riqueza”. Se establecen subvenciones, aranceles, se fomenta el proteccionismo, el crecimiento poblacional para aumentar la mano de obra y disminuir los salarios ayudando a las empresas exportadoras, y se explotan las colonias en beneficio de la metrópoli.

Si bien, durante todos estos años también se dan pasos adelante que serán claves para entender los posteriores desarrollos. Por ejemplo se fomenta el trasporte nacional e internacional, ya no solo en las tradicionales rutas comerciales del Mediterráneo y del norte de Europa, sino también a nuevas regiones como América o Asia. Se aumenta la urbanización. En algunos lugares se producen importantes cambios en la agricultura que derivan en un excedente que puede ser destinado a consumo. Y surge una nueva clase social artesana y comerciante, en un primer momento satisfaciendo los deseos de la clase alta y en un segundo momento el modesto consumo que estaba emergiendo, dando los primeros pasos en la organización empresarial.

Es aquí cuando se produce uno de los eventos más importantes de la historia de la humanidad: la Revolución Industrial. Este fenómeno surge en Reino Unido y abarca desde la primera mitad del siglo XVIII a principios del XIX, ¿por qué en Reino Unido? Lejos de la casualidad se daban muchos factores para ello, aunque podemos resumirlo en uno, ¡liberalismo! Quizá uno de los factores más determinantes es el agrícola, puesto que Reino Unido junto con parte de la Europa continental, apostó por una agricultura de mercado más intensiva y productiva, lo que favoreció el crecimiento poblacional y el excedente agrario, ambos favorecedores de una mayor demanda. Si bien leyes a favor de los cercamientos fueron polémicas por privatizar terrenos comunales, eclesiásticas y señoriales, a largo plazo dieron sus frutos.

Asimismo la máquina de vapor será fundamental para entender lo ocurrido, ya que convierte al ferrocarril y al barco en transportes rápidos y baratos de mercancías y personas, lo que facilita el comercio interno e internacional (comienza la globalización) así como la urbanización. Además favorece el desarrollo de la minería, puesto que Reino Unido contaba con materia prima abundante, el textil, existiendo ya tradición manufacturera, y la siderurgia. Si bien, quizá el factor diferencial con respecto a otros países fue la mentalidad. Los empresarios y la sociedad tenían una visión positiva de la “asunción de riesgo” y comienza a existir una reinversión de los beneficios para hacer crecer los negocios, por otra parte las instituciones creen en las ideas liberales, la educación, los bajos impuestos y la buena gestión.

Aunque tan importante como la primera es la Segunda Revolución Industrial, surgida entre 1850-1870 y la Primera Guerra Mundial. Aquí los protagonistas son la Europa Continental, países como Alemania, y EEUU, quien a partir de aquí conseguirá superar a Reino Unido y convertirse en la mayor potencia económica del mundo. Se produce una fusión entre la ciencia, la tecnología y la industria para dar paso al aprovechamiento del petróleo y la electricidad, para hacer crecer la industria energética, la comunicación, la del automóvil, la química, la pesada… nombres como Taylor o Ford se hacen conocidos por su “organización científica” y el trabajador asalariado se convierte en la norma, incluso a nivel directivo.

En esta segunda etapa de la Revolución Industrial la intervención del Estado, a veces por obligación a veces por voluntad, se convierte en protagonista. Así, el Estado se ve obligado a hacer algo ante el aumento de la crispación de una nueva clase social urbana y obrera, empezando a realizar unas políticas que desencadenarán en el Estado de Bienestar. Por otra partese favorece el proteccionismo para proteger la industria, y se promueven la colusión y los cárteles especialmente en Europa, puesto que en EEUU se aprueba en 1890 la ley Sherman Antitrust.

El mundo pasó de sufrir un crecimiento casi nulo durante cientos de años a crecer de forma sobresaliente, lo que convierte al capitalismo en el sistema hegemónico y en el único que ha conseguido tal progreso. Aunque a pesar de los avances, se mantiene cierto pensamiento “mercantilista”, lo que progresivamente aumenta las disputas internacionales hasta derivar en la I Guerra Mundial. Desde ahí hasta la II GM, Gran Depresión y fin del patrón oro mediante, el progreso se frena no volviendo hasta los años 50, donde la economía occidental se orienta hacia los servicios y se vuelve a producir nuevamente un período de elevado crecimiento.

A partir de aquí se produce un nuevo auge de las multinacionales, favorecidas tras la crisis del año 1973 por la aplicación de políticas económicas clásicas y posterior globalización financiera. Estamos ante una nueva vuelta de tuerca del desarrollo de la historia mundial: si en los primeros momentos del capitalismo las empresas servían a los intereses de los gobiernos, para conseguir sus objetivos exterior militares o comerciales por ejemplo, ahora parecen ser los gobiernos quienes tratan de ayudar a las empresas para que “triunfen” en el exterior y así beneficiar el “interés nacional”. Cambio de paradigma.

A partir de los años 50, y especialmente en las últimas dos décadas, también se produce el desarrollo del sudeste asiático con enormes crecimientos en Japón, los tigres asiáticos o China. Dichas economías han roto un tabú, retando el status quo de los países occidentales, con un alto ahorro e inversión, orientación a la manufactura y posterior subida en la cadena de valor, y un marco institucional tremendamente favorable, con intervencionismo cuando es necesario y políticas a favor de una balanza comercial positiva. La tecnología y el aprendizaje de los emergentes han propiciado que el tablero ya no sea un país, sino el mundo, lo que beneficia a las empresas con vocación exterior por alternativas para vender y producir.

¿Hacia dónde nos conducirá la presente crisis? Quién sabe, si bien al menos parece que hemos aprendido dos cosas: la tecnología y el conocimiento son los motores del progreso, y la política exterior “mercantilista” es un error. Es cierto que la historia parece demostrar que el proteccionismo se justifica en industrias incipientes, pero también que aplicarlo para defenderse de una crisis solo la agrava como así ha sido reiterado numerosas veces. Por otra parte hemos pasado del feudalismo, al Estado, y ahora emergen organizaciones internacionales, así como grandes bloques como la Eurozona, EEUU o China. La globalización parece requerir mayores jugadores, si bien será un reto que sigamos exigiendo cada vez mayores niveles de democracia y trasparencia para que el capitalismo siga siendo una fuente de progreso que nos aleje del estancamiento feudal. ¿Capitalismo? Sin duda, pero que sea buen capitalismo.

H/T ELT

Hace unos 10.000 años se produjo un cambio de enorme importancia para la humanidad: la última edad de hielo se termina y aumenta de manera sustancial la tierra fértil en donde poder cultivar. Así, el hombre pasa de cazar y recolectar, a asentarse en las zonas terrestres más productivas. Abandona el nomadismo, desarrolla de nuevas técnicas como el regadío, el arado, la ganadería e incluso la metalurgia. Esta revolución agraria posibilitó el nacimiento de grandes civilizaciones e imperios a lo largo del mundo, si bien es con la caída de éstos cuando la sociedad actual empieza a tomar forma.