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Adictos al crecimiento
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Kike Vázquez

Perlas de Kike

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Adictos al crecimiento

La ciencia económica ha mutado su propósito; ha pasado de intentar satisfacer necesidades humanas mediante la gestión de recursos escasos, a preocuparse por algo muy concreto:

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La ciencia económica ha mutado su propósito; ha pasado de intentar satisfacer necesidades humanas mediante la gestión de recursos escasos a preocuparse por algo muy concreto: el crecimiento. ¿Cómo conseguir crecer más? O incluso, ¿cómo conseguir crecer (a secas)? Parece como si el miedo a la ‘japonización’ de la Eurozona volviese a poner sobre la mesa la teoría de que, quizá, las economías, una vez alcanzado cierto grado de madurez, simplemente se estancan y, quizá, solo el exceso de deuda ha podido evitar que nos diésemos cuenta de ello. Endeudamiento y burbujas como ramas que no nos dejan ver el bosque. ¿Será que el verdadero problema son los límites al crecimiento?

La obsesión por el crecimiento no es un capricho ni una conspiración mundial; en realidad, a lo largo del tiempo ha demostrado aportar numerosas ventajas al ser humano, y de ahí nuestra ofuscación con el mismo. Recordemos que en etapas anteriores al capitalismo, donde el crecimiento era prácticamente una entelequia, no solo existía desigualdad, ausencia de movilidad social o de políticas orientadas al bienestar, sino que además las guerras eran constantes. En períodos como la Edad Media o el mercantilismo la única forma de incrementar la riqueza era quitársela a un tercero, el juego imperante era uno de suma cero donde la solución a los problemas y a los deseos de grandeza era el saqueo y la sangre.

El presente no es idílico: vivimos en un mundo donde siguen existiendo la pobreza, el hambre y donde la salud o la educación no son derechos universales. Pero, por otra parte, hemos mejorado nuestra alimentación, nuestra salud, nuestros conocimientos, el desarrollo económico e incluso en los últimos años hemos conseguido reducir la gravedad de los conflictos armados. Habrá quien piense que es lo mínimo admisible después de tantos años transcurridos… Puede, pero incluso esa idea es inherentemente ‘procrecimiento’. En sistemas previos al capitalismo el hombre experimentó revoluciones disruptivas que mejoraron sustancialmente su calidad de vida, la agraria por ejemplo, pero no un desarrollo constante como el actual.

En otras palabras, nadie nos garantiza que en 50 o 100 años vayamos a estar mejor que ahora, eso no siempre fue así. Si esta crisis resultase ser una crisis de fin de modelo, podríamos entrar en una nueva etapa con un nuevo sistema en donde se primasen factores más humanos e incluso que agregadamente dicho sistema resultase mejor que el actual, cierto, pero también podríamos volver a entrar en un juego de suma cero consistente en el ‘sálvese quien pueda’. Por eso vivimos obsesionados con el crecimiento, por eso somos adictos a él, porque crecer es el único objetivo a lo largo de la historia que ha conseguido unirnos y hacernos progresar. No es el objetivo perfecto, pero funciona.

Ojo, que este no es un debate ‘maltusiano’, aquí no hablamos de un límite derivado de la escasez de recursos. No. Aquí hablamos de algo más global, hablamos simplemente del resultado, independientemente de qué motivo cause la ralentización. En mi opinión, el mejor planteamiento hasta la fecha fue el realizado por Jeremy Grantham hace casi tres años, según el cual el bajo aumento de la productividad en las próximas décadas no será suficiente para compensar el declive estructural de población trabajadora que se está empezando a producir en toda la OCDE. Menos efectivos y misma producción por efectivo, igual a menos producción global e igual a ausencia de crecimiento. También existen otras explicaciones interesantes.

Y es que, ¿quién no se ha planteado si el endeudamiento que soportan algunas economías no será excesivo para permitirles crecer? Probablemente la regla del 90% atribuida a Reinhart & Rogoff, por la cual a partir de dicho nivel de endeudamiento público las economías tienden a crecer menos, esté en la actualidad totalmente desprestigiada (y con motivo) pero, quizá si observásemos el endeudamiento total, en lugar del público, viésemos correlaciones significativas a largo plazo en dichas variables. Es difícil establecer reglas ya que siempre existen excepciones, pero en general los países con un nivel de endeudamiento total más elevado tienden a crecer menos a largo plazo. Eso, en un mundo cada día más endeudado, tanto en niveles absolutos como relativos, es una fuente potencial de estancamiento futuro.

El problema de esta segunda teoría es que, aunque es intuitiva, no resulta muy concluyente. Por ejemplo, ¿las economías con menos deuda crecen más por este hecho o por ser emergentes y por tanto estar menos financiarizadas? ¿Las economías endeudadas no crecen por estarlo o se endeudan por no saber cómo crecer? En definitiva, ¿es la deuda el mal o solo un síntoma de la enfermedad? La respuesta no es sencilla, si bien nos quedemos con la teoría de Grantham, con esta o con cualquier otra, llegaremos al mismo punto: existe un potencial problema de estancamiento.

Vamos que el dilema es si Japón fue o no un caso aislado, y si la Eurozona puede sufrir la misma suerte. De ser así, no hablaríamos de un problema localizado, hablaríamos de un fallo en el modelo económico actual que poco a poco se irá haciendo visible a lo largo del globo. No es Grecia, no es el euro, es algo estructural y potencialmente global. Y sé que el actual debate heleno es importante y que a corto plazo puede tener consecuencias inesperadas, pero más allá de la desestabilización momentánea que pudiese desatarse, a largo plazo todo volvería a la normalidad. Si el problema es Grecia, todo volverá a girar; en cambio, si el problema es estructural entonces por un motivo u otro siempre volveremos a caer sin saber por qué. Además, ¿existe un escenario más propicio para el desarrollo de los populismos como el que vivimos que ese?

La buena noticia, y el argumento más usado en contra de la teoría principal de este artículo, es que en los últimos años, lejos de producirse una desaceleración, la producción mundial se está acelerando. En términos medios el mundo crece más hoy que en los años 80 y 90, e incluso si observamos las previsiones de este año, posteriores a la gran crisis, comprobaremos que rondan el 4%. ¿Cómo un mundo que crece al 4% va a estar ‘enfermo’? En realidad viendo este dato da la impresión de que todo vuelve lentamente a la normalidad y que Japón, o la Eurozona, son casos aislados cuyos males son fruto de sus propias carencias.

Ojalá así sea, pero este argumento tampoco es totalmente concluyente. Podemos crecer más, podemos crecer un 4%, pero eso no quiere decir que no estemos inmersos en un proceso de potencial estancamiento. ¿Por qué? ¿Qué ocurriría si ese 4%, al igual que el crecimiento de los últimos años, no fuese debido a una mayor innovación y desarrollo sino a un aumento del endeudamiento? Si la PMD o productividad marginal de la deuda, cantidad de crecimiento que se consigue incrementando la deudaen un punto porcentual, sigue reduciéndose, entonces una pequeña aceleración en el crecimiento global no sería argumentación suficiente, pues no sería sostenible sino fruto del endeudamiento.

Dado que la tendencia en los últimos años de la PMD ha sido imparable hacia abajo, lo que tendría que darse en la actualidad para eliminar dudas es que entrásemos en una fase de crecimiento más saludable, no necesariamente con porcentajes de crecimiento elevados pero sí necesariamente menos dependiente de la deuda. Si esto es así, lo que necesitaría la economía actual son menos políticas de estímulo y más reformas estructurales (entendidas no en su matiz negativo, sino en su matiz amplio, pues no solo de sacrificios vive el hombre y, por ejemplo, la reducción de la corrupción y el aumento de la equidad también entrandentro de esta categoría).

Paradójicamente, es Estados Unidos quien más reforzado ha salido de la crisis, aplicando políticas de estímulo, y es la Eurozona la más rezagada, aplicando un mayor grado de reformas estructurales. Si bien, aunque considero medidas como el quantitative easing totalmente necesarias para evitar el ‘shock’ o daños irreparables, e incluso justificables para reducir los tipos de interés de forma tácita por debajo de cero si es menester, cabe recordar que lo que hacemos cuando aplicamos políticas de estímulo es tratar de que todo siga girando igual que antes, provocando una recuperación más rápida pero también retrasando un cambio de modelo, o una mejora del mismo, si este fuese necesario.

Casualidad o no, es Estados Unidos quien, curiosamente, tiene menos prisa por realizar cambios, pues sus tendencias demográficas y su evolución de la productividad son mucho más favorables que en la mayoría de países desarrollados. Teniendo esto en cuenta, surge inmediatamente una pregunta: ¿la diferente respuesta a la crisis de Estados Unidos o de la Eurozona ha sido ideológica, o quizá es que necesitamos recetas distintas? Me imagino que nadie tiene la verdadera respuesta, pero lo que resulta interesante es que incluso analizando el problema bajo esta perspectiva encajan los hechos con un potencial problema de estancamiento, pues Alemania podría sería ser consciente de la situacióny actuar, por tanto, como lo está haciendo.

Por supuesto también existen motivos para el optimismo.El hombre a lo largo de toda su existencia ha demostrado contar con una capacidad inigualable para adaptarse y, por tanto, no existirán límites mientras la creatividad humana no los tenga. Además, el crecimiento no solo ayuda a alcanzar objetivos loables, también es necesario para no verse atrapados por una deuda que, en valores absolutos, es incapaz de reducirse a nivel global. Solo el crecimiento consigue la aparente sostenibilidad en niveles relativos, y por ende se hará todo lo posible para alcanzarlo. Existe un tercer motivo, y es que la presente crisis está siendo una dura lección que, poco o mucho, pero algo nos ha enseñado sobre cómo no hacer las cosas, luego algo habremosmejorado. Desgraciadamente, a pesar de todo ello, lo que vemos en el mercado de bonos, en el petróleo o en las bolsas de la Eurozona, hace pensar que el mercado no descarta el escenario más pesimista. Esperemos que solo sea el lado depresivo de Mr. Market, que diría Graham. Ojalá.

La ciencia económica ha mutado su propósito; ha pasado de intentar satisfacer necesidades humanas mediante la gestión de recursos escasos a preocuparse por algo muy concreto: el crecimiento. ¿Cómo conseguir crecer más? O incluso, ¿cómo conseguir crecer (a secas)? Parece como si el miedo a la ‘japonización’ de la Eurozona volviese a poner sobre la mesa la teoría de que, quizá, las economías, una vez alcanzado cierto grado de madurez, simplemente se estancan y, quizá, solo el exceso de deuda ha podido evitar que nos diésemos cuenta de ello. Endeudamiento y burbujas como ramas que no nos dejan ver el bosque. ¿Será que el verdadero problema son los límites al crecimiento?

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