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Deuda barata, una bendición peligrosa
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Kike Vázquez

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Deuda barata, una bendición peligrosa

Empresas y gobiernos han aprovechado los bajos tipos de interés para reducir su carga financiera. Sin embargo, no han moderado su endeudamiento, lo que creará problemas cuando suban los tipos

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El ‘modus operandi’ en los últimos años ha sido claro. Empresas y gobiernos han aprovechado la caída de los tipos de interés, beneficiándose así de los excesos de liquidez y de las facilidades crediticias para minorar en lo posible la carga financiera de su deuda.

Este comportamiento ha sido muy ventajoso para quienes han podido aprovecharse de él. Las empresas han obtenido más beneficios, han reestructurado su deuda para establecer sus vencimientos en donde desean, no han sufrido limitaciones para remunerar a sus accionistas… y los gobiernos, por otra parte, han podido estimular a las economías asumiendo miles de millones de nuevo endeudamiento sin ver incrementarse el pago de intereses asociado en la misma proporción.

Véase un caso por todos conocidos. La deuda pública española ha pasado de suponer un 40% del PIB antes de la crisis a rozar el 100%, mientras que el pago de intereses ha pasado de unos 17.000 millones a 33.000 millones de euros en el mismo periodo. En el caso de otros gobiernos con mejor 'rating', e incluso empresas, el efecto es aún más agresivo.

No pensemos solo en una empresa o en un Gobierno, estamos ante un fenómeno global. En el último informe al respecto de McKinsey Global Institute, publicado a principios de año, se calculaba que, desde el año 2007, el mundo había incrementado su endeudamiento desde los 142 billones de dólares hasta los 199 billones, o bien desde un 269% a un 286% del PIB. Hoy el mundo está más endeudado que nunca; tanto en Oriente como en Occidente, sean empresas o gobiernos.

Una aparente bendición, como es disponer de más recursos para afrontar la crisis, puede convertirse en un grave problema a medida que comiencen a subir los tipos de interés, algo que podría ocurrir la semana que viene en Estados Unidos.

Es cierto que en Europa estamos en una etapa más temprana del ciclo económico, por lo que aún queda un largo trayecto de facilidades financieras, y que la Reserva Federal actuará con mucha cautela y lentitud. El entorno no cambiará de un día para otro, pero el simple hecho de dar el paso provocará que comencemos a preocuparnos por nuevos escenarios hasta ahora inimaginables. Especialmente, teniendo en cuenta que el dólar es la principal divisa del mundo, lo que propaga sus efectos globalmente (que se lo pregunten a los emergentes).

De hecho, este año se ha producido un punto de inflexión en los ‘defaults’ de bonos corporativos con 99 eventos crediticios. Puede parecer poco pero se trata del mayor número en una década, solo superado por los ‘trágicos’ 2008 y 2009. Este hecho se explica en gran parte por la evolución de los sectores vinculados a la energía y las materias primas, pero también por la asunción excesiva de riesgos con deudores de baja solvencia.

El propio artículo del 'Financial Times' cita a una analista de S&P cuya conclusión es que US speculative-grade issuers appears fragile and particularly susceptible to any sudden or unanticipated shocks. La misma conclusión a la que llega UBS en este brillante informe.

El mercado de ‘high yield’, deuda con peor calidad crediticia, es hoy mayor que nunca, y dentro de esta, la que más está creciendo es la más especulativa de todas (categoría C). Esto es, compañías con un alto riesgo de crédito y que incluso podrían estar próximas a la suspensión de pagos. Según el informe de UBS, esto podría llevar a una morosidad en estas categorías muy superiores a las vistas en 2007-2008, produciéndose en estos mismos momentos el punto de inflexión.

Vamos, que el actual ‘modus operandi’ no solo ha permitido a gobiernos y compañías solventes rebajar su carga financiera, o aumentar su endeudamiento en una proporción muy superior a esta. Lo más inquietante es que ha rebajado los estándares crediticios permitiendo a empresas y gobiernos poco responsables financiarse irresponsablemente.

Eso sin mencionar la problemática particular de las economías emergentes, en donde su deuda corporativa, como ya vimos en su momento, se encuentra disparada y en muchos casos referenciada en dólares. Algo que vuelve a tratar el BIS en su último informe trimestral, alertando de que las firmas más expuestas a la financiación exterior pueden verse enormemente perjudicadas con la subida de tipos de la Reserva Federal.

Eso sin contar el riesgo existente en la propia divisa. Véase el caso de China, en donde se calcula que el 45% de la deuda emitida actualmente tiene como finalidad hacer frente al pago de intereses, y no a la inversión o simplemente a la cancelación de principal para mejorar la capacidad de pago. Y la desaceleración de China parece todo menos algo coyuntural, por lo que difícilmente veremos una mejora de la solvencia en el futuro. No hablamos por tanto del dólar, se trata de que si los tipos suben se llevarán por delante a muchas empresas, en una divisa u otra, aquí y en la China Popular.

Nada nuevo, salvo el hecho de unir los puntos y comprobar que no se trata de emergentes o economías desarrolladas, que no se trata de gobiernos o empresas, sino que globalmente la bendición de los bajos tipos de interés se puede haber convertido en una maldición. La deuda ha crecido, como también lo ha hecho la irresponsabilidad en numerosos mercados, lo que, o bien provocará dolor… o bien hará que no volvamos a ver los tipos de interés en niveles normalizados por mucho tiempo.

El ‘modus operandi’ en los últimos años ha sido claro. Empresas y gobiernos han aprovechado la caída de los tipos de interés, beneficiándose así de los excesos de liquidez y de las facilidades crediticias para minorar en lo posible la carga financiera de su deuda.

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