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El fin del trabajo del siglo XX
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Kike Vázquez

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El fin del trabajo del siglo XX

La Cuarta Revolución Industrial provocará un desarrollo sin precedentes, pero también deberemos de pagar un precio por ello, especialmente en el mercado laboral

Foto: Una mujer se dirige a un robot en un stand de información. (Reuters)
Una mujer se dirige a un robot en un stand de información. (Reuters)

¿Qué quieres ser de mayor? Esta inocente pregunta puede convertirse en un auténtico galimatías para los niños de hoy en día. Y es que si en el último siglo los puestos de trabajo han evolucionado de una manera que podríamos describir como lineal, en los próximos años comenzarán a desaparecer empleos ‘de toda la vida’ y a aparecer otros actualmente inexistentes, provocando un cambio disruptivo. El mercado de trabajo mutará en algo nuevo, gracias a lo que ya se empieza a llamar Cuarta Revolución Industrial. Será, sin duda, una gran oportunidad, pero también tendrá efectos negativos. Algunos ya los estamos sufriendo.

¿Es el desempleo fruto de la coyuntura o quizá se debe a que la mano de obra comienza a ser prescindible? Si la opción correcta es la primera entonces la economía mundial volverá a girar y todo seguirá como siempre. Por la contra, si es la segunda, entonces el desempleo será cada vez más acuciante, fruto del desarrollo tecnológico y de las menores necesidades de inversión en mano de obra. De ser así el capital y la inversión en tecnología sustituirán paulatinamente al trabajador.

Seguramente al reflexionar sobre esta idea echemos la vista atrás y lo comparemos con el efecto provocado por anteriores revoluciones industriales. Como dijo Henry Ford: “Si le hubiera preguntado a la gente qué querían, me habrían dicho que un caballo más rápido” La gente no deseaba coches, de hecho las fábricas recibieron fuertes críticas en su momento por ‘alienantes’ (entre otras), y hoy, sin embargo, nadie duda de lo positivas que fueron para el desarrollo. Del mismo modo, ahora la tecnología también acabará trayendo más prosperidad, otra cosa es el precio que tendremos que pagar por ello.

Un estudio realizado por Frey y Osborne afirma que el 47% de los trabajadores serán totalmente prescindibles en diez o veinte años en EEUU

Comencemos con las cifras. Según McKinsey el 45% de las tareas que realizan ahora mismo los trabajadores en EEUU podrían ser automatizadas si se desease. Claro que tareas no es lo mismo que trabajadores, porque quizá los trabajadores realicen tareas prescindibles, pero también sepan realizar otras que no lo son y, por tanto, su puesto de trabajo no pueda ser automatizado totalmente, solo de forma parcial.

Por ello es interesante otro estudio realizado por Frey y Osborne, donde se afirma que el 47% de los trabajadores serán totalmente prescindibles en diez o veinte años en EEUU. Ya no hablamos solo de manufactura, cualquier actividad que no necesite inteligencia emocional, inteligencia creativa o lidiar con entornos ‘no lógicos’, será reemplazable. En otras palabras, esta revolución no afectará solo a las tareas con menor valor añadido, sino también, de alguna forma, a casi todos.

Por supuesto no se trata de un fenómeno ajeno a nuestro país. CaixaBank Research, basándose en los datos del estudio anterior, publicó recientemente que en España el 43% de los trabajadores serán sustituibles a medio plazo. Y, repito, no pensemos simplemente en las típicas tareas repetitivas, porque si algo caracteriza a la actual revolución industrial es la mayor inteligencia de las máquinas. De ahí que se calcule, por ejemplo, que un contable tenga un riesgo del 97% de verse afectado por la automatización (o del 43% y 46% en el caso de economistas y analistas financieros respectivamente). Trabajos que en el siglo XX fueron lo mejor, se verán ahora superados.

Que se destruyan puestos con un teórico valor añadido no es el único problema. Al fin y al cabo si la mitad de los puestos de trabajo desaparecen pero se crean otros nuevos mejor retribuidos, tras un pequeño shock estaríamos mejor que al principio. De hecho eso ha ocurrido en otras revoluciones industriales. El gran problema esta vez es que es posible que el trabajo nuevo generado por la revolución industrial no sea suficiente para compensar el destruido.

Cada vez se necesita menos personal para atender las mismas necesidades; la industria generada será intensiva en capital pero no en mano de obra; al existir robots cada vez más inteligentes los nuevos puestos de valor también podrán ser ocupados por máquinas. El Foro de Davos, por ejemplo, calcula que hasta 2020 se perderán 7,1 millones de empleos en los países analizados y que solo se generarán 2 millones. Por ello, el efecto neto exclusivamente hablando del mercado de trabajo, parece negativo.

Y lo que es peor, es posible que agregadamente los salarios tampoco sean mayores. ¿Por qué? Porque si bien el empleo generado en el futuro será mucho más productivo que el actual, y por tanto merecedor de una mayor retribución salarial, a nivel conjunto de la sociedad la mayor retribución de unos no se verá compensada con el menor empleo de otros. Algo que no es ni más ni menos que lo que ya ocurre hoy en día: el PIB muestra progresivamente una menor proporción de ingresos por las rentas del trabajo en relación a las del capital. No parece que eso vaya a cambiar en una revolución tecnológica.

La robotización tiene ingredientes para mejorar nuestras vidas pero también para provocar shocks laborales para los que no nos hemos preparado

No estamos ante algo que vaya a pasar de un día para otro, pero sí ante algo que cada día se notará un poco más. De hecho, si tenemos una visión a largo plazo, seguramente nos hagamos una pregunta: ¿qué pasará cuando los robots sean más inteligentes que nosotros? Si por algo se distingue la Cuarta Revolución Industrial es por el uso de una robótica avanzada y por el desarrollo de la inteligencia artificial. Esto es, las máquinas dejarán de ser programas que hacen exclusivamente lo que nosotros les decimos, para aprender por si solas. Llegará así un día, que la industria suele situar sobre el 2050 (aunque nadie tiene ni idea), en donde las máquinas nos superarán intelectualmente.

Eso supondría el fin definitivo del trabajo, porque un robot podría hacer todo lo que nosotros hacemos. De hecho hay quien se plantea la parte negativa, ¿y si se rebelan contra nosotros? ¿y si se desarrollan armas con esta tecnología y caen en manos terroristas? Más allá de posibles escenarios futuristas, lo que es un hecho en el presente es que la robotización irá indudablemente a más, en todos los sentidos. Una tendencia que tiene todos los ingredientes para mejorar nuestras vidas, pero también para provocar efectos económicos y shocks laborales para los que, hasta el día de hoy, no nos hemos preparado.

Es posible que estemos tratando de solucionar una crisis coyuntural, y que en realidad nos enfrentemos a un conjunto de shocks estructurales sin soluciones obvias. La decadencia del trabajo, bien por un menor volumen o bien por una menor retribución, parece unos de esos galimatías que deberemos resolver. Al igual que el que se verán obligados a solventar las generaciones más jóvenes: ¿Qué quieres ser de mayor? Quién sabe, y es que los niños del presente ya no se podrán ver reflejados en el trabajo de sus padres. Eso nos llevará a un desarrollo y bienestar sin precedentes, pero también a la muerte del trabajo del siglo XX. Y cuanto antes nos demos cuenta, mejor nos irá.

¿Qué quieres ser de mayor? Esta inocente pregunta puede convertirse en un auténtico galimatías para los niños de hoy en día. Y es que si en el último siglo los puestos de trabajo han evolucionado de una manera que podríamos describir como lineal, en los próximos años comenzarán a desaparecer empleos ‘de toda la vida’ y a aparecer otros actualmente inexistentes, provocando un cambio disruptivo. El mercado de trabajo mutará en algo nuevo, gracias a lo que ya se empieza a llamar Cuarta Revolución Industrial. Será, sin duda, una gran oportunidad, pero también tendrá efectos negativos. Algunos ya los estamos sufriendo.

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