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Por qué invierto con el tiempo a favor
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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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Por qué invierto con el tiempo a favor

Como los períodos de inversión necesarios son tan largos se crean mercados de inversiones para que los ahorradores puedan vender cuando consideren

Foto: Bolsa de Madrid (Efe)
Bolsa de Madrid (Efe)

Invertir es entregar a alguien un dinero que no se va a destinar al consumo de manera inmediata a cambio de un rendimiento definido o una participación en el beneficio de un proyecto. Salvo cuando se presta a administraciones públicas (deuda pública y activos similares), el dinero llega de forma directa o indirecta a las empresas como capital o como deuda.

Las compañías utilizan ese dinero para poder llevar a cabo una actividad económica (contratar empleados, pagar proveedores, pagar alquileres, compra de materias primas, etc) y cuando obtienen ingresos por la venta de sus bienes o servicios destinan una parte de los mismos a retribuir y devolver el dinero recibido.

La variable tiempo es fundamental para entender el proceso. El ahorrador querrá darle al dinero otra utilización en el futuro y la empresa no lo pide para atesorarlo sino para sacarle provecho aunque tenga que devolver a los inversores más de lo recibido.

El período de tiempo que necesitan las empresas para obtener los ingresos necesarios para retribuir el capital recibido es largo. No se mide ni en horas, ni en días, ni en semanas, sino en años. Extraño es el caso en el que las empresas pueden generar los recursos suficientes en meses.

Como los períodos de inversión necesarios son tan largos se crean mercados de inversiones (bolsas y otros mercados de capitales) para que los ahorradores puedan vender (desinvertir) cuando consideren. El inversor que compra (invierte) los activos del vendedor le releva como titular de los derechos económicos frente a las sociedades.

Por lo tanto, aunque los proyectos empresariales son a muy largo plazo por naturaleza, los mercados permiten que los inversores puedan invertir por tiempos mucho más reducidos.

Aunque los proyectos empresariales son a muy largo plazo por naturaleza, los mercados permiten que los inversores puedan invertir por tiempos más reducidos

En consecuencia, aunque se pueda invertir a corto no hay que olvidarse de la dimensión temporal de las inversiones. Aunque la volatilidad de las cotizaciones haga que se puedan generar elevadas plusvalías o minusvalías rápidamente, hay que tener en cuenta que es a largo plazo cuando la inversión es útil para la empresa y cuando los inversores son satisfactoriamente recompensados.

En este sentido, es sorprendente ver cómo hay tantos participantes en los mercados (por no llamarlos inversores) que realizan compraventas en el muy corto plazo justificadas con argumentos que nada o poco tienen que ver con la evolución del negocio de las empresas. En esos vaivenes muchos ganan dinero y muchos otros pierden. Hay quienes siguen estrategias en las que el tiempo va en su contra porque cuesta dinero (posiciones cortas, compra de opciones, etc) y quienes tienen el sueño de hacerse ricos apostando en los mercados como si fueran casinos. Es complicado encontrarse con alguien que pueda demostrar que ha obtenido buenas rentabilidades de manera sostenida en el tiempo con este tipo de operaciones.

Sin embargo, es mucho más sencillo encontrar inversores que hayan obtenido excelentes resultados durante años siguiendo estrategias de inversión basadas en el análisis a largo plazo. No por casualidad, sino porque como he explicado es la aproximación más coherente con la naturaleza de las inversiones. Adquiere diversos nombres: fundamental, inversión en valor (value investing), inversión en crecimiento, slow finance, etc Si algo tienen en común estos estilos de inversión es que para ellos el paso del tiempo es bueno porque persiguen generar resultados por el camino, no de golpe.

Invertir es entregar a alguien un dinero que no se va a destinar al consumo de manera inmediata a cambio de un rendimiento definido o una participación en el beneficio de un proyecto. Salvo cuando se presta a administraciones públicas (deuda pública y activos similares), el dinero llega de forma directa o indirecta a las empresas como capital o como deuda.

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