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Cómo afectará el resultado electoral a la bolsa y al desarrollo económico
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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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Cómo afectará el resultado electoral a la bolsa y al desarrollo económico

El aumento de partidos con representación política relevante va a provocar un incremento de la competencia para atraer afiliados y votantes.

Foto: La bolsa española (EFE)
La bolsa española (EFE)

A la bolsa

Los inversores buscarán respuestas en el reparto de escaños de este domingo. Lo importante es tratar de prever qué tipo de políticas económicas se van a implantar en España en los próximos cuatro años. Probablemente de las urnas no salga un gobierno o coalición de gobierno evidente, por lo que habrá que esperar a las negociaciones y los pactos.

En cualquier caso, el reparto de escaños debe aclararnos qué tipos de coaliciones pueden darse, quien las debería liderar y por consiguiente, qué políticas económicas podemos esperar de ellas.

En mi opinión, los mercados reaccionarían muy bien a una coalición de gobierno formada por partidos moderados y muy mal a una coalición liderada por un partido extremista, aunque sea apoyada por partidos moderados.

Al desarrollo económico

Para analizar esto hay que levantar la vista más allá de una o dos legislaturas. El desarrollo económico depende de la confianza, y ésta de la calidad de las instituciones. Veamos como mejoran o empeoran tras las elecciones.

Independientemente de si el resultado es más favorable para los unos o para los otros, lo que está claro es que ningún partido podrá gobernar en solitario y la mayoría del parlamento estará en manos de varios partidos moderados. Por otro lado, debemos tener en cuenta que quien gane hoy puede perder en las próximas y viceversa.

En esta situación, las medidas que quieran implantar unos necesitarán el visto bueno de otros, que serán sus adversarios políticos en futuras elecciones. Por lo tanto se llegará a menos acuerdos que en otras legislaturas, pero las medidas que salgan del parlamento gozarán de un mayor consenso. Los beneficiados serán los ciudadanos.

En mi opinión, el cambio más importante para el desarrollo económico se producirá después de las elecciones. Una vez terminado el año y medio que llevamos en campaña electoral (desde las autonómicas de 2015) los partidos políticos deben tener sus congresos para decidir cómo y quienes los van a dirigir en el futuro.

El aumento de partidos con representación política relevante va a provocar un incremento de la competencia para atraer afiliados y votantes. Como en cualquier sector económico, la competencia es muy beneficiosa para la sociedad.

Hasta hace poco tiempo teníamos un bipartidismo sin democracia interna en el que ni quienes llegaban a la política ni los votantes podían elegir. Los votantes estaban obligados a votar a los mismos aunque lo hubiesen hecho mal, hayan mentido o hayan sido corruptos. La alternativa era votar al otro partido, que tenía una ideología muy diferente.

Por otro lado, un ciudadano con ideas determinadas que quería entrar en política estaba obligado a afiliarse al partido que más se acercase a su ideología. No podía elegir. Además, el sistema de ascenso no depende de sus ideas o propuestas, sino de los apoyos o avales que vaya ganando en las luchas de poder internas. En conclusión, tanto ciudadanos como políticos eran prisioneros de sus partidos. Se sentían obligados a apoyarlos sin poder hacer nada para cambiarlos.

La existencia de políticos y ciudadanos descontentos con las opciones existentes es lo que ha provocado que otras fuerzas políticas hayan superado la barrera de entrada que supone la ley D´Hont y se hayan convertido en alternativas. Esos partidos no son en principio ni mejores no peores, pero su existencia previsiblemente hará mejorar a todos debido a la competencia. Actualmente muchos más ciudadanos simpatizan al menos con dos opciones políticas con representación.

Crecerán más los partidos que más derechos ofrezcan a sus afiliados y votantes. Por ello, instaurarán sistemas de gobierno inclusivos que atraigan buenos políticos y el mayor número de votantes posible. Sean los partidos actuales u otros nuevos que puedan surgir si los actuales defraudan, lo importante es que tarde o temprano llegaremos a un sistema de primarias directas, obligatorias y campañas electorales abiertas que desplacen el control desde las ejecutivas a los afiliados y votantes. Esto no es ciencia ficción, es lo que tienen otros países con mayor desarrollo económico y experiencia democrática. Por otro lado, es lo que llevan años pidiendo ONGs como Transparencia Internacional por todo el mundo. Una vez conseguido esto, es probable que volvamos a un modelo bipartidista pero los partidos ya no serán de sus dirigentes, sino de sus votantes.

El riesgo de este previsible avance democrático es que los políticos se rebelen al mandato de los ciudadanos (pactar entre ellos) y no lleguen a ponerse de acuerdo. Que prefieran seguir convocando elecciones hasta que puedan gobernar con mayoría suficiente o se queden en la oposición.

Cuando era niño mi padre resolvía de una manera muy sensata las disputas entre hermanos. Él nos decía “dos no discuten si uno no quiere” y nos castigaba a todos solo por el hecho de discutir o no compartir algo. La consecuencia fue que aprendimos nosotros mismos a buscar soluciones a nuestras diferencias.

Lo mismo puede aplicarse en este caso. “Dos no pactan si uno no quiere” y quienes deciden si hay pacto o no son los líderes de los partidos. La solución, en mi opinión, pasa por responsabilizarles. Si no hay acuerdo deberían perder todos los máximos dirigentes. En el caso de tener que convocar unas nuevas elecciones, sería positivo exigir a los partidos con más de un número determinado de representantes que prensenten un nuevo candidato a la presidencia del gobierno. Esa norma facilitaría los pactos.

En conclusión, salvo que vayamos a unas terceras elecciones, seguiremos mejorando las instituciones y por lo tanto favoreciendo el desarrollo económico. Con el parlamento que salga hoy de las urnas, las nuevas leyes que se aprueben deberán contar con un amplio respaldo de partidos y cualquier reforma de la Constitución necesitaría apoyos de fuerzas tan heterogéneas que implicaría tener un consenso casi unánime.

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