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Lo cortés no quita lo valiente
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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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Lo cortés no quita lo valiente

He criticado mucho a los políticos europeos. No me arrepiento. Se lo han merecido. Y con creces. Su forma inicial de enfrentarse a la crisis, con

He criticado mucho a los políticos europeos. No me arrepiento. Se lo han merecido. Y con creces. Su forma inicial de enfrentarse a la crisis, con la típica reacción de político de no hacer nada y echarle la culpa a otro (en este caso a sus acreedores, a ese mercado al que tan alegremente habían pedido dinero prestado previamente) ha tenido terribles consecuencias para los ciudadanos y las pagaremos durante muchos años.

Pero lo cortés no quita lo valiente y justo es reconocer que, aunque entender el funcionamiento de los mercados les haya costado tres años en lugar de “un par de tardes”, lo cierto es que van aprendiendo. Para empezar, sus acreedores –los mercados– ya no son malvados especuladores. Los políticos se han dado cuenta de que detrás de ese fondo de inversión o de pensiones que vende su deuda española porque el gestor está asustado lo que hay son jubilados y ahorradores que exigen a su gestor rentabilidad y seguridad. Al acreedor hay que darle esa tranquilidad, no insultarlo. ¿O era culpa de ellos que alcanzáramos un 8% de déficit? ¿O que las finanzas griegas fueran un desastre? Pues esto parece que lo han aprendido. Y para mejorar nota, ahora la Europa del euro emplea más tiempo en analizar y corregir sus errores. Se han dado cuenta de que tienen que tener un supervisor bancario serio y plenipotenciario que evite que jamás se repita un caso como el de las cajas de ahorros españolas, por poner un ejemplo. Y el BCE puede hacer muy bien ese papel.

También se han percatado de que el BCE no puede avalar ilimitadamente a los países si no tiene garantías de que no dedicarán el dinero a mantener vivas cajas de ahorros zombis o hacer aeropuertos en medio de la nada con solo un vuelo diario. En otras palabras: para que el BCE avale ilimitadamente la deuda de los países con problemas, estos –y todo los demás, a ser posible– tienen que estar dispuestos a que haya un control presupuestario paneuropeo que supervise la elaboración y ejecución de su presupuesto. No más déficits del 8%. Esta supervisión presupuestaria es una condición absolutamente fundamental y podría representar, junto con la supervisión bancaria, el principio del fin de la crisis. La confianza de un acreedor asustado se recupera presentando un avalista potente, y el BCE es perfecto para ese papel si se le dan las garantías suficientes.

También han entendido nuestros políticos que tanto al acreedor como al avalista les tranquiliza la existencia de un plan de viabilidad. Estoy totalmente en contra de que todo el peso de las reformas lo sufran los ciudadanos y no se reparta con el Estado, como es el caso en España, porque, además de injusta, esta forma de hacer las cosas tiene efectos secundarios muy perniciosos para la economía: empobrecimiento generalizado de la población, pérdida de logros sociales, drástica disminución de la capacidad de consumo de las clases medias y medias/altas (verdaderos motores del consumo), huida de las rentas altas hacia zonas donde los impuestos no sean confiscatorios, etc., etc. Siempre digo que antes que cerrar un hospital habría que cerrar el Senado. O antes que pensar en subir un impuesto habría que poner a la venta algún palacete de esos donde anidan los famosos “cargos de confianza”. Pero, dicho esto, las reformas de la estructura económica del país son inevitables si queremos presentar un proyecto viable. Y, hay que decirlo: en ello están (los políticos) aunque hayan decidido que solo las paguen los ciudadanos, claro.

Que los políticos europeos estén tomando el camino correcto tiene consecuencias importantísimas para los inversores. Y ya se está notando. Comenté hace tiempo en este mismo medio que un primer paso era eliminar las coberturas que recomendé establecer en las carteras cuando arreciaban los problemas. Esas coberturas eran fondos inversos, fondos de volatilidad, etc. Fueron muy útiles hasta antes del verano, pero las coberturas son como el paraguas: se cierra si deja de llover y se deja en casa si sale el sol. Grave error han tenido quienes no recomendaron a sus clientes cerrar ese paraguas a la vuelta del verano.

He criticado mucho a los políticos europeos. No me arrepiento. Se lo han merecido. Y con creces. Su forma inicial de enfrentarse a la crisis, con la típica reacción de político de no hacer nada y echarle la culpa a otro (en este caso a sus acreedores, a ese mercado al que tan alegremente habían pedido dinero prestado previamente) ha tenido terribles consecuencias para los ciudadanos y las pagaremos durante muchos años.