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A los mercados les va a salir un curioso competidor: ¡los bancos!
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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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A los mercados les va a salir un curioso competidor: ¡los bancos!

De nada va a servir que el BCE inunde a los bancos de dinero si el Estado sigue sin tomarse en serio que tiene que gastar menos y ser mucho más eficiente

Quién lo iba a decir. Que si los bancos no prestan, que si no fluye el crédito, que la abuela fuma... Para empezar, siempre me ha parecido injusto echarles a los bancos toda la culpa de que no haya crédito. Y quién siga este blog - o mi carrera como asesor en la que una de las cosas que más he valorado es la independencia - sabe que no soy precisamente un gran defensor de como se hace banca en España.

Pero seamos honestos. Un banco no puede dar un crédito si:

  • No se lo piden
  • No ve una economía que anime a dar crédito.
  • Piensa que no se lo van a devolver.
  • No ven la viabilidad del negocio para el que les pide el crédito (consecuencia muchas veces de una economía estancada)

Las dos primeras cuestiones no dependen de la banca. No son quienes dirigen la política económica del país. Los políticos son especialistas en echarle la culpa a otro, pero si en un país no hay demanda de crédito es, en muchos casos, porque la economía va mal. O se pide como huida hacia delante, cuestión que no anima a los bancos a conceder el crédito.

Es muy sencillo. ¿Para qué va a pedir un empresario un crédito para ampliar su negocio si la demanda es cada vez más baja? ¿Porque abrir un nuevo restaurante si el que ya tienes sólo se llena los sábados, y eso con suerte? ¿Y porque van a estar los bancos deseando dar créditos habiendo una tasa de morosidad de más del 13% - la más alta de la historia - y que de momento no acaba de bajar?

Es cierto, como decía mi abuelo, que los bancos te ofrecen un paraguas cuando hace sol y te lo niegan cuando llueve, pero también están en su derecho de no querer perder el paraguas. La única forma de que los bancos se animen a dar crédito es que se anime la economía. Y una economía como la española, que es demanda interna en un 80%, no se anima si los españoles no tienen dinero para gastar.

Pero no es mi intención meterme con el Gobierno, sino adelantar una buena noticia: creo firmemente que, por fin, va a haber más crédito bancario para las empresas y, sobre todo, barato. Y no por nada que haya hecho el Gobierno. A quién van a tener que agradecérselo es al BCE. Y todo ello va a tener consecuencias importantes no sólo en la economía real, sino también para los inversores.

Hace relativamente poco, si usted, presidente de un banco, tenía que pedir o captar dinero para dar créditos, o no se lo daban, o le costaba una pasta. Pagaba el pasivo de los clientes al 3%, así que o prestaba el dinero a tipos estratosféricos o aceptaba un margen muy estrecho para una operación de alto riesgo (desde Zapatero hasta hace bien poco dar un crédito en España era una operación de alto riesgo).

Y no quiero decirles si pedía dinero en el interbancario. ¿Qué quiere qué? ¿Dinero? ¿Y dice usted que es español? ¿Los de la Champions League? Ande, ande, vuélvase a España y disfrute del sol. Eso si salía al extranjero. Entre bancos españoles, que conocen bien los marrones de la competencia – ¡y con los bancocajas (*) por en medio! -, las risas llegaban a kilómetros.

(*) Caja de ahorros a la que se le inyecta dinero del contribuyente, se le cambia de nombre, se la llama banco, se le da una mano de pintura y ya es un ‘banco’.

Y qué decir de los empresarios. Tengo amigos con negocios sólidos que han sido muy conservadores en su endeudamiento y, en consecuencia, son de los pocos que reciben llamadas de bancos ofreciéndoles un paraguas. Y mis amigos dicen “¿y para qué quiero un paraguas si no voy a salir? Si mi negocio sigue en pie es porque he sido hormiga en lugar de cigarra.

Tengo buenas reservas para aguantar el tirón, pero vender, lo que se dice vender, vendo menos que antes ¿para qué voy a ampliar el negocio? Esperaré a que haya colas en la tienda”

Pero lo bueno de la economía es que es cíclica – excepto en Japón – y no hay mal que cien años dure. Así que probablemente vamos a asistir a un curioso cambio de ciclo.

Imagínese que a usted, presidente de un banco acostumbrado a lo anterior, viene el BCE y le dice que tiene a su disposición 400.000 millones de euros en créditos blandos a un tipo de interés de, digamos, el 0,30%. La única condición que le ponen es que ese dinero vaya a créditos, sea a particulares o a empresas.

Si usted es banquero y lo lleva en su ADN sabe perfectamente que una parte importante de su negocio es tomar dinero y prestarlo obteniendo un margen (la otra es colocar de todo a todo el mundo, pero esa es otra historia). Y piensa: “es cierto, hay empresas buenas a las que no puedo dar dinero porque las exigencias actuales de los supervisores y de mi propio departamento de riesgos son brutales, pero el dinero del BCE está tirado y, además, el margen es magnífico”.

Así que te vas a la parte media de la cadena alimenticia, analizas esas empresas que tienen buenos negocios y balances razonablemente sólidos pero que ahora mismo o no pueden acceder al crédito o se lo dan grupos de inversores particulares (ver “Prestamistas en la sombra”).

Por tu experiencia sabes que esas empresas, pagar, pagan (aunque no lleguen al listón actual), sobre todo si se anima la economía. Entonces les llamas – bueno, llama el director de la sucursal – y les dice: “buenos días Mengano: hoy es tu día de suerte ¿te acuerdas de lo que me reía cuando me pedias dinero? Pues hoy me he levantado generoso y te voy a dar una alegría: una línea de crédito al 3%.

Un auténtico chollo (la última vez que Mengano acudió al mercado de bonos, hace un par de años, le cascaron un 8% de interés). ¿Ves como al final tu banco siempre está a tu lado”? (Lo que no le cuenta, lógicamente, el directivo es que ese dinero a él le cuesta un 0,30% y se lo da el BCE)

Si empezamos a escuchar conversaciones de este tipo, las implicaciones para los inversores son muy importantes – que tienen que adelantarse si quieren ganar en los mercados -, no sólo para la economía real.

Hasta ahora, la única salida para muchas empresas españolas que tenían problemas para acceder al crédito era emitir bonos. Y eso las pocas que podían acceder al mercado de bonos corporativos, como se conoce técnicamente. Y las que lo tenían era sólo si aceptaban ser consideradas basura, es decir, sus bonos se calificaban como bono basura y, en consecuencia, tenían que pagar tipos altísimos. De ahí la denominación anglosajona para este tipo de bonos: high yield (alto rendimiento). Y no diré nombres, pero hablamos de empresas conocidas, cotizadas en bolsa, etc.

Empresas con cuentas de resultados en positivo – aunque fuera poco - y balances relativamente saneados, pero que tenían la desgracia de no estar en el sector adecuado, o haber sufrido más que otras los efectos de la crisis, o simplemente que el banco no podía dar más crédito so pena de sobrepasar alguno de los ratios de solvencia y límites de crédito que tanto sufren ahora (que pena que el Gobierno anterior no hubiera hecho eso antes: nos habríamos ahorrado más de la mitad de la burbuja inmobiliaria)

¿Y por qué afecta esto a los inversores? Porque muchos fondos de renta fija – los más vendidos de siempre en España, sean normales, sea garantizados o con rentabilidad objetivo – tienen renta fija corporativa en cartera. Y esto es la ley de la oferta y la demanda. Hasta ahora, el dinero disponible para crédito corporativo en los bancos era el que era y los mercados apretaban si una empresa no podía acceder a dicho crédito.

Pero hete aquí que por fin el Bundesbank ha dejado a Draghi ponerse el traje de Supermario en los baños del BCE y anuncia créditos blandos – créditos a tipo de interés muy reducido – para los bancos, a condición de que lo dediquen a dar créditos. Inicialmente 400.000 millones de euros, pero en su última conferencia de prensa ya adelantó que estaba dispuesto a llegar al billón entre ahora y 2015.

Un billón de euros. Un millón de millones de euros. Eso es mucha pasta. Y como el nivel de inflación es bajísimo y muy posiblemente acabe siendo negativo, presto a una empresa al 4% y esa rentabilidad es neta porque no hay inflación. O incluso la rentabilidad real es superior al 4% en caso de que entremos en deflación - ver “Teoría de la rentabilidad (financiera)” -. Y todo en un momento en el que la economía empieza a mejorar, lo que reduce gradualmente el riesgo de impago. Y el presidente del banco dice: “miren muy bien a quien se lo dan, pero ha llegado la hora de prestar”.

Esto ya ocurre en el hipotecario: los bancos empiezan a rifarse a personas con una buena nómina, un contrato fijo y un buen historial crediticio. No va a ser lo mismo a nivel empresarial, por supuesto, pero las cosas van cambiar.

La cotización de los bonos corporativos, a los que ya les quedaba muy poco margen de revalorización – cero en los Estados Unidos; poco en Europa – podría tener margen de subida en aquellas emisiones de empresas a las que los bancos llamen a la puerta a ofrecerles un paraguas. El trabajo de análisis y selección va a ser muy importante, porque no van a ofrecérselo a todas, por supuesto.

En el momento en el que una empresa puede elegir entre dos proveedores está en condiciones de negociar. Las empresas que tengan acceso tanto al mercado de bonos como al crédito bancario van a ver reducido su coste de financiación – los intereses que pagan por sus deudas – y eso es muy bueno para su cuenta de resultados. Incluso pueden – como ha ocurrido de forma masiva en los Estados Unidos – refinanciar su deuda (cambiar créditos caros por créditos baratos), lo que mejora su situación financiera. Eso a su vez genera revisiones positivas de su calificación crediticia (el famoso rating). Y el resultado es una mejor valoración de sus bonos y, muy probablemente, de sus acciones.

La zona objetivo para el inversor está la parte baja de la cadena alimenticia del crédito corporativo, lo que técnicamente se sitúa entre la parte baja del Investment Grade y el High Yield.

Otra forma de entender cómo puede ser este proceso -aunque no va a ser tan drástico- es ver lo que ha ocurrido con la deuda pública española: era casi bono basura hasta que el BCE echó una mano y, sobre todo, a que los españoles, a base de pagar más y más impuestos y perder prestaciones sociales, recuperaron para España la credibilidad crediticia (no, no es casual que no incluya al Estado y los políticos en ese esfuerzo). Ya ven lo que pagamos ahora por emitir bonos y lo que pagábamos hace dos años.

Y digo no será tan drástico porque los bonos corporativos ya han subido mucho en paralelo al bono del Estado. La recuperación de la credibilidad del país también ha afectado a sus empresas. Pero no a todas. Hay rezagadas. Y un billón de euros para prestar. Obviamente algo ha cambiado. Ahí está el negocio: en esta segunda derivada.

Pero no todo son buenas noticias. Este, como el tango, es un baile a dos. Si no mejora la economía, si las empresas no mejoran sus ventas, de nada sirve que haya crédito. Es más: los bancos prefieren perder una operación con un margen atractivo antes que tener un moroso más. Y los empresarios no van a pedir crédito, por barato que sea, si no ven aumento de la demanda.

En otras palabras: de nada va a servir que el BCE inunde los bancos de dinero si el Estado sigue sin tomarse en serio que tiene que gastar menos y ser más eficiente y que ese dinero vaya al bolsillo de los consumidores para que consuman de verdad, y no andarse con reformas fiscales trileras - que te bajan impuestos en un sitio, los suben en otro y te quitan deducciones un poco más abajo (en la declaración de IRPF) O sea: ni chicha ni limoná.

Así que, señores del Gobierno: It´s your turn. Están ante su responsabilidad histórica, la oportunidad de sacar definitivamente al país de la crisis y, de paso, crear un Estado más eficiente, sin duplicidades, y con menos aforrados. En otras palabras: crear el Estado Y la Administración que se merece el esfuerzo que han realizado los ciudadanos españoles para recuperar la credibilidad que se habían cargado sus políticos.

¡Buen fin de semana!

Quién lo iba a decir. Que si los bancos no prestan, que si no fluye el crédito, que la abuela fuma... Para empezar, siempre me ha parecido injusto echarles a los bancos toda la culpa de que no haya crédito. Y quién siga este blog - o mi carrera como asesor en la que una de las cosas que más he valorado es la independencia - sabe que no soy precisamente un gran defensor de como se hace banca en España.

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