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Invirtiendo al filo de lo imposible
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Víctor Alvargonzález

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Invirtiendo al filo de lo imposible

Existe la posibilidad de que los occidentales seamos más listos de lo que parece. Europeos incluidos. Concretamente los empresarios. Y que estemos asistiendo a un cambio empresarial profundo

Foto: Foto: Istockphoto
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En los manuales de inversión debería incluirse un capítulo dirigido a fomentar la amplitud de miras. A no dar nada por supuesto y a ser capaz de pensar que, si hay motivos para ello, en los mercados lo imposible puede hacerse realidad.

Hace sólo unos años era “imposible” que España entrara en deflación o que Europa entera flirteara con ella. Eso era cosa de japoneses. Hoy estoy encantado – y agradecido – de que me pusieran, con cierta coña, el mote de “Sr. Deflación”. La verdad es que no me extrañaba que absolutamente todo el mundo con el que hablaba del tema lo considerara "imposible”. Ninguna generación de españoles ha vivido en deflación, al menos desde que hay información económica fiable.

Hay más ejemplos de cosas imposibles – como que el todopoderoso sector bancario sea uno de los más amenazados a medio y largo plazo -, pero “tranquis”: no voy a repetirme. Estos ejemplos solo los pongo para plantear hoy una nueva predicción “imposible”. Tan imposible que, de momento, la hago con ciertas reservas, o, hablando en plata, con la boca pequeña. Pero, aclarado esto, digo - sin reserva alguna - que es algo que se debe tener muy en cuenta tanto a la hora de asignar activos – estrategia de inversión – como a la de de seleccionar valores.

Ahora empiezo a considerar la opción de que, salvando las distancias, las empresas europeas pudieran asistir a un 'revival'

Estoy hablando de la posibilidad de que los occidentales seamos más listos de lo que parece. Europeos incluidos. Concretamente los empresarios. Y que estemos asistiendo a un cambio empresarial profundo y de largo plazo.

Desde un punto de vista financiero, hace años que tengo claro que no era en absoluto imposible que, contrariamente a la opinión del consenso, las bolsas occidentales lo hicieran mejor que las emergentes. Concretamente los mismos que llevo recomendando sobreponderar primero EEUU (ver 'Back to the USA') y luego Europa ('La Hora de Europa II') Pero una cosa son los flujos financieros y otra la economía real. En otras palabras: ¿se confirmarían en las cuentas de resultados de las empresas y/o en las ventas las expectativas de ese 'smart money' que abandonaba una empresa productora de materias primas para entrar en Apple, Amazon o en un fondo de inversión referenciado al Eurostoxx 600?

Respecto a Europa la recomendación era tan o más financiera que en el caso norteamericano. Se basaba en el empujón que iba a darle el BCE a los mercados cuando se diera de narices con la deflación y asumiera, además, que los políticos no iban a hacer nada por apoyar a empresas, empresarios y consumidores, que es lo que genera crecimiento sano. Ahora empiezo a considerar la opción de que, salvando las distancias (en Europa es muy difícil que la sociedad y los políticos valoren al empresario como ocurre en EEUU) las empresas europeas pudieran asistir a un 'revival'.

Voy a tratar de explicarlo con un caso real.

Cuando visito empresarios y me dan las gracias por mis consejos de inversión yo les digo que el agradecimiento es mutuo. Que recibo tanto o más de lo que doy. Además de los indicadores macroeconómicos, soy muy aficionado a los “de la calle”. Desde la ocupación de restaurantes y bares – cuanto se agradecen los gráficos de @combarro y @perpe – hasta lo que te cuentan los empresarios.

No es imposible que el movimiento financiero que estamos viendo pro mercados occidentales versus emergentes pudiera presagiar algo más profundo

El otro día visite una empresa que, ya antes de entrar, me llamó la atención por su capacidad de adaptación al medio. Como sus directivos están a pie de obra, tienen las oficinas en la misma nave industrial donde fabrican sus productos (una de ellas, vaya). El caso es que según me bajo del taxi veo que está toda llena de “grafiti”, pero, mirando con un poco de atención te das cuenta de que el grafiti es “propio”, es decir: son dibujos muy bien hechos de los productos de la empresa, pero en plan “grafitero”. Supongo que los propietarios decidieron que, antes de que les pongan perdidas las naves, mejor invitar a estudiantes de bellas artes de la ciudad a que lo hagan con calidad y estilo, con la única condición de que se ciñeran a pintar algo relacionado con la actividad de la empresa. Es más: tal y como luego me contó mi acompañante, pusieron a su disposición andamios y todo el material necesario.

Obviamente esto es solo una anécdota, pero de anécdota va a pasando a algo más cuando un directivo te explica dos cosas. Una, como aprovecharon las vacas gordas para desendeudarse y prepararse para las flacas y, dos, que están cerrando fábricas en China porque allí los sueldos se estaban disparando. Y que ahora producen no sólo en otros países emergentes, sino también en Europa. Para no alargarme evitaré entrar en los motivos por los que estaban volviendo a casa, pero les aseguro que eran palmarios.

Además, al tener poca o ninguna deuda, si a medio plazo la demanda interna europea se animara – tampoco es “imposible” - su solvencia les permitiría acceder a un crédito que en Europa no está barato, sino lo siguiente. Y ampliar su producción de inmediato

Pero lo más llamativo fueron estos dos comentarios: en China los sueldos ya no les resultaban competitivos y que, además, su 'feeling' es que aquello está mucho más “tocado” económicamente hablando que lo que dicen las autoridades. Visión de primera mano.

He visto también muchas empresas que han encontrado la forma de competir con los emergentes (ver “Como consigue competir Elda con Shanghai”) y todos los días veo empresarios jóvenes con ideas francamente interesantes relacionadas con la revolución digital.

La conclusión es clara: no es imposible que el movimiento financiero que estamos viendo pro mercados occidentales versus emergentes pudiera presagiar algo más profundo, que es un equilibrio en el centro de gravedad empresarial de emergentes hacia occidente y, por qué no, vieja Europa incluida.

Para el inversor esto es importante, porque los mejores resultados que han tenido las bolsas occidentales frente a las emergentes podrían prolongarse en el tiempo.

Los mejores resultados que han tenido las bolsas occidentales frente a las emergentes podrían prolongarse en el tiempo

Sin duda el mayor “pero” que se puede poner a “esta mi hipótesis” es que mientras los políticos no pongan de su parte y se aprieten el cinturón, para liberar recursos que vayan a la demanda interna – al bolsillo de los ciudadanos -, de nada va a servir lo anterior, porque al final para las empresas europeas lo más importante es lo que venden en Europa.

Es cierto, pero recordemos el planteamiento inicial de este artículo: estamos hablando de ir al filo de lo imposible, no de que sea imposible. Un cambio de actitud de los políticos no es imposible. Hoy, en España, es bastante “posible” que en las próximas elecciones el partido que decida hacia donde se inclina la balanza es uno que tiene en su programa una verdadera bajada de impuestos y un plan de adelgazamiento para nuestro Estado gordo y glotón. En Italia Renzi está en ello. En Francia Valls hace bastante, considerando como es Francia para determinadas reformas. Y qué decir de Irlanda.

Aquí hay que reconocer que nuestro presidente ha hecho reformas importantes. El problema es que se ha “olvidado” de la más importante: alimentar el músculo económico del país – consumidores y empresas – bajando impuestos en lugar de seguir cebando la grasa del Estado y rellenando sus pesebres, lo que neutraliza sus esfuerzos reformistas.

Parece imposible, pero fíjense que estamos hablando de políticos jóvenes, con talante reformista y ganas de hacer cosas. Puede que sea imposible, que yo sea muy optimista. O que soñar es bonito. Pero si una nueva generación de políticos va tomando influencia, a lo mejor soñar puede ser rentable. Para los países que vuelvan al crecimiento y para los inversores que estén dispuestos a considerar que en los mercados lo imposible puede hacerse realidad.

En los manuales de inversión debería incluirse un capítulo dirigido a fomentar la amplitud de miras. A no dar nada por supuesto y a ser capaz de pensar que, si hay motivos para ello, en los mercados lo imposible puede hacerse realidad.

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