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Historia del banco malo que se volvió bueno
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Víctor Alvargonzález

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Historia del banco malo que se volvió bueno

Había una vez un banco inglés al que se le fue la olla y llego a tener un balance tan grande como todo el Producto Nacional

Foto: Anuncio de inmuebles que Sareb tiene a la venta en Madrid. (Reuters)
Anuncio de inmuebles que Sareb tiene a la venta en Madrid. (Reuters)

Había una vez un banco inglés al que se le fue la olla y llegó a tener un balance tan grande como todo el Producto Nacional Bruto del Reino Unido. Bueno, la olla se les fue a los responsables del banco, que, cuando explotó la burbuja inmobiliario financiera se dieron cuenta de que tenían activos tóxicos por valor de, como mínimo, dos billones –españoles– de libras.

No muy lejos de allí, en un país llamado España, dirigentes políticos de todos los colores fomentaban primero e ignoraban después la que acabaría siendo la mayor burbuja inmobiliaria de la historia. No contentos con ello, nutrían y cuidaban bancos públicos para colocar a sus colegas, bancos que a su vez nutrían y cuidaban de la burbuja. Les llamaban, irónicamente, “cajas de ahorro”. Supongo que era por las pensiones multimillonarias que se llevaban esos 'colegas' cuando se iban.

Para solucionar el 'marrón', el banco británico contrató a un ejecutivo cuyo trabajo consistía en quedarse cuanto antes sin trabajo, es decir, soltar sin prisa pero sin pausa toda la porquería acumulada, que, aparte de créditos incobrables, incluía desde hospitales quebrados hasta empresas de cosmética.

No crean que los españoles se quedaban cortos a la hora de hacer cosas llamativas, como financiar la construcción de aeropuertos y ciudades en medio de la nada o aportar 500 millones de euros de dinero público para construir un estudio cinematográfico que ahora se subasta por 90 millones (y la subasta ha quedado desierta)

Si está pensando en invertir en “pisos”, lo que viene a continuación le interesa. Porque, si sirve de indicación la experiencia inglesa, es posible quitarse de en medio 1,6 billones en activos tóxicos y –aquí viene lo que le interesa- lo que ocurra en el mercado inmobiliario español va a depender en gran medida de que el 'banco malo' español sea capaz de hacer lo mismo. Y, también importante, de cómo lo haga, porque vender a cualquier precio es fácil, pero vender sin hundir el mercado durante décadas no lo es tanto.

En el libro 'Y yo, qué hago con mis ahorros', que se publicó en Noviembre de 2014, daba tres consejos que resumían lo que haría si fuera un inversor medio tirando a conservador: comprar inmobiliario de calidad, invertir en bonos de le eurozona – vía fondos de inversión – y comprar acciones con dividendo estable y previsible. Dado que hoy hablamos del ladrillo y no de activos financieros, revisemos el primer consejo, pero contando con la información del banco malo británico, dado el paralelismo entre ambas historias.

El apellido “de calidad” era, en mi opinión, el 'quid' de la cuestión en aquel momento. No recomendaba cualquier activo, solo aquellos que normalmente no salen a la venta. Incluso aunque su precio hubiera caído menos que el de los activos de baja calidad. El motivo era evitar la órbita del banco malo, es decir, evitar activos que iban a tener el lastre de ser como los del banco malo, simplemente porque es muy difícil generar plusvalía cuando hay una inmobiliaria de proporciones históricas dispuesta a vender de todo al precio que sea. No ganarás en ese tipo de activos hasta que la macro inmobiliaria –el “banco malo”- haya descargado. Pura ley de la oferta y la demanda. Por el contrario, un activo de calidad esta fuera de la órbita del banco malo y solo cae como consecuencia de la crisis, no de la sobreoferta.

Veámoslo con un ejemplo: la compra de un ático en el barrio de Las Letras de Madrid. Si bajó de precio durante la crisis no es porque se hubieran construido decenas de áticos similares en el barrio, sino porque alguien se ha visto obligado a vender. Por el contrario, si por el mismo precio compro un par de pisos en una ciudad dormitorio de las afueras, el banco malo tiene preparadas varias decenas de pisos iguales para vendérselos al mejor postor. El precio no subirá o incluso puede seguir bajando hasta que desaparezca la sobreoferta.

En consecuencia, hay que vigilar el proceso de descarga del banco malo y actuar en consecuencia. Es mejor comprar primero aquello que tiene más probabilidades de recuperarse en el medio plazo, que es precisamente lo que no tiene el banco malo, y, cuando el banco malo haya soltado lastre, entonces empezar a bajar el listón.

La buena noticia es que el banco malo acabará descargando. Primero porque este es y será el país del ladrillo. Segundo, porque cuando un español llega al banco y le dicen que le van a dar “cero coma” por colocar su dinero en un depósito, coge el dinero y se compra un piso. Tercero, porque si el banco malo inglés ha conseguido deshacerse de 1,6 billones de activos tóxicos, el español también puede hacerlo. Eso sí: no va a ser rápido. Así que cuidado con lo que compra. Y a qué precio.

Que tengan una buena semana.

Había una vez un banco inglés al que se le fue la olla y llegó a tener un balance tan grande como todo el Producto Nacional Bruto del Reino Unido. Bueno, la olla se les fue a los responsables del banco, que, cuando explotó la burbuja inmobiliario financiera se dieron cuenta de que tenían activos tóxicos por valor de, como mínimo, dos billones –españoles– de libras.

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