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El cuento del prepotente, con razón, que debería ser prudente, con más razón todavía
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Alberto Artero

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El cuento del prepotente, con razón, que debería ser prudente, con más razón todavía

Interesante, muy interesante, el discurso pronunciado por Emilio Botín la semana pasada en la Conferencia de Banca Internacional organizada por el Santander y que ha encontrado

Interesante, muy interesante, el discurso pronunciado por Emilio Botín la semana pasada en la Conferencia de Banca Internacional organizada por el Santander y que ha encontrado extraordinario predicamento en numerosos medios nacionales y extranjeros. Este mes el equipo de comunicación del banco se ha ganado el sueldo. Quien paga manda, y en este caso, manda mucho. Botín dedicó su plática a repartir, de modo educado, eso sí, estopa a diestro y siniestro. Todo envuelto en un conjunto de perogrulladas sobre el negocio que deberían hacer enrojecer, por lo evidente y escasamente cumplimentado, a numerosos gestores bancarios a nivel mundial. Más sabe el banquero por banquero que por gestor, venía a decir. Una definición que se queda corta para definir al personaje, como veremos un poco más adelante. Pena que al hablar de ese “negocio recurrente, bien gestionado, basado en la relación con el cliente a largo plazo, rentable y que no necesita inversiones en títulos y estructuras financieras opacas para obtener beneficios”, no hiciera sino meter el dedo en el ojo de unos afectados por los bonos de Lehman que, producto de su ignorancia, los más, y su codicia, los menos, confiaron tanto, tanto, tanto en sus asesores de banca privada que ahora se encuentran con una mano delante y otra detrás. Es lo que tiene la presión desde arriba y la caída de márgenes de la actividad tradicional. Que se abre una espita y… ¡boom!, te estalla el juguete en las manos.

Interesante, muy interesante, el discurso pronunciado por Emilio Botín la semana pasada en la Conferencia de Banca Internacional organizada por el Santander y que ha encontrado extraordinario predicamento en numerosos medios nacionales y extranjeros. Este mes el equipo de comunicación del banco se ha ganado el sueldo. Quien paga manda, y en este caso, manda mucho. Botín dedicó su plática a repartir, de modo educado, eso sí, estopa a diestro y siniestro. Todo envuelto en un conjunto de perogrulladas sobre el negocio que deberían hacer enrojecer, por lo evidente y escasamente cumplimentado, a numerosos gestores bancarios a nivel mundial. Más sabe el banquero por banquero que por gestor, venía a decir. Una definición que se queda corta para definir al personaje, como veremos un poco más adelante. Pena que al hablar de ese “negocio recurrente, bien gestionado, basado en la relación con el cliente a largo plazo, rentable y que no necesita inversiones en títulos y estructuras financieras opacas para obtener beneficios”, no hiciera sino meter el dedo en el ojo de unos afectados por los bonos de Lehman que, producto de su ignorancia, los más, y su codicia, los menos, confiaron tanto, tanto, tanto en sus asesores de banca privada que ahora se encuentran con una mano delante y otra detrás. Es lo que tiene la presión desde arriba y la caída de márgenes de la actividad tradicional. Que se abre una espita y… ¡boom!, te estalla el juguete en las manos.