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Colapso bursátil. España no puede mirar hacia otro lado
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Alberto Artero

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Colapso bursátil. España no puede mirar hacia otro lado

¿Qué es lo que está provocando la caída salvaje de los mercados de acciones en este terrible comienzo de marzo? Primero, la constatación efectiva por parte

¿Qué es lo que está provocando la caída salvaje de los mercados de acciones en este terrible comienzo de marzo?

Primero, la constatación efectiva por parte de los inversores de la dimensión real de la crisis, que se manifiesta con mayor virulencia en las economías más transparentes y flexibles, como puede ser el caso de Japón y Estados Unidos (miren este impagable post, que certifica lo que señaló Warren Buffett este fin de semana: que la economía del país está “en ruinas”; sí es el mismo Buffett que decía en septiembre buy, buy, buy), y en las más dependientes del flujo de capital extranjero, caso de algunas naciones antes-llamadas-emergentes que ahora dejaran de merecer tal calificación.

Segundo, el temor a que la actuación de los gobiernos haya sido precipitada, improvisada y poco efectiva y a que su munición empiece a escasear cuando es más necesaria que nunca; prueba de ello serían las noticias que sobre Citigroup (conversión de acciones preferentes en ordinarias) o AIG (nueva inyección de liquidez) hemos conocido a lo largo de esta semana, la dimisión del Consejero Delegado de Freddie Mac o las dudas a la eficacia real del Plan de Obama.

Tercero, el miedo a que lo que queda por aflorar en los balances bancarios sea, al menos, similar a lo ya conocido lo que implicaría que nos encontramos a mitad de camino del saneamiento financiero: entidades que negaban la mayor, como HSBC, han tenido que pasar por el aro de la ampliación de capital mientras que periodistas tan poco sospechosas como Gillian Tett de FT advierte sobre lo que está por venir en el campo de los CDOs.

Cuarto, los propios datos empresariales con sus recortes de estimaciones y dividendos, los mayores en la historia moderna de las finanzas. La prensa norteamericana se ha quedado conmocionada por el primer recorte del pago a sus accionistas de General Electric desde 1938. De depresión a ¿depresión? y tiro porque me toca.

Quinto, el efecto apalancamiento con nuevas aperturas de posiciones cortas por determinados operadores del mercado y cierre precipitado, o más bien desesperado, de determinadas apuestas financiadas, como consecuencia del cierre del grifo del crédito. Curioso ver cómo la caída del valor de las carteras, sobre el mismo nivel de financiación, obliga a la liquidación forzada, o la contemporización momentánea, en gigantes como la propia PIMCO. Ya se sabe, consejos vendo y para mí no tengo.

Sexto, el propio pánico de los inversores que dispara la volatilidad incluso en las opciones a más largo plazo, como recogía ayer este interesante artículo de Bloomberg que hace una extrapolación a mi juicio errónea de lo que cabe esperar de los mercados en los dos próximos años a partir del precio de unos productos derivados cuyas fluctuaciones son notables en el tiempo.

Así podríamos seguir hasta que la yema de los dedos se nos quedara en carne viva de tanto teclear. Cada uno de ustedes estoy convencido que podría añadir otras tantas causas a las ya señaladas. En definitiva, esa dosis de realismo que servidor pronosticara para el verano se ha materializado anticipadamente. Lo cual no es necesariamente negativo. Más al contrario. Estamos empezando a dejar de jugar con las cartas marcadas por el exceso de optimismo sobre la resolución de la situación. Buena señal. Pero no es la finalidad última de este post de hoy. Lo importante es saber qué lecciones se pueden aprender de lo que está ocurriendo más allá de nuestras fronteras y no repetir los errores intramuros, que aún hay un hálito de esperanza al que aferrarse.

¿Cuáles son las principales conclusiones que, de todo lo anterior, podemos extraer?

Primera, no estamos mejor que nadie. El ritmo más lento de deterioro de nuestra economía frente al de otras naciones, paro aparte, se debe precisamente a su falta de cintura. Unas rigideces interiores que provocarán una ralentización más pausada que en otras naciones más flexibles y abiertas pero igualmente una más tardía recuperación si las cosas siguen como hasta ahora. Reformar estructuralmente es aprovechar como país la crisis para limpiar nuestras ineficiencias y posicionarnos de cara al despertar futuro, cuando éste se produzca. No hay motivo para la complacencia del tuerto en el reino de los ciegos. Aprovechemos la oportunidad.

Segunda, las prisas son malas consejeras. No se pide al gobierno que haga sino que haga bien. En el enloquecido mundo actual muchas autoridades han desligado su acción de la eficacia que le es exigible y, por tanto, han condenado a sus ciudadanos a una serie de iniciativas sin pies ni cabeza de imposible concreción con el único afán de dar la sensación de que están aun habiendo renunciado a lo que son o deberían ser. Dice Solbes que hemos agotado el saldo. No va más. Bueno, pues hagamos una gestión eficiente de lo que tenemos y enmarquemos todas las actuaciones dentro de una serie de iniciativas generales que cuenten con el mayor consenso posible. No puede ser que un gobierno se dedique sin desmayo a tomar decisiones tácticas sin haber reflexionado sobre su estrategia a seguir. Administrar recursos abundantes es fácil. La escasez agudiza el ingenio. A pensar tocan.

Tercero, la confianza se pierde muy rápidamente pero su recuperación es un proceso mucho más lento que pasa necesariamente por la transparencia, esto es: por un conocimiento exhaustivo de lo que sucede. La banca española carece de titulizaciones en cuantía similar a las que han causado sucesivos quebrantos en la banca internacional. Pero tiene un subprime propio que es el crédito promotor. Los parches terminan reventando cuando la presión aumenta, como hemos visto en Estados Unidos. La solución ha de ser global y el modelo sueco sigue siendo la referencia. No es momento de fusiones parciales consensuadas políticamente sino de un análisis del sistema financiero español en su totalidad, liquidación de las firmas inviables, transferencia de recursos y reforzamiento de las entidades solventes. Desde la perspectiva de la confianza, es un proceso doloroso pero que beneficia a todos.

Cuarto y último, el entramado empresarial español debe hacer valer su fortaleza acumulada a lo largo de los últimos años, su diversificación internacional y su posición privilegiada en determinados mercados y sectores. Servidor cree firmemente en la higiene derivada de cualquier crisis, que provoca la supervivencia de los que tienen mayor capacidad de adaptación que no tienen por qué necesariamente ser los más fuertes. Se trata de un proceso en el que las condiciones que determinan su éxito o su fracaso ya no son nacionales ni regionales, sino globales. Es momento de que esa perspectiva, que está en el carnet de identidad de las principales compañías nacionales, se traslade al conjunto de las sociedades mercantiles de este país. Piensa global, actúa local. Ten en cuenta el mundo en que vives y aprovéchate de él.

¿Qué es lo que está provocando la caída salvaje de los mercados de acciones en este terrible comienzo de marzo?