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El extraño caso del maletín de los 134.000 millones de dólares
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Alberto Artero

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El extraño caso del maletín de los 134.000 millones de dólares

La noticia estallaba a finales de la semana pasada y es como un chiste de Gila. "Oiga, se me escucha… Me ponga con el Ministro por

La noticia estallaba a finales de la semana pasada y es como un chiste de Gila. "Oiga, se me escucha… Me ponga con el Ministro por favor… Señor Ministro, me perdone, aquí la policía de fronteras italiana… ¿Qué cuál? La de Chiesso… En la linde con Suiza, eso es… Mire, que tengo aquí retenidos a unos señores que dicen que son japoneses… Sí, del Japón. Y que llevan un maletín con un doble fondo en el que transportan 134.000 millones de dólares escondidos… Uno, tres, cuatro, sí… Miles de millones sí… Dólares, correcto… ¿Un camión tráiler? No, ya le he dicho: un maletín con unos papelitos de lo más extraño… ¿Que si he bebido? Hoy no. ¿Qué hago?... Bueno, mientras se decide los llevo al cuartelillo… Ale, a mandar, ¿eh? Adiós, adiós".

Una historia rocambolesca a la que servidor dio poco predicamento desde su inicio. Aún recuerdo cómo un día, cuando trabajaba de banquero privado, se me plantó un tío acompañado de una señorita de muy buen ver delante de la mesa, con un fardo de documentos y correos electrónicos debajo del brazo que aparentemente demostraban su titularidad sobre 500 millones de dólares, ni uno más, ni uno menos, que estaban retenidos en una cuenta de un banco de inversión norteamericano y que requerían de la ayuda de mi entidad para su movilización. La apariencia de veracidad no soportaba ni dos preguntas y al poco se fueron con viento fresco en busca de otro incauto más crédulo o menos puntilloso. Descubrí entonces que la caradura no es problema de quien la ejerce sino del que la consiente. Avaricia en estado puro.

El cuento de los chinitos que movían miles de millones en paquetes de a 1.000 o de a 500, muchos de ellos no emitidos desde principios de los ochenta, en un mundo de transacciones cibernéticas sonaba a otro tanto de lo mismo. Sin embargo, lo que podía haber quedado en una anécdota, si se hubiera aclarado suficientemente desde su inicio, se ha convertido en arma arrojadiza en manos de los seguidores de teorías conspiratorias que en el mundo haya. En la medida en que no se ha negado la validez de los títulos de propiedad, ratificado la nacionalidad de los detenidos o aclarado el origen y la finalidad de los fondos, lo absolutamente inconsistente se convierte no sólo en posible sino incluso en cierto para algunos analistas lo que provoca, a su vez, que las preguntas, teorías e interpretaciones se multipliquen.

El último ha sido William Pesek de Bloomberg, en un artículo que ayer recibí hasta por tres cauces distintos. En él, el autor hace el ejercicio teórico de comprar la mayor, que los dólares son legítimos, y a partir de ahí desarrolla un discurso de lo más interesante que se centra en el riesgo, en un momento como el actual, de que Estados Unidos haya perdido el control sobre su oferta monetaria en circulación en un importe como el referido, que equivale al 12% del PIB español. Lo suficiente, señala Pesek, como para comprar Croacia y Eslovaquia y Mongolia juntas. Un disparate que convertiría a sus tenedores en el cuarto acreedor mundial por volumen de los Estados Unidos por encima de, digamos, Brasil. Si sólo China o Japón cuentan con reservas suficientes como para mover tal cantidad de billetes verdes, ¿qué hay que leer entre líneas? Ay, ay, ay…

Los mercados financieros, que son muy sabios cuando quieren, apenas han hecho caso a una cuestión que es disparatada de inicio a fin. Al contrario, el dólar ha mantenido su fortaleza reciente y los bonos incluso se han apreciado ligeramente. In US we trust, al menos de momento. Y con casi con toda seguridad tendrán razón. Lo increíble tiende a mantener tal condición pese a que los estultos se empeñen en adornarlo de veracidad. Sin embargo, sí que es cierto que, cuando ocurre una cosa de estas, el piensa mal y acertarás tiende a ser un buen punto de partida. Y la malicia lleva a pensar que el casual descubrimiento de este desmesurado tráfico de capitales, real o no, entre la multitud de ciudadanos que cruzan cualquier frontera todos los días, es cuando menos sospechoso. Una cortina de humo, ¿para qué? Está por ver. Jueves casi de veranito en que les invito a que contribuyan en el foro a la fantasía intelectual del resto de los lectores. ¿Cosa de Irán o Corea del Norte?, ¿Berlusconi tapando vicios con posibles multas recaudatorias?, ¿algún jerifalte africano? Lo dejo en sus manos.

Ya es jueves.

Alimento para el alma. Abuso de novela policiaca en las últimas dos semanas. Cosas mejores y peores aunque ninguna excepcional. Libro 28, Ojos de Agua de Domingo Villar y su Inspector Leo Caldas. Tras llegar a él desde La Playa de los Ahogados descubro ciertos lugares comunes en las tramas que pueden cansar al lector avezado. Algo que no se percibiría, probablemente, en una lectura espaciada. Aún así buen autor, buena obra. Recomendable. Libro 29. A través de mi amigo Eduardo descubro, tarde, a Andrea Camilleri y su Comisario Salvo Montalbano que participa de rasgos gastronómicos comunes con el propio Caldas y el Pepe Carvalho del fallecido Vázquez Montalbán. Leo su última y entretenida pieza, Ardores de Agosto, donde muestra un enorme dominio de los diálogos y las situaciones aunque a servidor le parece un tanto previsible el desenlace, la verdad. Libro 30. Benjamin Black, pseudónimo de John Banville, goza de enorme predicamento como autor de novela negra en Estados Unidos. Sin embargo su último libro en castellano, El Lémur, es a mi juicio prescindible: la edición tiene, en mi opinión, errores sustantivos de traducción literal, no recoge adecuadamente los flash backs que se producen a lo largo del texto y ni el argumento ni los personajes son creíbles. Puede ocurrir como con el Pomponio Flato de Eduardo Mendoza, que huele a compromiso editorial que mata. O no. Quedan 20 para completar el reto de 50.

Alimento para el Cuerpo. Cuatro pistas buenas para que las disfruten. Hay que probar la Ensaladilla Rusa de La Máquina, a la altura de la de Portobello, Casa Tere o el propio Samm. Servidor la toma en la Plaza de la Moraleja, en Madrid. Los rumores de que la mejor Tortilla de Patatas de la capital está en El Borbollón de la calle Recoletos se confirman con una vista en la que tomo, además, un Estofado de Rabo de Toro Deshuesado con Patatitas en Dados absolutamente excepcional y unos chipirones a la plancha de entrada de quitar el hipo (algo peor los Perrechicos Salteados a los que les sobra aceite, en mi modesto entender). Un clásico éste que no pierde ápice de vigor. La Nicolasa en la calle Velázquez sirve uno de los mejores Chipirones en su Tinta que he probado en tiempo. Receta sencillamente espectacular que merece una visita de los aficionados a esta vianda. Por último, renace el St. James de Juan Bravo donde disfruto con mi amigo Juanlo del mejor Arroz a Banda en mucho, mucho tiempo, con un servicio más que atento y sólo un pero que poner: los precios. Hay que pagar la reforma pero… Que ustedes lo disfruten.

La noticia estallaba a finales de la semana pasada y es como un chiste de Gila. "Oiga, se me escucha… Me ponga con el Ministro por favor… Señor Ministro, me perdone, aquí la policía de fronteras italiana… ¿Qué cuál? La de Chiesso… En la linde con Suiza, eso es… Mire, que tengo aquí retenidos a unos señores que dicen que son japoneses… Sí, del Japón. Y que llevan un maletín con un doble fondo en el que transportan 134.000 millones de dólares escondidos… Uno, tres, cuatro, sí… Miles de millones sí… Dólares, correcto… ¿Un camión tráiler? No, ya le he dicho: un maletín con unos papelitos de lo más extraño… ¿Que si he bebido? Hoy no. ¿Qué hago?... Bueno, mientras se decide los llevo al cuartelillo… Ale, a mandar, ¿eh? Adiós, adiós".