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Las otras 'Elena Salgado' que hacen el trabajo sucio en la sombra
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Alberto Artero

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Las otras 'Elena Salgado' que hacen el trabajo sucio en la sombra

Publica Agustín Marco en exclusiva en El Confidencial el fichaje de Elena Salgado como consejera externa de Endesa, a la que formalmente asesorará en sus

Publica Agustín Marco en exclusiva en El Confidencial el fichaje de Elena Salgado como consejera externa de Endesa, a la que formalmente asesorará en sus inversiones chilenas. De concretarse, se trata de vestir de seda la mona ya que cuesta creer que su actividad se limite a dicho ámbito geográfico. Sin embargo, hay que salvar el régimen de incompatibilidades aunque sea a costa de marchar uno de los clásicos del menú: “la ciudadanía se chupa el dedo”. Que le den. La ex vicepresidenta vale, si es que vale, por la experiencia y contactos acumulados en Europa en los últimos años. Es ahí donde se le puede sacar partido. Y sus empleadores y ella lo saben.

Importa poco, en cualquier caso, la forma que se adopte para la concreción de un acuerdo como éste. Lo sustantivo es el fondo, lo que supone en términos de la credibilidad del sistema. Con esta iniciativa, la política socialista pone toda su trayectoria anterior bajo sospecha. No sirve como excusa que determinadas decisiones –buenas, malas o regulares- no fueran propias de su negociado, que recayeran en el Ministerio de Industria, encabezado por Miguel Sebastián. La interacción entre dos carteras tan cercanas es evidente, más aún cuando uno de los problemas económicos principales a los que se enfrenta este país es el del déficit de tarifa. No hay que olvidar, además, que Salgado mantuvo su presencia en el Consejo de Ministros las dos legislaturas de Zapatero. E igual que no hay constancia de causa alguna en la que se abstuviera, prima la certeza de que conoció datos y tomó resoluciones que afectaban tanto a Endesa como a sus competidores.

Sin embargo, al menos es un pacto cegado por la súbita irrupción de la luz y los taquígrafos. Pero se trata de la excepción. Hace pocos días fuentes bien informadas advertían a un servidor de un escándalo que puede estar a punto de estallar. El de diputados electos que cobran por recibir a los grupos de presión que así se lo solicitan con el objetivo de influir en su labor parlamentaria. No en fase de votación, claro está, viva Bulgaria, sino de elaboración. Ya saben, hay dos cosas que es mejor no saber en la vida como se hacen: las salchichas y las leyes. Pues eso. Hasta cheques de seis cifras habrían cruzado de manos. Nadie paga esa cantidad si no espera una correspondencia. Palabra contra palabra, se trata de una actividad casi imposible de probar. Salvo que haya grabaciones por medio. Parece que es el caso. Alguno debería comenzar a estar muy nervioso. Por cierto, si los paganinis supieran que ya más del 70% de nuestra legislación es mera trasposición comunitaria, se ahorrarían una pasta. La misma que se dejarían, probablemente, en convencer a los representantes en Bruselas.

Eso por no hablar de los despachos que facturan por facilitar el acceso a determinados cargos de la administración, con los que mantienen línea directa de comunicación. Hagan un recorrido por bufetes de ex ministros de uno y otro signo y encontrarán ejemplos para dar y tomar. Caso paradigmático por el lado del PSOE fue Carlos Solchaga en su día. Ahora copan el ranking de los que alardean de proximidad al PP las oficinas de Ana de Palacio, que se mantiene como consejera de la nuclear francesa Areva tras su paso por el Banco Mundial, o la recientemente fusionada de Angel Acebes y José María Michavila. La labor de asesoría da para mucho como, por ejemplo, servir de paraguas para la gestión soterrada de este tipo de contactos. Esto que en Estados Unidos se trata de una actividad regulada, aquí se sigue moviendo en los subterráneos del poder, de manera discreta y soterrada, como si hacerlo contaminara. Craso error que deslegitima una profesión tan válida como cualquier otra. Lo extraño, de hecho, sería que los destinatarios no se interesaran por las normas que les afectan.

No trato de excusar el escándalo que, se mire por donde se mire, supone -de materializarse finalmente- el aterrizaje de Elena Salgado en las filas de Endesa, apenas tres meses después de su salida del gobierno. Que no sea una novedad no resta un ápice de fuerza a una denuncia que se ve agravada por el intento de vestir el acuerdo con los ropajes del fraude de ley, la letra se cumple, se vulnera el espíritu. Pero es la punta del iceberg, lo poco que asoma a la superficie. Desgraciadamente. Si determinadas paredes hablaran… Romper el sistema pasa por una regeneración moral que queda a años luz de los principios de muchos de los que hacen del servicio público, negocio particular, o se prestan a determinadas reuniones a cambio de comisiones. Pero no es imposible. Depende de la presión interna y externa, de la denuncia y la transparencia. Manos a la obra. Si Rajoy le ha echado un par de huevos, ¿por qué no nosotros también? Buena semana a todos.

Publica Agustín Marco en exclusiva en El Confidencial el fichaje de Elena Salgado como consejera externa de Endesa, a la que formalmente asesorará en sus inversiones chilenas. De concretarse, se trata de vestir de seda la mona ya que cuesta creer que su actividad se limite a dicho ámbito geográfico. Sin embargo, hay que salvar el régimen de incompatibilidades aunque sea a costa de marchar uno de los clásicos del menú: “la ciudadanía se chupa el dedo”. Que le den. La ex vicepresidenta vale, si es que vale, por la experiencia y contactos acumulados en Europa en los últimos años. Es ahí donde se le puede sacar partido. Y sus empleadores y ella lo saben.