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En el crimen financiero español, Bankia es el mayordomo
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Alberto Artero

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En el crimen financiero español, Bankia es el mayordomo

Ya huele. Bankia y su matriz BFA han copado las portadas, las informaciones y las opiniones de buena parte de los medios patrios a lo largo

Ya huele. Bankia y su matriz BFA han copado las portadas, las informaciones y las opiniones de buena parte de los medios patrios a lo largo del fin de semana, en lo que parece un imposible conciliábulo de autores de todo signo, clase y orientación política. En cualquier batalla, ofrecer un blanco fijo permite distraer a los artificieros enemigos de otros objetivos que pueden ser más estratégicos de aquel que se ha decidido inmolar. Mientras la entidad presidida por Rodrigo Rato esté por acción u omisión en la palestra, los demás pueden respirar tranquilos. La industria, una vez más, juega a trampear en el solitario. Porque aquí, libre de pecado, lo que se dice libre de pecado, más bien no hay ninguno. Al menos en su negocio español. Ni grandes ni pequeños. Y la suerte colectiva del sector hace tiempo que dejó de estar ligada a una institución en concreto. Es un error pensar que el sacrificio de Bankia calmará la ira de los dioses del mercado. Ahí fuera esperan una solución global. O todos o ninguno. No se equivoquen los que han hecho del caso, condición.

En efecto, por una parte, la entidad se ha convertido en el pim-pam-pum de la disputa entre el Gobernador del Banco de España y el Ministro de Economía que han utilizado la firma con sede operativa en Madrid para su particular guerra de trincheras. MAFO está empeñado en poner fin a su nefasta gestión con una BFA-Bankia independiente, prueba del nueve de su acierto en la labor supervisora. En ello ha puesto todo su afán, aunque eso suponga tener que decir Diego donde dijo digo hace no tanto. A buenas horas abraza con fervor el banco malo. Por el contrario, alentado por la opinión coincidente de muchos inversores que así lo reclaman por activa y por pasiva, De Guindos ha decidido actuar sobre lo que considera primer problema del sistema financiero español y no ha dudado en oponer a los informes de viabilidad favorables del banco central la demanda del FMI de mejor gestión, balance y gobierno corporativo, filtración inusual por parcial e interesada de un documento en elaboración. Tratar de gestionar un proceso de integración y saneamiento en estas condiciones debe ser, cuando menos, complicado.

A ello se une la estigmatización de las distintas propuestas que han ido saliendo de la Plaza de Castilla por parte de los competidores más internacionales de BFA-Bankia. Esos mismos que, por cierto, han decidido posponer para sucesivos trimestres el saneamiento de sus cuentas domésticas, han visto como algunos de los otros mercados maduros en los que están presentes se colapsaban y, si se han salvado por la campana, ha sido por la contribución del negocio latinoamericano. Parecen no ser demasiado conscientes de que, si les toca más antes que después comerse una parte del marrón de las cajas ya nacionalizadas, la propuesta va a favor de sus propios intereses toda vez que sería una manera de aliviar la presión de los analistas sobre el refuerzo de su posición nacional en el peor de los momentos posible –sacarían del balance la morralla- aparte de servir como excusa para racionalizar, de una vez y para siempre, su negocio interior. Pese a ello, prima la filosofía ‘mientras miren a éste, nosotros a lo nuestro’ sin saber que están en el mismo saco con piel de toro impresa que los demás.

Sabadell y Popular mantienen un perfil bajo tras las compras recientes, no vaya a ser que sus accionistas se den cuenta de que, con la dilución que han asumido para financiarlas, las cotizaciones vistas antes de la crisis van a ser un bonito recuerdo durante décadas, que no años. El miedo a la caída de la unión de las siete cajas, quita presión a Liberbank, Unicaja, Ibercaja y BMN, una de las cuales es, por cierto, la otra entidad señalada como precaria en el Informe del FMI, aunque poco por cierto ha parecido importar. No era oportuno variar el foco, parece ser. Sus fusiones, por cierto, buscan ofrecerles una oportunidad para hacer toda la limpia que no han hecho hasta ahora, ventajas contables incluidas. Algo que, por cierto, también se niega ahora a BFA-Bankia con la excusa de la ayuda pública. ¡A estas alturas y con lo que ha pasado! Sea por interés depredador o por conveniencia local no es de extrañar que el único que se ha alineado hasta ahora parcialmente con los postulados de Rato & Cía haya sido un Isidre Fainé que se encuentra en una tesitura similar por lo que a la exposición a España se refiere.

No es un servidor sospechoso de ocultar las miserias de una institución financiera que, sin duda, es el mayor riesgo sistémico español. A los errores que sus integrantes traían como firmas individuales se han unido los cometidos por el equipo gestor unificado. Durante meses su estrategia corporativa y comercial ha sido errática, perdiendo por el camino un tiempo precioso. Es verdad que tampoco han ayudado los constantes cambios regulatorios, pero buena parte de los males y la mala fama que le afligen se los ha ganado a pulso. Se limitaron a cortar el jamón para salvar las cuentas de resultados y a apelar a las distintas ventanas excepcionales de financiación que se iban abriendo. Ahora BFA-Bankia se encuentra al límite. Debe dar un golpe encima de la mesa y debe hacerlo ya. En contra de las interpretaciones negativas, la ausencia de la auditoría en las cuentas puede ser señal de que es inminente y definitivo y que afecta a tantas partidas de balance que su anuncio desvirtuaría cualquier juicio preliminar que se hiciera. Leyendo entre líneas la prensa del fin de semana, suena a que habrá dinero público a falta de privado, financiación que no equity.

Sea cierto o no, la realidad es que en España se ha escrito, desde hace muchos meses, un crimen financiero. Y que todos los espectadores de la escena, dentro y fuera de nuestras fronteras, señalan con el dedo a la firma de Rato-Verdú, mayordomo comodín cuya detención simplificaría la trama. Siendo cómplice del asesinato, no es el único responsable. Ni mucho menos. Antes del estallido de la burbuja, la alegría no iba por barrios sino que era euforia colectiva. De este modo y sin saberlo, entre todos mataron el sistema y él solo se murió. Individualizar la culpa no solo es imposible sino poco recomendable. Que cada palo aguante su vela y si BFA-Bankia ha de caer que caiga. Pero no es la única rama que impide que la luz bancaria entre en el bosque de una vez y para siempre. Centrarse en ella, y no exigir a los demás que hagan todo lo que han de hacer, sería receta para un nuevo fracaso que no nos podemos permitir. Evitémoslo.

Buena semana a todos.

Ya huele. Bankia y su matriz BFA han copado las portadas, las informaciones y las opiniones de buena parte de los medios patrios a lo largo del fin de semana, en lo que parece un imposible conciliábulo de autores de todo signo, clase y orientación política. En cualquier batalla, ofrecer un blanco fijo permite distraer a los artificieros enemigos de otros objetivos que pueden ser más estratégicos de aquel que se ha decidido inmolar. Mientras la entidad presidida por Rodrigo Rato esté por acción u omisión en la palestra, los demás pueden respirar tranquilos. La industria, una vez más, juega a trampear en el solitario. Porque aquí, libre de pecado, lo que se dice libre de pecado, más bien no hay ninguno. Al menos en su negocio español. Ni grandes ni pequeños. Y la suerte colectiva del sector hace tiempo que dejó de estar ligada a una institución en concreto. Es un error pensar que el sacrificio de Bankia calmará la ira de los dioses del mercado. Ahí fuera esperan una solución global. O todos o ninguno. No se equivoquen los que han hecho del caso, condición.

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