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La Europa imposible: 400.000 millones tirados en subsidios agrarios
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Alberto Artero

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La Europa imposible: 400.000 millones tirados en subsidios agrarios

Se inicia hoy la segunda ronda de conversaciones para tratar de cerrar el presupuesto comunitario del periodo 2014-2020. Tras el fiasco del mes de noviembre, donde

Se inicia hoy la segunda ronda de conversaciones para tratar de cerrar el presupuesto comunitario del periodo 2014-2020. Tras el fiasco del mes de noviembre, donde el Reino Unido puso por primera vez abiertamente encima de la mesa su incomodidad por pertenecer a la Unión, no pinta mejor este nuevo intento de llegar a un punto de entendimiento entre los distintos estados miembros (V.A., "La Europa sin presupuesto se rompe por el oeste", 26-11-2012). De no materializarse el acuerdo, se produciría una prórroga automática del convenio anterior y, con ella, la paralización de muchos proyectos tanto en curso como pendientes de iniciarse por falta de soporte legal. Más leña al fuego del carajal de la Eurozona.

Cualquier persona con dos dedos de frente tendería a pensar que buena parte de las diferencias se centran en determinar a qué proyectos estratégicos se les da prioridad, cuáles son las vigas maestras que deben sustentar la Europa de la segunda década del siglo XXI. Más en un momento como el actual, en el que el debate está entre integración o ruptura, entre desarrollo definitivo o estancamiento indefinido. Pues no, señores, no. Buena parte del conflicto gira alrededor de una ‘extravagancia’ como la política agraria común, esto es: el sector primario que, pese a suponer apenas el 2% y el 5% del PIB de la región, es el destinatario del 40% de los fondos a gastar en los próximos siete años, buena parte de ellos en forma de pagos incondicionales en función de niveles históricos de producción. Estamos hablando de 400.000 millones de euros, 400.000.

En el momento más duro de la crisis todo queda condicionado a un anacronismo, cuyo origen explica Charlemagne en esta curiosa entrada de The Economist: "Se trataba de un sistema encubierto de transferencias entre Francia y Alemania, una forma oculta de reparar el coste de la Segunda Guerra Mundial". Toma ya. Y que, a juicio de este mismo analista, tiene dos efectos perversos adicionales que argumenta en el post: perpetúa el sobredimensionamiento y las ineficiencias del sector, impidiendo su adecuada modernización y el fomento de la innovación, por una parte; y, por otra, no ayuda a resolver el problema de las desigualdades regionales al favorecer "a los grandes productores sobre los pequeños, a los ricos países del oeste –Alemania y Francia siguen siendo los mayores perceptores- sobre los menos boyantes del este". Vamos, una joyita, como aquel que dice (The Economist, "Milking the Budget", 24-11-2012).

Se da la paradoja de que, por evitar la racionalización de este mercado, cualquier recorte que se quiera plantear a las cuentas preliminarmente presentadas por Herman Van Rompuy se va a centrar en las partidas que cuelgan bajo el epígrafe de ‘crecimiento y competitividad’, I+D+i entre otros capítulos, cuya asignación se proponía subir de 55.000 a 80.000 millones de euros. Convendrán conmigo que suena surrealista en pleno siglo XXI. Menos desarrollo y más repollo. No es de extrañar que, aun con el factor de corrección que hay que aplicar a su tradicional patrioterismo, el Financial Times haya puesto el grito en el cielo en un editorial demoledor en el que acusa a los políticos comunitarios de "reventar las vías de la innovación en Europa, limitando de este modo su desarrollo futuro" (Financial Times, "Innovation is the future for Europe", 06-01-2013). Tiene toda la razón. Y más.

Es difícil encontrar justificación alguna para tanto despropósito. Pero como aquí el que no se consuela es porque no quiere, basta con mirar al otro lado del Atlántico para descubrir que la estulticia administrativa y presupuestaria en relación con esta cuestión no es patrimonio exclusivo de la Eurozona. En efecto, tras diversos avatares, en Estados Unidos rige una norma de, agárrense a la silla, 1949 por la que el Estado está obligado a comprar la leche hasta que su precio se iguale, ajustado por la inflación, con el nivel que tenía antes de la Primera Guerra Mundial, lo que supondría doblar su nivel actual de mercado. Toma Jeroma, pastillas de goma. Con el retraso del ajuste fiscal se ha impedido la aplicación automática de la regla, pero si finalmente se produce el tan temido cliff, podría ponerse en marcha en cualquier momento (Business Week, "Budget Deal Add-on would prevent doubling of Milk Prices", 01-01-2013).

Pero oiga, luego cuando les hablen de eso de la decadencia del mundo desarrollado no se crean nada de nada. Ya saben, es una láctea leyenda pastoril.

Se inicia hoy la segunda ronda de conversaciones para tratar de cerrar el presupuesto comunitario del periodo 2014-2020. Tras el fiasco del mes de noviembre, donde el Reino Unido puso por primera vez abiertamente encima de la mesa su incomodidad por pertenecer a la Unión, no pinta mejor este nuevo intento de llegar a un punto de entendimiento entre los distintos estados miembros (V.A., "La Europa sin presupuesto se rompe por el oeste", 26-11-2012). De no materializarse el acuerdo, se produciría una prórroga automática del convenio anterior y, con ella, la paralización de muchos proyectos tanto en curso como pendientes de iniciarse por falta de soporte legal. Más leña al fuego del carajal de la Eurozona.