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Bankia: la colocación tendrá que esperar al verano
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Alberto Artero

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Bankia: la colocación tendrá que esperar al verano

Vender o no vender, esa es la cuestión que parece plantearse a día de hoy en relación con la participación del estado en Bankia. Del 68%

Vender o no vender, esa es la cuestión que parece plantearse a día de hoy en relación con la participación del Estado en Bankia. Del 68% de titularidad pública, entre un 18% y un 20% podría pasar a manos privadas si entidad y Administración cedieran a las pretensiones de una banca de inversión que persigue monetizar en beneficio propio el creciente interés por nuestro país en general y por los activos bancarios españoles, en particular. Un deseo anticipado por Eduardo Segovia a principios del pasado mes de diciembre y confirmado ayer por la agencia Reuters que sitúa la fecha de la transacción en el primer trimestre de este año.

Cabe hacer sobre este tema una serie de reflexiones muy básicas.

Primera y principal, hoy en día no ha habido conversaciones de ningún tipo entre el Ministerio/FROB y la firma presidida por José Ignacio Goirigolzarri para que dicha colocación, fuera pública en el mercado o privada entre inversores institucionales, tenga lugar. Por tanto, no cabe hablar de un proyecto en firme con un calendario prefijado, sino de una suerte de wishful thinking al que este tipo de informaciones contribuye a dar ropajes de veracidad, metiendo de este modo presión a los afectados, especialmente al Gobierno.

Es verdad que, dada la dinámica de la entidad nacionalizada en los 19 meses que lleva al frente el nuevo equipo gestor, cualquier cosa es posible. El ‘todo va demasiado rápido’ es frase recurrente entre sus directivos. Sin embargo, desde Bankia siempre han defendido que su proyecto requiere un plazo mínimo de maduración, reflejado en su plan estratégico inicial. Si hace un año el planteamiento de una venta parcial podía parecer una quimera, hoy, aun siendo factible, resultaría precipitado pues, si bien la normalización operativa de la entidad es un hecho, queda aún por conseguir la financiera y la recuperación de la franquicia como alternativa para el público en general. Se han dado pasos de gigante, pero queda mucho por hacer para maximizar de forma sostenible su valor y compensar así parte de los desembolsos a fondo perdido que se han realizado desde Economía en otras entidades intervenidas.

Si cada día tiene su afán, parece lógico, además, que cualquier intento de recuperar para las arcas del Estado parte del dinero aportado en el proceso de saneamiento de la banca se produzca una vez que este haya concluido y no antes. Quedan sobre la mesa cuestiones como la de Ceiss, que se ha convertido en el cuento de nunca acabar, o CatalunyaCaixa, para la que parece que se va a aprobar una venta del legacy hipotecario de forma independiente del resto de los activos a fin de que, al menos, no cueste un chavo al erario público. Eso por no hablar de lo que puede suceder con otras instituciones menores de difícil supervivencia de forma autónoma. Antes de vender la victoria en la guerra –españoles, el proceso de restructuración ha terminado, sirva como prueba esta colocación– se han de completar todas las batallas. Los plazos sitúan cualquier operación tentativa no antes de la aprobación en junta de las cuentas auditadas de Bankia en vísperas del verano. En ningún caso con la premura que reflejan las últimas informaciones.

Cierto es que hay un argumento de coyuntura basado en la consideración reciente a escala internacional de una parte sustancial del balance de nuestros bancos como oscuro objeto de deseo, algo que se ha traducido en una multiplicidad de transacciones que afectan a fichas bancarias completas, a carteras de crédito o a bienes inmobiliarios. En este fenómeno ha primado más la esperanza derivada de unos precios atractivos que la experiencia de un entorno de negocio aún complicado tanto en términos de margen de intereses como de morosidad. Siendo así, existiendo como existe ese momentum, quizá la firma con menos riesgo de deterioro con independencia de lo que suceda a nivel macro en España sea la propia Bankia, precisamente por las prevenciones y el saneamiento acometidos con motivo de su cambio de rumbo hace ahora poco más de año y medio. Si, como dicen los ingleses, sus ejecutivos siguen haciendo las cosas by the book, será difícil que su franquicia no siga acumulando valor para alegría de Luis de Guindos y sus chicos. La paciencia todo lo alcanza.

O, dicho de otro modo, las prisas son siempre malas consejeras. Es deseo del propio Goiri, como así lo ha comentado en repetidas ocasiones, orientar la gestión de la entidad a la devolución acelerada de las ayudas. De momento, sus proyecciones se están cumpliendo al euro. No ha dado motivos para dudar de que cumplirá con sus compromisos. Precipitar el proceso para satisfacer la avidez de los de siempre no sólo parece innecesario, sino ilógico, en un momento en el que el banco comienza a ganar velocidad de crucero. Lo último que necesita hoy su directiva es variar el rumbo por cantos de sirena financieros que no conducen a ninguna parte. Dentro de seis meses, tal vez. Ahora, seguro que no. Nos emplazamos a julio. Se admiten apuestas.

Vender o no vender, esa es la cuestión que parece plantearse a día de hoy en relación con la participación del Estado en Bankia. Del 68% de titularidad pública, entre un 18% y un 20% podría pasar a manos privadas si entidad y Administración cedieran a las pretensiones de una banca de inversión que persigue monetizar en beneficio propio el creciente interés por nuestro país en general y por los activos bancarios españoles, en particular. Un deseo anticipado por Eduardo Segovia a principios del pasado mes de diciembre y confirmado ayer por la agencia Reuters que sitúa la fecha de la transacción en el primer trimestre de este año.

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