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El caso Bankia y el escándalo del Banco de España
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Alberto Artero

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El caso Bankia y el escándalo del Banco de España

No se puede comparar el Banco de España de Miguel Ángel Fernández Ordoñez con el de Luis Linde. Ni por asomo, por más que a este

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No se puede comparar el Banco de España de Miguel Ángel Fernández Ordoñez con el de Luis Linde. Ni por asomo, por más que a este último le faltaran a su llegada los arrestos necesarios para llevar a cabo en la institución la revolución radical de personas y procedimientos que el BdE necesitaba para intentar recuperar aceleradamente la credibilidad perdida durante el mandato de su predecesor. Sin embargo, no deja de ser paradójico que sus peritos hayan sido los elegidos por la judicatura para revelar irregularidades contables en Bankia que ponen a los pies de las demandas colectivas a sus gestores. No en vano, más allá de los desmanes de Blesa, Rato, Olivas y demás tropa, si hay alguien responsable por acción u omisión del desastre que terminó en la nacionalización de la entidad, es el anterior gobernador y su equipo. De hecho, sería un escándalo, otro más, que salieran de rositas de este asunto.

En efecto, mientras MAFO se dedicaba a vender por los cinco continentes las bondades del mecanismo de protección anticíclica de la banca española, con la famosa dotación contra resultados de las provisiones genéricas, las cajas de ahorro, y en menor medida los bancos, acumulaban exposición al sector inmobiliario no sólo a través de la financiación a promotores, sino mediante la participación directa en compañías del ladrillo o la concesión de créditos para la materialización de los sueños megalómanos de algunos de los actores principales de la farsa residencial. Fruto de ello fue una concentración de riesgo que, cuando estalló la burbuja, convirtió en quebradas a buena parte de las firmas semipúblicas regionales, cuya viabilidad era, simplemente, nula. Una de las más expuestas y, por ende, tocadas era Bancaja.

Asustado por esa realidad, el Banco de España prefirió hacer dejación de sus funciones y ponerse al servicio del poder político, dado el carácter sistémico del problema, en una estrategia conjunta de extend and pretend cuya manifestación más ridícula fueron los llamados SIP o fusiones en frío que perseguían unificar esfuerzos en servicios centrales a la vez que se mantenían las estructuras comerciales de las cajas supuestamente integradas. Era evidente que no era la solución, pero prefirió mirar hacia otro lado, lo mismo que hacían algunos responsables de inspección con informes de los inspectores más díscolos, aquellos que se atrevían a poner negro sobre blanco la verdad verdadera de las cajas en las que desempeñaban su labor. Ay, si el falso corporativismo no impidiera que algunos de estos silenciados hablasen…

A partir de ese momento, el supervisor fue permanentemente a rebufo, con la lengua fuera por los sucesivos cambios legislativos de un Gobierno superado por los acontecimientos. El mercado había dicho basta. La norma que permitía rebajar los requisitos de capital a quienes salieran al mercado bursátil en el peor de los momentos posibles fue uno de esos hitos en los que el silencio de MAFO se hizo aún más clamoroso. Fruto de esa presión fue precisamente una OPS como la de Bankia, que nunca se debiera haber producido. Ni equipo solvente, ni proyecto comercial, ni verdadero conocimiento del balance, ni na de na, qoud erat demonstrandum. Puro humo. Ni siquiera auditores, cuya colusión de intereses con sus trabajos de consultoría condujo a errores manifiestos de apreciación. Y todo ello, en esto razón a Rato no le falta, con equipos permanentes del Banco de España en la sede de la entidad.

Siendo como eran los responsables de acreditar la solvencia de la firma, su responsabilidad era mayúscula. Fueron colaboradores necesarios de una estafa que se convirtió en “operación de Estado” con enormes presiones a todos los actores que podían influir en que la salida al mercado fuera bien, medios de comunicación incluidos. Sin embargo, sin el nihil obstat del Banco de España, esto no habría sucedido. Pero claro, su laxitud previa, su dejación posterior de funciones y su abandono final facilitaron las múltiples argucias utilizadas por quienes ahora se encuentran en el punto de mira. Fernández Ordoñeztiene pendiente un juicio con la historia financiera de este país. Es hora de que se produzca, al calor de errores pasados que son, sin lugar a dudas, suyos también.

Buena y corta semana a todos.

No se puede comparar el Banco de España de Miguel Ángel Fernández Ordoñez con el de Luis Linde. Ni por asomo, por más que a este último le faltaran a su llegada los arrestos necesarios para llevar a cabo en la institución la revolución radical de personas y procedimientos que el BdE necesitaba para intentar recuperar aceleradamente la credibilidad perdida durante el mandato de su predecesor. Sin embargo, no deja de ser paradójico que sus peritos hayan sido los elegidos por la judicatura para revelar irregularidades contables en Bankia que ponen a los pies de las demandas colectivas a sus gestores. No en vano, más allá de los desmanes de Blesa, Rato, Olivas y demás tropa, si hay alguien responsable por acción u omisión del desastre que terminó en la nacionalización de la entidad, es el anterior gobernador y su equipo. De hecho, sería un escándalo, otro más, que salieran de rositas de este asunto.

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