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Así (de absurdamente) firma una bolsa su certificado de defunción
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Alberto Artero

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Así (de absurdamente) firma una bolsa su certificado de defunción

Una iniciativa como esta solo puede tener lugar en el país en el que la injerencia pública es mayor de toda la Unión Europea, paraíso de la socialdemocracia gobierne quien gobierne

Foto: La fachada de la Bolsa de París. (EFE)
La fachada de la Bolsa de París. (EFE)

Es una de las noticias destacadas en The Economist de esta semana.

Resulta que el año pasado se aprobó en Francia una norma, la ‘ley Florange’ según la cual los accionistas de una compañía que lleven más de dos años consecutivos manteniendo tal condición se verán premiados con el doble de derechos políticos que quienes no reúnan talrequisito.

Será de obligada aplicación en marzo de 2016.

Una iniciativa como esta sólo puedetener lugar en el país en el que la injerencia pública es mayor de toda la Unión Europea, paraíso de la socialdemocracia gobierne quien gobierne. De hecho, bajo la fachada de proteger sus joyas empresariales de la voracidad de terceros –viva el libremercado–se esconde la voluntad del Estado francés de mantener su control sobre una parte clave del entramado societario local.

No aprenderán.

La pérdida de peso corporativo de los galos a nivel mundial no hará sino acelerarse con esta propuesta.

Más tal y como está configurada.

En efecto, su concepción es absolutamente disparatada. Por una parte beneficia a la condición de socio, con independencia de si es financiero, industrial o especulativo; por otra, afecta a todas las compañías cotizadas sin distinción, limitando la posibilidad de concentración en industrias y sectores no estratégicos (al contrario de lo que ocurría, por ejemplo, con la llamada ‘acción de oro’); y, por último, se aplica por defecto salvo modificación estatutaria en sentido contrario que exige una mayoría cualificada en Junta de dos terceras partes del capital, porcentaje que se antoja elevado.

De locos.

No en vano, este último requisito ya está motivando movimientos acelerados por parte de los interesados en blindar su posición para evitar que los órganos de gobierno de las afectadas puedan rechazar la aplicación de la medida.

Así, por ejemplo, el Gobierno de Francia incrementó su participación en Renault del 15% al 19,7% de cara a la Junta del pasado 30 de abril, solo para reforzar su voto a favor de la vigencia la nueva ley. Su acciónpuede afectar a larelación con Nissan (Heard on the Street: “Renault-Nissan alliance needs stronger ties”, 05-05-2015). Algo parecido hizo Vincent Bolloré en Vivendi: incrementó circunstancialmente su posición del 10% al 15% impidiendo, de este modo, que se alcanzara el nivel de ‘síes’ necesario para mantener el régimen vigente de una acción-un voto.

Se da la paradoja de que, una vez que entre plenamente en vigor la ley, ambos podrán liquidar la mitad de sus títulosy mantener el control, lo que les permitirá hacer caja cuando más les convenga.

Doble premio a su ‘fidelidad’.

Es evidente que las consecuencias para el mercado bursátil francés no se van a hacer esperar. Afectará al interés de terceros por sus cotizadas, que disminuirá; a la valoración de las mismas, que eliminará cualquier prima de adquisición;a la posibilidad de cambios en la gestión en el caso de que las cosas vayan mal dadas;a su propio coste de capital a la hora de financiarse, que será más alto por la asimetría en el ejercicio del derecho al voto,a la viabilidad de cualquier iniciativa de consolidación dentro de sus fronteras y así sucesivamente. Descanse en Paz el CAC-40, descanse en paz.

Lo más curioso de todo es que, como recuerda el semanario británico en esta otra pieza de la misma edición, Europa no sólo no va a limitar estas ventajas, sino que está en su agenda reforzarlas, si no con derechos de voto, sí con incentivos fiscales, dividendos de ‘lealtad’ o acciones liberadas por la simple permanenciavulnerando de este modo el principio de igualdad del que hace gala en el tratamiento de buena parte de las cuestiones comunitarias.

De verdad, de verdad, de verdad...

En fin, es por estas cosas, entre otras, por las que Europa no tiene, definitivamente, remedio

Es una de las noticias destacadas en The Economist de esta semana.

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