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El votante del PP a cubierto: cuerpo a tierra que vienen los nuestros
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Alberto Artero

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El votante del PP a cubierto: cuerpo a tierra que vienen los nuestros

Es alucinante que no se haya producido reemplazo alguno en un Ejecutivo carente de crédito entre buena parte de la población. El mensaje es, sin duda, desolador para quienes aún tenían esperanza

Foto: María Dolores de Cospedal y Mariano Rajoy. (Reuters)
María Dolores de Cospedal y Mariano Rajoy. (Reuters)

Asombrado.

Así es como se siente el votante no militante del PP tras conocer los cambios anunciados en el seno del partido por Mariano Rajoy la semana pasada. Unas designaciones de carácter cosmético que persiguen comunicar más y mejor pero que obvian el problema principal de la formación: la terrible sensación de abandono existente entre sus electores.

O el presidente no se entera o no se quiere enterar. Lo que el ciudadano viene demandando desde hace meses no es que acalle las críticas internas con un lavado de cara que apenas deja un par de damnificados menores, sino que haga Política de altura, con mayúsculas, esa que es capaz de hacer que el pueblo recupere la fe en la acción de gobierno. En definitiva, el paso de la endogamia y el interés tacticista a la estrategia y la condición de estadista.

Pues bien, el mensaje ha sido justo el contrario.

Frente a la conveniencia social la supervivencia partidista.

Y el que venga que arree.

Es alucinante que no se haya producido reemplazo alguno en un Ejecutivo carente de crédito entre buena parte de la población. El mensaje es, sin duda, desolador para quienes aún tenían esperanza en que el gallego iba a mirar hacia fuera y quemar las naves de cara a unas generales que se antojan cuesta arriba.

Pero no.

Ha primado en él la creencia, real o ficticia, de que no le va a ir tan mal. Piensa que el voto del miedo solo puede encontrar cobijo en Génova; que la errática política de pactos de Ciudadanos puede restarle fuerza en los próximos cinco meses; que los acuerdos de izquierda son insostenibles en su configuración actual, más allá de lo utópico de sus propuestas; y que, por último, la ley electoral le favorece por lo que será la fuerza más votada con opciones de gobierno allá por noviembre.

Puede que tenga razón pero tales argumentos convierten en aún más miserable su actuación, en más sangrante su desdén por lo que interesa al conjunto de los ciudadanos. Ha decidido tirar la toalla y centrarse en su propia supervivencia y la de los suyos.

Terrible.

En tal sentido, no es un tema menor la renuncia de Jaime Pérez Renovales al puesto que desempeñaba en la actualidad, como responsable del conjunto de esos subsecretarios que, como saben, es el puesto técnico de mayor rango dentro de la Administración. El antiguo directivo del Santander se había convertido no sólo en el guardián de la racionalización de laestructurapúblicasino, más aún, en el principal legislador del reino. Su gabinete era quien configuraba la mayor parte de los proyectos de ley y decretos que finalmente veían la luz.

Pues bien, su salida es la suma tanto de una frustración (posible) de aspiraciones personales, desde una visión naif de la política como un lugar meritocrático (bienvenido a la realidad), como del reconocimiento (cierto) de que la suerte está echada y de que su labor como abogado del estado no tiene sentido desde el momento en que, con los últimos anuncios, el propio Mariano Rajoy da la legislatura por amortizada.

En fin.

Sea como fuere, esto es lo que hay. Una decepción tras otra. La falta de razones para confiar en los representantes públicos es cada vez mayor. Aumenta la seguridadentre muchos compatriotas de que fuera de España se vive mejor. De que, para que se lo lleven crudo, dejémosles lo menos posible. Que no son tan distintos unos y otros y de que apenas les diferencia la corbata. Casta que lo único que quiere es perpetuarse en el poder porque fuera de él, el vacío es inmenso e insoportable para muchos de sus miembros.

Buena semana a todos.

Asombrado.

Mariano Rajoy Ciudadanos