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Mentiras más que arriesgadas: así se (auto)engañan Grecia y la Eurozona
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Alberto Artero

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Mentiras más que arriesgadas: así se (auto)engañan Grecia y la Eurozona

Establecer una Europa de dos velocidades, como se planteó en el cénit del anterior default griego, quizás sea la solución más razonable, con una fórmula mixta de 'asociación' e integración

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(Reuters)

Y entonces llegó el referéndum.

¿Va a resolver algo?

No, al menos estructuralmente. Salga el sí o la propuesta del gobierno, la relación entre Grecia y el conjunto de Europa volverá a ser imposible. Antes o después, salvo cambio impredecible.

¿Por qué?

Seguidoresde uno u otro bando partende casillas falsas de salida, lo que dificulta notablemente la fiabilidad de cualquier conversación, la durabilidad de cualquier pacto. Mentiras arriesgadas en las que se escudan para evitar el caos y justificar lo injustificable.

¿A qué nos estamos refiriendo? A la primera en la frente.

Grecia no es un estado mediterráneo sino balcánico.

La tesis no es propiasino delpresidente de una empresa cotizada española que, por motivos que no vienen al caso, frecuenta asiduamente el país.

Con base a su experiencia concluye que la Ilustración recuperó de forma dañina un lustre político, filosófico y cultural griego que había desaparecido más de 22 siglos atrás.Elevó a la categoría de ortodoxo, un modo de pensar y actuar más propio de las películas de Emir Kusturica que de los cánones occidentales y relajó unos controles que el conocimiento real de la idiosincrasia local debiera haber llevado a reforzar.

En el pecado lleva la penitencia

Grecia ha engañado porque Europa le ha dejado.

Y Europa le ha dejado -cosa que no ha hecho con otros estados de la región que ahora quieren pertenecer al club de la moneda única-porque no ha sido capaz de comprender su verdadera realidad, la picaresca e informalidad que acompaña un modo de ser.

Puede parecer un argumento banal pero no lo es.

Ni mucho menos.

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Desfacer este entuerto se antoja ahora muy pero que muy difícil y, de hecho, la única alternativa razonable a largo plazo es la que propone el ala más extrema de Syriza que, por supuesto, la defiende con fines mucho menos elevados: el abandono del euro. Supondría la ruina para la nación griega pero también la única manera de que no esté eternamente condenada a perpetuidad por pretender ser lo que nunca va a ser.

Se abriría entonces un proceso largo y doloroso pero sanador.

Otra cosa es que, a día de hoy, con las servidumbres ya existentes, sea imposible de acometer. Estamos ante una posición intelectual de difícil concreción práctica sin una dosis elevada de caos por más que Syriza y sus chicos, y algunos Premios Nobel, como Stiglitz-aludiendo por cierto a ese ‘neocolonialismo al que nos acabamos de referir-defiendan lo contrario.

Sus tesis dan por bueno un segundo embuste, a saber: la prosperidad que siguió a la devaluación y el canje de deuda argentino de 2002, después de su particular corralito, sería la prueba de que las consecuencias de una decisión como esa no son tan fieras como las pintan.

Habría,pues, esperanza.

¿Seguro?

Bastaría con ver dónde se encuentra el estado latinoamericano trece años más tarde de aquella decisión para darse cuenta de que, en fin, bienestar a la largo plazo como que no. Viendo los problemas de financiación que aún afectan a su territorio, no es difícil concluir que fue pan para entoncesy poco más.

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De hecho, la gestora británica M&G ha elaborado un documento muy interesante sobre el particular en el que, partiendo de las similitudes entre ambas realidades financieras, señala que la solución no es extrapolable ni por entorno global, ni por capacidad de exportación, ni por posibilidad de crecer en turismo como ocurrió en la Argentinadelos años siguientes. Un país que, no lo olvidemos, sí contaba entonces con su propia moneda para facilitar la transición.

Adoptar, por tanto, una separación unilateral traería mucho más pain que gain y conduciría, casi con total certeza, a una situación estructural de ingobernabilidad que no conviene a nadie desde un punto de vista geoestratégico.

Vamos terminando.

Seguimos, pues, en el campo de la especulación. No en vano, la expresión de moda en las últimas semanas en el mundo anglosajón en relación con Grecia es ‘uncharted waters’, territorio desconocido.

Y es verdad.

Asumir que Grecia no es Europa y aceptar que fuera de Europa, Grecia no tiene solución es una paradoja de difícil resolución. Establecer una Europa de dos velocidades, como se planteó en el cénit del default griego anterior, quizás sea la solución más razonable, con una fórmula mixta de 'asociación' e integración y una devaluación de las paridades con el euro de los socios comunitarios con un déficit estructural de competitividad.

El problema es que, llegados a este punto, lo idóneo queda muy lejos de lo factible.

En fin…

Y entonces llegó el referéndum.

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