Es noticia
La política y la DGT
  1. Motor
  2. Automaníacos
Carlos Cancela

Automaníacos

Por
Carlos Cancela

La política y la DGT

Desde hace semanas se viene hablando de la Reforma del Reglamento de Circulación, y como no podía ser de otra forma, se han confirmado los peores

Desde hace semanas se viene hablando de la Reforma del Reglamento de Circulación, y como no podía ser de otra forma, se han confirmado los peores vaticinios para el automovilista. Según ha anunciado la DGT, tras la comparecencia de María Seguí en la Comisión de Seguridad Vial y Movilidad Sostenible, se va a limitar la velocidad en “muchas zonas urbanas” a 30 km/h. En las carreteras secundarias el límite pasa a ser de 90 km/h en todas las carreteras, incluso en las que antes se podía circular a 100 km/h. Y habrá nuevos límites aún más bajos.

La directora general dice que “con la idea de reducir la siniestralidad en el casco urbano y configurar una ciudad más cómoda y sostenible, la DGT propone introducir el límite de velocidad de 30 km/h en muchas de las calles de las ciudades”. Otro aspecto que me ha llamado la atención es el apoyo incondicional a los ciclistas y la apuesta que la DGT hace porque se potencien al máximo los desplazamientos en bicicleta o andando.

En el año 2011, último con datos consolidados sobre víctimas de tráfico, perdieron la vida en accidente de tráfico  49 ciclistas y de estos accidentes 37 se produjeron en vías interurbanas y solo 12 en vías urbanas, sin duda su entorno natural. Conseguir rebajar aunque solo sea una víctima mortal sería realmente maravilloso, por supuesto y yo haría cualquier cosa por ello.

Todas las medidas que se toman desde el Gobierno tienen sus efectos colaterales. Con un límite de 30 km/h, o incluso de 20 en algunas zonas, los atascos serán mayores y la contaminación también. ¿Cuántas personas van a morir por el incremento de contaminación de las ciudades como consecuencia de la reducción de la velocidad?

Los conductores somos muchas veces los culpables de los accidentes, pero no siempre. Las cifras de los índices de alcohol medidos en los peatones atropellados ponen los pelos de punta, pero el conductor siempre es el “culpable” de todo, pase lo que pase. ¿Cuántas veces han visto a una persona que cruza por mitad de una calle mirando para el otro lado de donde vienen los coches, o escribiendo un mensaje en su smartphone? Hace algo más de un mes un tren ha atropellado a un peatón que cruzaba por un paso a nivel con las barreras cerradas, porque iba escuchando su música a todo volumen y no se enteró de que llegaba el tren. Y cuántas veces pasa eso en una calle de nuestra ciudad.

Por supuesto, se trata de conseguir compartir las calles entre todos, y de que todos nos respetemos, de que un conductor no sea más que un ciclista o que un peatón, pero tampoco se trata de que el malo siempre sea el conductor. El ciclista está en una posición más débil que el automovilista, pero a su vez, el peatón está en una posición aún más débil que la del ciclista. ¿Por qué ahora el ciclista es el protagonista para la DGT, sobre todo en un país como España en el que el uso de la bicicleta es realmente mínimo?.Y ojo, me parece muy respetable el uso de la bicicleta. 

Cuando la directora general de Tráfico anuncia a bombo y platillo estos cambios advierte que esta reducción de la velocidad se debe a que un atropello a 80 km/h tiene un 95% de posibilidades de terminar en la muerte del peatón. A 50 km/h la probabilidad es de un 50% y a 30 km/h es de un 5%. Pero no dice lo más importante, que a 0 km/h la probabilidad de perder la vida es del 0%. Si se prohíbe el tráfico rodado, las víctimas del tráfico serán cero. Y cada día estamos acercándonos a ese objetivo. Pero entonces ya no se podrá llamar Dirección General de Tráfico.

Por el contrario, hay muchos estudios que avalan la importancia del uso del casco entre los ciclistas, pero la DGT no va a obligar su uso, al menos de momento, porque puede desincentivar el uso de la bicicleta, y lo que va a hacer es proponer la creación de una comisión en el Congreso para estudiar el caso.

Estos son los dos baremos de la DGT, para los conductores se limita todo porque sí, porque lo digo yo, y para los ciclistas, a los que les podría salvar la vida llevar el caso puesto, se va a estudiar a ver si se pone en marcha alguna reglamentación, al menos para los niños, que obligue su uso en un futuro.

Y de los 130 km/h creo que no merece la pena ni hablar. Solo en alguna ocasión, en tramos muy concretos, en condiciones puntuales excepcionales y siempre controlado por un responsable de la DGT a través de los paneles informativos de las carreteras. Esos mismos paneles y controladores que a las 12 de la mañana siguen anunciando las retenciones que había a las nueve de la mañana en plena hora punta. Ese límite excepcional de 130 km/h lo pondrán un día en un tramo de carretera durante 15 minutos y avisarán previamente a la Prensa para que los compañeros fotógrafos tomen la foto y hagan de notarios de la actualidad.     

En el fondo, la única razón para limitar la velocidad aún más, que es lo que busca la Reforma del Reglamento de Circulación, es que ya no salen las cuentas de los Presupuestos Generales del Estado en cuanto a sanciones. El capítulo de multas que debe imponer la DGT va subiendo cada año, pero cada vez hay menos desplazamientos y, como casi nadie puede permitirse pagar más multas, todos vamos más despacio. Y por ello hay que reducir nuevamente los límites y poner más radares. Y sobre todo crear la duda de a qué velocidad se puede circular en cada momento y en cada zona.

Lo más triste de todo es que Pere Navarro, el anterior Director General de Tráfico, era un funcionario que de coches, de conducción, de circulación y de seguridad vial no sabía nada, pero cuando llegó al cargo le dieron las premisas básicas: hay que reducir la siniestralidad y poner multas por un importe concreto de millones de euros. Navarro llenó las carreteras de radares y consiguió el objetivo.

La nueva directora general de Tráfico, María Seguí, lo sabe todo sobre Seguridad Vial, sobre accidentes, sobre tipología de los siniestros y seguro que tiene muchas ideas muy válidas para mejorar la política del departamento que dirige. Pero la DGT es un cargo político, sujeto a las directrices políticas del partido en el Gobierno, de las que no se puede salir.

La solución para que la DGT de verdad sea un organismo competente es poner al frente a un experto en tráfico, en seguridad vial, sea del partido político que sea, y sobre todo quitar de los Presupuestos Generales del Estado la partida de multas de tráfico de la DGT. Y dejar que se haga un trabajo continuado de reformas para lograr un objetivo a largo plazo. Este no puede ser aguantar cuatro años y añadir una nueva entrada en el currículum profesional. Que la Dirección General de Tráfico, que es un organismo técnico muy importante de la Administración, esté dirigida por un cargo político es impresentable, y así nos luce el pelo.  

Desde hace semanas se viene hablando de la Reforma del Reglamento de Circulación, y como no podía ser de otra forma, se han confirmado los peores vaticinios para el automovilista. Según ha anunciado la DGT, tras la comparecencia de María Seguí en la Comisión de Seguridad Vial y Movilidad Sostenible, se va a limitar la velocidad en “muchas zonas urbanas” a 30 km/h. En las carreteras secundarias el límite pasa a ser de 90 km/h en todas las carreteras, incluso en las que antes se podía circular a 100 km/h. Y habrá nuevos límites aún más bajos.