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Carlos Cancela

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Carlos Cancela

Derechos y deberes

La convivencia se basa en que todos los ciudadanos tenemos una serie de derechos, pero también unos deberes que todos tenemos que cumplir con el objetivo

La convivencia se basa en que todos los ciudadanos tenemos una serie de derechos, pero también unos deberes que todos tenemos que cumplir con el objetivo de que las cosas funcionen correctamente. Los derechos individuales de cada persona acaban donde empiezan los derechos de las otras personas.

Todos tenemos, por el simple hecho de ser conductores o peatones, o estudiantes o autónomos, o funcionarios, o simplemente ciudadanos españoles, unos derechos que nos protegen, pero también unos deberes que nos obligan. Eso, que es muy fácil de entender, cada día funciona menos. ¿Ustedes han escuchado alguna vez a una persona decir que tiene la obligación de hacer algo?. A veces se habla de ello, pero es muy poco frecuente. Lo que está a la orden del día es el “tengo derecho a “. Y esa es ya una muletilla para el día a día.

Las leyes, sean en el ámbito que sean, nos obligan a todos los ciudadanos. No hay nadie que esté excluido de cumplir con la legislación, si bien puede haber alguna circunstancia eximente. Por ejemplo, los policías tienen que cumplir las mismas leyes que el resto de ciudadanos salvo que por su trabajo tengan que saltarse una norma concreta. Un ciudadano normal no puede llevar una pistola, pero un policía sí. Pero ese policía tiene una serie de obligaciones con respecto al uso de la pistola. No puede hacer lo que le dé la gana con ella.

Un agente de la Guardia Civil de Tráfico que está persiguiendo a un conductor peligroso puede, sin poner en peligro al resto de usuarios de una carretera, superar los límites de velocidad. Pero lo que no puede hacer es rodar tranquilamente a 150 km/h por ser un Guardia Civil. Los agentes, como todos los ciudadanos, tienen que cumplir estrictamente las normas.

La circulación por carreteras o por las calles de una ciudad exige que todos los que vamos por esos viales cumplamos con nuestras obligaciones, sin excepción. Un ciclista, por ejemplo, tiene todo el derecho de poder circular por una calle o por una carretera pero debe cumplir una serie de obligaciones que en algunos casos no cumple. El semáforo rojo está igual de rojo para un turismo, para un autobús de la EMT, para un policía o para un conductor de una moto o una bicicleta. El problema es que con frecuencia los autobuses, los policías y los ciclistas se saltan los semáforos y solo se multa a los conductores de coches y motos. Y los peatones ni miran como está el semáforo y cruzan directamente.

Derechos y deberes deben ser dos conceptos que vayan siempre unidos, que no se pueda hablar de uno de ellos sin hablar del otro. No sé si alguno de ustedes ha hablado con un ciclista, pero siempre argumentan que los conductores no les respetan, que no dejan el metro y medio de separación para adelantarles. Pero cuando ellos son los que adelantan a los coches para ponerse los primeros en el semáforo pueden pasar golpeando los espejos de los coches que están parados. Si un coche les pasa a 30 km/h es peligroso para ellos… pero si ellos pasan a 20 km/h a un coche parado no es peligroso. Pero las normas están para todos.

Los conductores de coches también tenemos mucho que callar. En general, nadie cumple con los límites de velocidad. Cada mañana hago unos cuantos kilómetros por la M40 con un límite de 100 km/h y no hay ni un solo coche ni camión que circule a menos de 100 km/h, que es lo que dice la ley. Lo normal es que todos circulen entre 110 y 120 km/h. Me parece absurdo que al menos en el tramo que yo hago de esta carretera, con cuatro o cinco carriles, iluminada y con los laterales vallados, haya que circular a 100 km/h, pero son las normas y hay que cumplirlas.

Hay muchos radares en las carreteras españolas y cada vez más helicópteros para poner multas, pero la DGT tiene el derecho de poner estos radares porque los conductores no cumplimos con nuestros deberes. Otra cosa diferente es si la DGT no tiene entre sus deberes velar por la seguridad vial, presionar al Gobierno para que las carreteras estén bien mantenidas y señalizadas o porque los límites de velocidad se ajusten a la realidad o no haya un exceso de señales. Y sobre todo la obligación de formar a los conductores y no de brearles a multas para cubrir el presupuesto.

Si se habla con un motorista, el argumento que emplea es que hay que dejar distancia y que hay que respetarles porque son más débiles. Y es cierto, pero ellos también deben cumplir sus reglas. No pueden ir metiéndose entre coches a la velocidad que lo hacen porque es imposible que un conductor normal pueda ver a una moto que se acerca cada vez por un carril y con una trayectoria imprevisible.

Y he dejado para el final lo que me parece más peligroso, que es el tema de los peatones. Cada día se reducen las víctimas del tráfico, pero curiosamente aumentan los atropellos y no solo en ciudad, sino también en carretera. Por supuesto los peatones tienen sus derechos, pero nuevamente deben ir unidos con sus obligaciones. Cuando una persona va andando por una ciudad llega a cruces en los que tiene preferencia y a otros en los que no la tiene. Pero en muchos casos al peatón eso le importa poco.

El peatón que llega a una paso de cebra y se da cuenta de que hay ese paso cruza pensando que es el dueño de la calle y que los coches se tienen que parar como si les fuera la vida en ello. Pero cuando llegan al siguiente cruce, en el que no hay un paso de cebra, cruzan por mitad de la calle exactamente igual, pensando que los conductores se tienen que parar porque sí. Y lo más grave es que en muchos casos las personas van andando por la calle con su música puesta o escribiendo un mensaje en su móvil y ni siquiera se dan cuenta de que están cruzando una calle.

Debo hacerme eco del último accidente en el que tres niñas han perdido la vida al ser atropelladas en un pueblo de Toledo. No conozco todos los datos, pero parece ser que el conductor ha dado positivo en el control de alcoholemia, pero por una centésima, es decir 0,26 g/l cuando el límite legal es de 0,25 g/l. Algunas fuentes hablan de que el conductor se durmió, otras que las niñas iban andando por dentro de la carretera, pero en algunos medios ya se habla de que el conductor iba borracho. Si la legislación permite conducir legalmente con 0,25 g/l, decir que con 0,26 se va borracho quizá sea excesivo. Lo más probable es que solo haya sido un lamentable accidente en el que se ha juntado un conductor dormido con unas niñas andando por una carretera en una noche muy oscura y mucha mala suerte.

La convivencia se basa en que todos los ciudadanos tenemos una serie de derechos, pero también unos deberes que todos tenemos que cumplir con el objetivo de que las cosas funcionen correctamente. Los derechos individuales de cada persona acaban donde empiezan los derechos de las otras personas.

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