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Inaceptable aumento de la siniestralidad
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Carlos Cancela

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Carlos Cancela

Inaceptable aumento de la siniestralidad

Las pasadas navidades fueron una llamada de atención para la siniestralidad en las carreteras españolas. En el periodo navideño, y según los datos oficiales facilitados por

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Las pasadas navidades fueron una llamada de atención para la siniestralidad en las carreteras españolas. En el periodo navideño, y según los datos oficiales facilitados por la DGT, perdieron la vida en accidentes de tráfico en vías interurbanas 52 personas, es decir 10 personas más que en el mismo periodo de 2013.

El año ha empezado mucho peor, porque entre el día 1 y el 29 de enero, según las últimas cifras oficiales de la Dirección General de Tráfico, han fallecido 81 personas, es decir 25 personas más que las fallecidas entre esos mismos días en 2014. Un 44% de incremento, y eso es inaceptable.

Llevamos años, muchos años, en los que la siniestralidad ha ido bajando de manera notable en España. En 1990 perdieron la vida en las carreteras españolas 5.736 personas y en el año 2000 la cifra bajó hasta 4.706 personas. En el año 2005, por ejemplo, fueron 3.652 los fallecidos en accidente de tráfico en carretera. Y en un plazo de diez años se ha reducido esa dramática cifra en un 70% hasta quedar en 1.129 fallecidos en el 2014.

A este descenso han contribuido sin duda factores externos. Por un lado los coches son cada día mucho más seguros. Un buen coche del año 2014 tiene muchas menos posibilidades de sufrir un accidente y en el caso de producirse las consecuencias son mucho menos graves. Los coches incorporan la tecnología más avanzada para lograrlo.

También ha contribuido a este descenso la crisis, que ha obligado a los usuarios a utilizar menos el coche, a reducir su uso al mínimo y también a conducir más despacio para ahorrar combustible. Otro factor que también ha ayudado a este descenso ha sido, sin duda, la instalación de radares, con los que la DGT y otros organismos que controlan el tráfico han llenado materialmente las carreteras y calles de las ciudades.

Pero esto de los radares ya no funciona. No se puede basar el futuro de la seguridad vial, que nos afecta a todos los españoles, en una política cada vez más represiva, más restrictiva y más policial. Hay que concienciar a los conductores, educar a los niños y hacer que todos vayamos por las carreteras de manera más segura y tranquila, cumpliendo con las normas. Sobre todo hay que quitarse de la cabeza que si un día vamos solos por la autopista circulando perfectamente y con seguridad y pasamos por un radar a 127 km/h pagaremos 100 euros de multa.

Yo creo que hacer que las carreteras sean más seguras es algo bastante fácil de conseguir a largo plazo: solo hay que poner las “semillas” adecuadas en los niños que van al colegio con cuatro, o cinco o seis años. Y esperar que germinen. Cuando esos niños sean conductores, si han aprendido bien la lección, serán buenos conductores el día de mañana. Todos estaremos mucho más tranquilos entonces y las cifras de víctimas bajarán drásticamente.

Me paso muchos días cada año conduciendo por carreteras fuera de España. Y en pocos sitios hay una competencia tan brutal como la que hay en España. Muchos conductores se plantean cada desplazamiento como una auténtica carrera, como un pulso por intentar superar a los otros. Tratar de adelantar, aunque sea en prohibido, aprovechar cada hueco para adelantar a los demás es la obsesión de muchos conductores a diario.

En un momento de crisis como el que todavía vivimos, hay conductores capaces de ir quemando gasolina por ir más deprisa, de arriesgarse a que les pongan una multa por quedar por encima de otro. Y sobre todo, poner en peligro su vida y las de los demás, estar siempre tensos y cabreados. Y todo por ganar a los otros, por demostrar ser más listo.

En Estados Unidos hay muy pocos radares para controlar la velocidad. A principios de este siglo, empezaron a proliferar los radares en sus carreteras, hasta que un juez dictaminó que iba en contra de la libertad de los ciudadanos estar pasando permanentemente por estos aparatos de control. Y desde entonces hay muy pocos. Pero los americanos circulan a su velocidad legal, mantienen la distancia, se respetan unos a otros porque el objetivo de todos es el mismo, llegar los más tranquilos posible a su destino. Son profesionales de hacer desplazamientos.

En Alemania tienen tramos de autopista sin límite de velocidad, algo único en el mundo. Pero los conductores alemanes son muy cumplidores de las normas. Y da gusto viajar por esas carreteras. Cada uno va a la velocidad que quiere, pero por encima de todo está el respeto a los demás. Y si de repente aparece una indicación de 130 km/h en una autopista, todos los conductores clavan los frenos inmediatamente.

El conductor alemán que va a 250 km/h entiende que otro coche puede hacer un adelantamiento a una velocidad menor y frena pronto para hacer que la maniobra sea más segura para todos. En España, el que va adelantando por la izquierda va a la velocidad que quiere y se cree que la carretera es suya, que todos se tienen que quitar para dejarle pasar. No frena, solo pone las luces y toca el claxon.

Rodamos, en general, más deprisa de lo permitido, vamos pegados al coche de delante, circulamos por el carril central cuando hay tres carriles y si vemos la más mínima posibilidad de adelantar al de delante, lo hacemos aunque sea aumentando la velocidad hasta 140 km/h. O pisando una línea continua. Parece que lo único que nos importa es superar al de delante.

Las pasadas navidades fueron una llamada de atención para la siniestralidad en las carreteras españolas. En el periodo navideño, y según los datos oficiales facilitados por la DGT, perdieron la vida en accidentes de tráfico en vías interurbanas 52 personas, es decir 10 personas más que en el mismo periodo de 2013.

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