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¿Por qué la Unión Europea sigue apoyando el diésel?
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Carlos Cancela

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¿Por qué la Unión Europea sigue apoyando el diésel?

Los políticos europeos hablan cada día del apoyo al vehículo eléctrico, pero la pregunta es dónde está realmente ese apoyo al coche movido por electricidad

Foto: La contaminación aumenta en las grandes ciudades
La contaminación aumenta en las grandes ciudades

Cada día se habla más de contaminación, poco a poco las ciudades aumentan sus niveles de polución y aunque solo una pequeña parte de dicha atmósfera enrarecida está provocada por los automóviles, estos son los que al final pagan por todos los problemas. El futuro depende de las políticas medioambientales que se apliquen, y a juzgar por los pasos que se están dando desde Bruselas vamos muy mal encaminados.

La Unión Europea (UE) es la única responsable de que las ciudades europeas estén muy contaminadas, y la cuestión fundamental es el apoyo permanente que se le ha dado al vehículo diésel. Por supuesto que no es un tema exclusivo de Europa, porque también lo está sufriendo China, México, El Cairo o las ciudades indias más pobladas. Pero el apoyo constante y permanente al uso del gasóleo sigue pasando factura.

Los políticos son eso, políticos, y están acostumbrados en muchos casos a vender humo, y nunca mejor dicho que en este caso concreto de la contaminación. Los políticos europeos hablan cada día del apoyo al vehículo eléctrico, pero la pregunta es dónde está realmente ese apoyo al coche movido por electricidad. La UE apoya el coche eléctrico, pero los que realmente deben dar los pasos son los estados miembro.

Y eso solo lo hacen los que realmente quieren hacerlo, como es el caso de Noruega, el líder europeo en esta tecnología de coche eléctrico, u Holanda y Francia. Pero son decisiones propias de los países y no de Europa. Lo que sí hace la UE es imponer normativas que son las que al final marcan el futuro. La nueva normativa comunitaria obliga a una reducción hasta los 95 gr/km de las emisiones de CO2 medias de las gamas de los fabricantes en Europa en 2021.

Con la tecnología actual es imposible que los coches medios o grandes de gasolina puedan lograr ese valor de emisiones de CO2. En el año 2021 lo que vamos a comprar serán coches eléctricos, pero muy pocos, y todavía muchos coches de gasóleo. Pero curiosamente los alcaldes de algunas de las principales ciudades europeas ya comienzan a prohibir el coche de gasóleo dentro de las ciudades.

Los políticos que se reúnen en Bruselas cada cierto tiempo para tomar decisiones supuestamente importantes siguen empeñados en que los europeos sigamos usando el coche diésel, pese a ser lo más contaminante que hay. Por el contrario los políticos de las ciudades están dispuestos a poner el freno definitivo a esa tecnología.

Los apoyos, o las apuestas, tienen que venir acompañados de dinero, de exenciones de impuestos o de algún tipo de ayuda. En Estados Unidos se aprobó en 2016 un plan de ayudas de 4.000 millones de dólares para potenciar el coche eléctrico, y la cosa parece que funciona bien. En Alemania, uno de los países más atrasados en la implementación del coche eléctrico en Europa, se ha aprobado un plan de 1.000 millones de euros para fomentar su uso, para reforzar las infraestructuras y apoyar la venta de estos vehículos.

En España estamos, como casi siempre, a la cola también en este sentido. El Plan Movea todavía no está aprobado, pero el borrador está preparado desde octubre del año pasado y contempla unas ayudas de 17 millones de euros. Pero en esta cantidad entrarían vehículos de cuatro y dos ruedas eléctricos y hasta bicicletas de pedaleo asistido, coches de gas natural o de gas licuado de petróleo.

Los fabricantes de automóviles tienen una gama de vehículos eléctricos que se amplía cada día con nuevos modelos, pero ni siquiera ellos saben cuántos o cuándo los van a vender ni si realmente es una tecnología con futuro. Las tendencias las marcan los gobiernos con sus políticas, por lo que me temo que vamos a seguir muchos años con el coche diésel.

Pero no toda la culpa la tienen los políticos, ya que tampoco los usuarios hacemos mucho en favor de la reducción de la contaminación. Muchos viven una situación económica complicada no pueden cambiar de coche y comprar uno menos contaminante. Eso es razonable, pero los que sí pueden cambiar de vehículo buscan comprar coches cada vez más potentes y rápidos, y por ello también más contaminantes frente a otros con menos caballos.

Con las carreteras actuales llenas de límites de velocidad que hay que cumplir y aún más llenas de coches en las que no se puede pasar en ningún caso de los 120 km/h en España, ¿para qué queremos comprar un todocamino con 180 caballos que supera la barrera de los 220 km/h? Los fabricantes hacen esos coches porque son los que compran los clientes. Y los hay de 300 o 400 caballos.

Si queremos reducir de una vez por todas la contaminación, todos debemos implicarnos en ello. Bruselas debe poner en marcha otra forma de legislar en la que se apoye más el gas natural y la electricidad y se prime menos el uso del gasóleo. O lo que es lo mismo: en lugar de basar el futuro en las emisiones de CO2, hacerlo en las emisiones más contaminantes, las de óxidos nitrosos, las de partículas no quemadas, etc.

Usar el transporte público y hacer un uso racional de los vehículos es cuestión de los ciudadanos. No tiene sentido usar un todocamino de siete plazas, cinco metros y 300 caballos para ir a llevar cada día a los niños al colegio, como tampoco lo tiene ir a diario hasta el mismo centro de la ciudad en el coche privado.

Cada día se habla más de contaminación, poco a poco las ciudades aumentan sus niveles de polución y aunque solo una pequeña parte de dicha atmósfera enrarecida está provocada por los automóviles, estos son los que al final pagan por todos los problemas. El futuro depende de las políticas medioambientales que se apliquen, y a juzgar por los pasos que se están dando desde Bruselas vamos muy mal encaminados.

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