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José Antonio Gurpegui

Crónicas del Imperio

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La suerte está echada: ¡no va más!

Se acabó el tiempo. La bola gira veloz en la ruleta y ya no es posible efectuar más apuestas. Sobre el tapete, más de 2.000 millones

Se acabó el tiempo. La bola gira veloz en la ruleta y ya no es posible efectuar más apuestas. Sobre el tapete, más de 2.000 millones de dólares repartidos en las 50 casillas que son los estados de la unión con el 0 para el Distrito Federal. En juego, 538 votos electorales; pero la banca salta con 270. En las pantallas laterales se reflejan las jugadas anteriores: errores de valoración, flagrantes meteduras de pata, despistes de 90 minutos, incluso un huracán que se coló en la partida a última hora. Y cada jugador ha hecho su apuesta: al rojo del elefante, o al azul del burro.

Parece ser que Romney, con los 57 votos de Florida, Virginia y Carolina del Norte, superará los 53 de Ohio, Nevada, Colorado, Iowa, Wisconsin y New Hampshire que pueden caer del lado de Obama. Pero esos cuatro votos de ventaja en los estados bisagra, según indican las últimas predicciones, pueden no ser suficientes para el republicano, que se quedará a unos 20 votos de los emblemáticos 270 y a casi 50 de los 300 que parece rondar Obama.

Esta es la predicción de Político; las de ‘Five Thirty Eight’ del New York Times incluso van más allá, estableciendo los guarismos 307-231 a favor del actual presidente. Sin embargo, los verdaderos especialistas en encuestas, Gallup, pronostican el empate, si acaso con una leve ventaja para Romney. Si me obligaran a apostar lo haría por Barack Obama, y no únicamente por lo que pronostican las encuestas.

La semana pasada, el periodista y profesor Miguel Ángel Benedicto, durante la presentación del libro Estados Unidos 3.0 (Plaza y Valdés, 2012), del que es coautor junto a Rafael Barberá (el domingo pudieron leer su artículo ‘Goldman, Bank of America, JP Morgan, Credit Suisse y otros donantes de Romney’) alababa la figura de Obama al reconocer que había logrado superar la grave crisis heredada de su antecesor, George W. Bush, había devuelto a América el liderazgo moral internacional perdido mejorando su imagen en el mundo y, mal que bien, había logrado sacar adelante una ley de sanidad que beneficia a los más desprotegidos.

Parece ser que Romney, con los 57 votos de Florida, Virginia y Carolina del Norte, superará los 53 de Ohio, Nevada, Colorado, Iowa, Wisconsin y New Hampshire que pueden caer del lado de Obama. Pero esos cuatro votos de ventaja en los estados bisagra pueden no ser suficientes para el republicano, que se quedará a unos 20 votos de los emblemáticos 270

Unos argumentos muy en la línea del editorial publicado por el Washington Post en su endorsement ('respaldo') a Obama. El problema del actual presidente radicaba en la irracional esperanza que generó en la anterior campaña y la nula colaboración de los republicanos, influidos por los representantes del Tea Party, tras las legislativas de 2010. Asumiendo los planteamientos de Benedicto -más en lo referente a los logros que a los impedimentos- creo que existen otras razones incluso de mayor calado que, desde mi punto de vista, propiciarán la reelección de Obama por otros cuatro años.

Son contados los presidentes que no han sido reelegidos para un segundo mandato; si la memoria no me falla -una vez más- en mi vida de más de medio siglo tan solo conozco los casos de Jimmy Carter, que perdió su reelección contra Ronald Reagan en 1980, y George Bush padre, que fue derrotado por Bill Clinton en 1992 (no considero el caso atípico de Gerald Ford). Pero ni Obama ha cometido los graves errores de Carter o Bush, ni Romney tiene la personalidad, atractivo y carisma de Reagan o Clinton. Bien es cierto que ningún presidente aspiró a la reelección con unos guarismos equiparables al actual índice de paro de casi un 8% en los Estados Unidos, pero en los últimos dos años la Administración Obama ha creado más de cinco millones de nuevos empleos.

Por otra parte, su controvertida reforma sanitaria favorece, en buena medida, al segmento de población mayoritariamente azotado por el paro. Obviada la fidelidad de los afroamericanos, resulta de suma importancia la que le profesan los hispanos, que en algunos estados puede resultar determinante. Más allá de los nefastos 90 minutos de somnolencia durante el primer debate con Romney, el presidente no ha cometido ningún error considerable, manteniendo un perfil bajo, sin arriesgar, en dos temas que podrían perjudicarle más que beneficiarle: su apoyo al aborto y los matrimonios homosexuales. Además, todo indica que el huracán Sandy le ha beneficiado en la intención de voto.

Los desencantados de Obama

Romney ha basado su campaña en su experiencia empresarial y sus actuaciones como gobernador de Massachusetts. También cuenta con los desencantados de Obama, que no son pocos, pero que ya de por sí se concentran en estados eminentemente republicanos. El deterioro económico, que era su gran baza, parece haber mejorado levemente, algo que ha sabido explotar convenientemente la Administración demócrata como el origen de la recuperación. En política exterior no ha planteado alternativa alguna a lo planificado por Obama, llegando incluso a retractarse de sus originales planteamientos respecto a Afganistán.

Si bien su imagen pública ha mejorado exponencialmente, no ha logrado desterrar totalmente la idea de que, a fin de cuentas, es un millonario ajeno a las preocupaciones y problemas del ciudadano medio. Pese a lo que digan las encuestas, me resulta difícil de asumir que los 90 minutos de gloria durante el referido primer debate sean suficientes para que amplios segmentos del electorado olviden errores propios y ajenos, como las últimas declaraciones de correligionarios respecto al asesinato que supone el aborto incluso en casos extremos o de violación, lo que ha molestado a un grupo al que Romney pretendía llegar: las mujeres jóvenes.

En cuanto a los hispanos, no ha mantenido una postura clara en un tema tan sensible como las deportaciones y las leyes de emigración. Y los destrozos del Sandy han representado un varapalo para sus políticas de recortes y energética (cambio climático). En definitiva, no creo que Romney haya logrado convencer al electorado de que sería mejor presidente que Obama.

Sin embargo, en el juego de la ruleta el azar es caprichoso, y muchos se han arruinado haciendo caso a las probabilidades: tras 25 veces consecutivas cayendo la dichosa bolita en rojo-par, apostaron todo su capital a negro-impar. Tal vez mañana sea yo el que se haya quedado sin un duro, y me vea reclamando su caridad.

Se acabó el tiempo. La bola gira veloz en la ruleta y ya no es posible efectuar más apuestas. Sobre el tapete, más de 2.000 millones de dólares repartidos en las 50 casillas que son los estados de la unión con el 0 para el Distrito Federal. En juego, 538 votos electorales; pero la banca salta con 270. En las pantallas laterales se reflejan las jugadas anteriores: errores de valoración, flagrantes meteduras de pata, despistes de 90 minutos, incluso un huracán que se coló en la partida a última hora. Y cada jugador ha hecho su apuesta: al rojo del elefante, o al azul del burro.