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Obama y lo “políticamente correcto”
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José Antonio Gurpegui

Crónicas del Imperio

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Obama y lo “políticamente correcto”

Mencionaba en mi última columna (“Los puritanos y el matrimonio entre homosexuales”) el sedimento puritano de la sociedad norteamericana. Puritanismo entendido en su sentido literal, no metafórico,

Mencionaba en mi última columna (“Los puritanos y el matrimonio entre homosexuales”) el sedimento puritano de la sociedad norteamericana. Puritanismo entendido en su sentido literal, no metafórico, en tanto en cuanto los principios de índole sociológica -expuestos originariamente por John Winthrop en su referenciado sermón Un modelo de caridad cristiana (1630)-, que representan la “ciudad en la cima de la montaña” admirada por el resto del mundo, continúan estando vigentes cuatro siglos más tarde.

Cuando hablamos de referente cultural occidental, en el más amplio sentido del término, nos referimos en buena medida al modelo cultural norteamericano. Los jeans son fondo de armario de cualquier joven europeo y no europeo, lo mismo que las deportivas sneakers; también en gastronomía han impuesto sus gustos culinarios, escenificados en la hamburguesa (en China, desde donde estoy escribiendo, lo que prima es la variante del Kentucky Fried Chicken) y los refrescos de cola; por supuesto, los venerados ídolos musicales son en su inmensa mayoría estadounidenses, como los actores que protagonizan películas con ingresos multimillonarios. Sea cual sea el ámbito humano al que nos refiramos, encontraremos el referente del Tío Sam. Incluso cuando importan algo lo mimetizan de tal forma con su cultura que cambian su significado: lo bueno ahora son los subways, no los bocadillos.

Imagino que esta fue y es, aceptémoslo, la dinámica de cualquier imperio. Sin embargo, a diferencia de anteriores imperios, el actual está imponiendo incluso sus referentes de valoración ética y moral. Viene tal apreciación al hilo de la polémica suscitada por Barack Obama por destacar la hermosura física de su atractiva fiscal general. Me resisto a creer que haya sido un acto espontáneo y, mucho menos, inocente o ingenuo. Saltarse reglas y normas, que conoce perfectamente, suscitando el debate ha servido, cuando menos, para 'humanizar' al personaje.

Más allá de las derivadas sociolingüísticas, lo que está sobre la mesa es la reivindicación o, para ser claros, supremacía de lo “políticamente correcto” sobre el componente humano en los asuntos profesionales

Indudablemente, Obama debió sospechar que su comentario -un halago, más que un piropo propiamente dicho- sería calificado de sexista, machista, inapropiado, fuera de tono o lugar… como efectivamente arrojan algunas de las valoraciones emitidas. Lo que resulta meridianamente claro, y nadie parece poner en duda, es que ha sido, como mínimo, 'políticamente incorrecto'. No he tenido oportunidad de comentar el 'incidente' con quien mejor conoce esto del 'lenguaje machista', Mercedes Bengoechea, amiga y colega en la Universidad de Alcalá, quien suele ilustrarme, pese a mis discrepancias, en estas lides.

“Business is business”

Pero más allá de las derivadas sociolingüísticas, lo que está sobre la mesa es la reivindicación o, para ser claros, supremacía de lo 'políticamente correcto' sobre el componente humano en los asuntos profesionales. “Business is business” es la máxima tradicionalmente esgrimida para enfatizar que, en los negocios, únicamente prima el propio negocio, el beneficio; y ese es el mismo principio que parece iluminar la 'corrección política'. Este, como aquel, también nos llega de Estados Unidos, y su presidente, el hombre más poderoso del planeta, lo ha elevado definitivamente a rango de categoría al pedir disculpas por haber mencionado lo obvio.

Resulta claro que el romanticismo está reñido con el pragmatismo empresarial; lo mismo que el lenguaje tampoco es inocente aunque lo sea el idioma. Modos y costumbres tradicionales al definir a individuos han generado mucho sufrimiento personal; bienvenida sea la corrección política que los ha desterrado. Pero lo mismo que la inquietante situación económica actual puede ser, precisamente, el resultado de aplicar hasta sus últimas consecuencias el principio según el cual todo es válido en los negocios, la radical deshumanización en las relaciones profesionales pudiera derivar en una peligrosa deshumanización social.

Puedo entender que se hubieran alzado voces en caso de que Kamala Harris hubiera sido una desconocida para Obama, pero se trata de alguien que pertenece a su círculo de colaboradores, a quien conoce de hace tiempo y que en absoluto puede considerarse una extraña. No hace tantos años se ponía a los Estados Unidos como deshumanizado ejemplo de nación en la que los transeúntes no se detenían ante una persona tirada en la calle. ¿Cuántos nos detenemos -mejor dicho, se detienen- ahora en España?

Mencionaba en mi última columna (“Los puritanos y el matrimonio entre homosexuales”) el sedimento puritano de la sociedad norteamericana. Puritanismo entendido en su sentido literal, no metafórico, en tanto en cuanto los principios de índole sociológica -expuestos originariamente por John Winthrop en su referenciado sermón Un modelo de caridad cristiana (1630)-, que representan la “ciudad en la cima de la montaña” admirada por el resto del mundo, continúan estando vigentes cuatro siglos más tarde.

Barack Obama