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La cautela de Obama respecto a la "línea roja"
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José Antonio Gurpegui

Crónicas del Imperio

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La cautela de Obama respecto a la "línea roja"

 “Para nosotros existe una línea roja en el desplazamiento o utilización de armamento químico”, declaró Obama en agosto haciendo referencia al uso que el presidente sirio

 

“Para nosotros existe una línea roja en el desplazamiento o utilización de armamento químico”, declaró Obama en agosto haciendo referencia al uso que el presidente sirio Bashar Al Assad pudiera hacer de ese tipo de armamento. El mes pasado volvió a referirse a esa posibilidad indicando que tal acción supondría el “cambio en las reglas del juego”, para concluir recientemente mostrando su esperanza de que Al Assad no cometiera “el trágico error de utilizar armas químicas”.

El apoyo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sería más que deseable, y la utilización de armas químicas pudiera hacer a Rusia y China –recordemos Corea del Norte- reconsiderar su veto

Aunque todavía no está definitivamente confirmado, todo parece indicar que esta semana el ejército sirio utilizó, “a pequeña escala”, gas sarín contra objetivos civiles. El otrora candidato republicano a la presidencia John McCain ha solicitado una respuesta contundente afirmando que “todo aquello que los no intervencionistas dijeron que ocurriría si interveníamos ya ha ocurrido”. Pero no han sido únicamente los senadores republicanos quienes abogan por una intervención contundente; también demócratas moderados como la senadora Dianne Feinstein (Cal.) con declaraciones del tipo “resulta claro que la línea roja se haya cruzado y que deben iniciarse acciones que prevengan su uso a mayor escala”. El presidente Obama se ha mostrado especialmente sensato y ha utilizado una nueva fórmula retórica refiriéndose ahora al “sistemático” uso de armamento químico: “No podemos consentir ni permitir el uso sistemático de armamento como el armamento químico contra la población civil”.

Obviamente, la reciente historia de la Guerra de Irak, con el asunto de este tipo de armamento como sujeto paciente, es un factor que por sí mismo tiene una importancia capital. Pero no es el único, ni muchísimo menos, que el presidente americano ha debido considerar para mostrarse tan cauto –indudablemente mucho más que previamente estableciendo límites-. Desde que en marzo del 2011 se desencadenara la Guerra Civil en Siria como parte de lo que vino en denominarse primavera árabe, los Estados Unidos han mantenido una prudencial distancia esperando que el conflicto se solventara sin su intervención directa como ocurrió en Túnez, Egipto o Libia. 

Por desgracia, esta contienda se ha enquistado hasta convertirse en el asunto más complejo que debe afrontar el secretario John Kerry. El implícito apoyo de Rusia y China al Gobierno sirio, vetando cualquier resolución de las Naciones Unidas, se tradujo en el sistemático fracaso de los distintos planes presentados por el mediador Kofi Annan en los primeros compases de la guerra. Por si fuera poco, el presidente Al Assad contaba –y cuenta- con el apoyo explícito de Irán, condicionando la participación norteamericana. No sólo eso, además de “mantenerse al margen” –únicamente se autorizó hace unos meses el apoyo logístico, sin intervención, de la CIA a ciertos grupos insurgentes- los Estados Unidos debieron apaciguar los ánimos y ofrecer las garantías pertinentes a aliados en la zona como Turquía y, especialmente, Israel -temeroso de que armamento químico pueda caer en manos de Hezbolá- pues su intervención habría supuesto una escalada bélica de imprevisibles consecuencias.

Sin embargo, la opción de 'guardar la ropa' en vez de 'nadar' puede terminar por pasar una factura excesivamente costosa. Si Occidente no apoya de forma clara, material, funcional y contundente a los insurgentes, están dejando que sean los grupos yihadistas más radicales quienes se hagan con el control de un proceso revolucionario que Al Assad ya ha perdido, como antes ocurriera a Ben Ali, Mubarak, o Gadafi. Los extremistas del Frente al-Nusra (Jabhat al-Nusra), próximos a Al Qaeda y considerados terroristas por la ONU, están sumando apoyos entre los insurgentes. Una radicalización especialmente preocupante para las monarquías aliadas en la zona, que temen que los enfrentamientos entre chiies y suníes pueden salpicarles en cualquier momento. El ministro de Asuntos Exteriores catarí, Sheik al-Thani, declaró recientemente refiriéndose a los Estados Unidos que “si continuáis dubitativos, el coste será mucho mayor cuando os decidáis a intervenir”.

“Para nosotros existe una línea roja en el desplazamiento o utilización de armamento químico” declaró Obama

Considero poco o nada probable una intervención directa de los Estados Unidos, aunque John Kerry haya asegurado que “todas las opciones están encima de la mesa”. La experiencia en Afganistán o Irak ha sido una lección especialmente dura como para olvidarla tan pronto. Lo que resulta claro es que su implicación no puede continuar al nivel de estos dos años de guerra. El apoyo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sería más que deseable, y la utilización de armas químicas pudiera hacer a Rusia y China –recordemos Corea del Norte- reconsiderar su veto. La experiencia Libia con la participación directa y protagonista de aliados occidentales resultó mucho más positiva y probablemente se intenten acciones similares. Una opción es decretar una zona de 'espacio verde' como se hizo en Libia impidiendo los vuelos del gobierno sirio y permitiendo a los insurgentes afianzar algunos bastiones desde donde iniciar su definitivo avance hasta Damasco. Si además se les proporciona armamento convencional –aun a riesgo de que posteriormente sea utilizado por grupos radicales- Al Assad puede tener los días contados. Después, Alá dirá.

 

Barack Obama