Es noticia
Y ahora toca espionaje industrial
  1. Mundo
  2. Crónicas del Imperio
José Antonio Gurpegui

Crónicas del Imperio

Por

Y ahora toca espionaje industrial

El caso Edward Snowden lleva camino de convertirse en el culebrón Snowden. Y no precisamente por las peripecias del individuo en el aeropuerto de Moscú emulando

El caso Edward Snowden lleva camino de convertirse en el culebrón Snowden. Y no precisamente por las peripecias del individuo en el aeropuerto de Moscú emulando a Tom Hanks en La terminal, que es el asunto que se pretende potenciar, sino por la preocupante deriva que están tomando sus penúltimas revelaciones sobre el espionaje de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional). La nueva vuelta de tuerca, el espionaje industrial, puede dinamitar el proceso de libre comercio entre Estados Unidos y Europa, que apenas si ha comenzado a dar sus primeros pasos.

La canciller alemana Angela Merkel ya ha apuntado que los Estados Unidos habrían realizado acciones de espionaje industrial. De momento, ni el director de la Inteligencia Nacional, James Clapper, ni el propio Obama, que sería a quien correspondería responder a Merkel, se han pronunciado. La cuestión no es ni más ni menos grave que anteriores escándalos de espionaje que afectan a libertades fundamentales -la de expresión e información fue vulnerada en el asunto de Associated Press y la de intimidad, en las masivas campañas de escuchas telefónicas y redes sociales a ciudadanos privados-, pero ahora la recurrente y recurrida excusa de la seguridad nacional tendría más de esperpento que de razonable argumento digerible con el bicarbonato de trágicos recuerdos pasados por amplios sectores de la población. En este caso, evocar la manida y socorrida 'Guerra contra el Terror' sería, además de ridículo e impropio, un insulto inaceptable.

Si finalmente se corroboran las sospechas de este tipo de espionaje, los Estados Unidos habrían transgredido la piedra angular de lo que ha sido su principio moral en materia económica: los derechos de propiedad intelectualObama deberá necesariamente dar una respuesta más que satisfactoria a sus aliados europeos, aquellos que históricamente han sido más fieles a sus actuaciones políticas y económicas. La interdependencia económica de Estados Unidos y Europa exige de una confianza mutua que los Estados Unidos podrían haber violado. Si esa fuera la realidad, ¿con qué cara se presentaría la delegación norteamericana en la próxima reunión con los representantes económicos de la UE? La mutua confianza es, desde que Esaú vendió a Jacob su primogenitura por un plato de lentejas, la norma más elemental y, en consecuencia, inviolable de cualquier transacción mercantil. Si no existe confianza comercial, si se ha roto la regla fundamental de la amistad, difícilmente se podrá pedir la colaboración y el apoyo político en otros asuntos que sí interesen plenamente a la seguridad nacional.

Pero no sólo eso, el tema pudiera ser de mayor calado e interesar un significante que iría más allá del meramente económico. Si finalmente se corroboran las sospechas de este tipo de espionaje, los Estados Unidos habrían transgredido la piedra angular de lo que ha sido su principio moral en materia económica: los derechos de propiedad intelectual. Más allá del ámbito de la legalidad y el derecho internacional, el Gobierno de Obama habría perdido cualquier tipo de 'superioridad moral' que tradicionalmente ha manejado en sus relaciones comerciales y políticas con un Gobierno tan poderoso como el chino. Los derechos humanos y la propiedad intelectual fueron los dos caballos de batalla que continuamente subyacían en los encuentros que los mandatarios de ambas potencias han mantenido históricamente. Guantánamo es una asignatura que lleva pendiente más de cinco años y de compleja resolución; si ahora resulta que el 'pirateo' ha traspasado las fronteras orientales, la hipotética superioridad moral se habrá esfumado. Hablaba Obama en su primera campaña electoral contra el republicano McCain de "recuperar el perdido prestigio americano" tras la guerra de Irak entre y ante el resto de naciones; parece que lo obtenido en la primera legislatura, poco o mucho, se está esfumando en cuestión de días.

Y, por último, el hipotético espionaje comercial también socavaría la esencia misma del modelo capitalista norteamericano. El sueño americano, al que repetidamente ha aludido el presidente, se fundamenta en la igualdad de oportunidades y en el esfuerzo como generador de éxito. Si algo resulta imposible de asimilar para la sociedad norteamericana es la mentira y el engaño. Un asunto de espionaje terminó con Nixon, desde luego que este caso no parece que pueda concluir con un impeachment, pero bien pudiera resultar determinante en la lectura que la historia haga de Obama. Resulta llamativo, no obstante, la tibieza con que los grupos más progresistas están respondiendo a esta suerte de orwelliano Gran Hermano que antes, por nuestra seguridad, controlaba nuestra intimidad, y que ahora tal vez esté también controlando las reglas del orden social. ¿Qué habría ocurrido si este asunto hubiera estallado con Romney en la presidencia?

El caso Edward Snowden lleva camino de convertirse en el culebrón Snowden. Y no precisamente por las peripecias del individuo en el aeropuerto de Moscú emulando a Tom Hanks en La terminal, que es el asunto que se pretende potenciar, sino por la preocupante deriva que están tomando sus penúltimas revelaciones sobre el espionaje de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional). La nueva vuelta de tuerca, el espionaje industrial, puede dinamitar el proceso de libre comercio entre Estados Unidos y Europa, que apenas si ha comenzado a dar sus primeros pasos.