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El centro resiste (a duras penas) la presión de izquierdas y derechas
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El centro resiste (a duras penas) la presión de izquierdas y derechas

Los políticos centristas lo han hecho bien a nivel mundial, pero lo tienen difícil ante la pasión de quienes proponen soluciones fáciles que, por supuesto, no resuelven nada

Foto: Paige Poole, votante de Donald Trump, durante un mitin electoral del candidato en Las Vegas, Nevada, el 22 de febrero de 2016 (Reuters).
Paige Poole, votante de Donald Trump, durante un mitin electoral del candidato en Las Vegas, Nevada, el 22 de febrero de 2016 (Reuters).

“Todo se desmorona; el centro cede; mera anarquía se abate sobre el mundo”. Es hora de citar de nuevo el famoso poema de W. B. Yeats. Pero esta vez, realmente parece que el centro político está bajo intensa presión -de la izquierda y la derecha- por todo el mundo occidental.

En Gran Bretaña, el gobierno de centroderecha de David Cameron se enfrenta a una revuelta sobre la pertenencia de su país a la Unión Europea. En Alemania, la coalición amplia de izquierda-derecha está siendo sacudida por su manejo de la crisis migratoria. Por toda Europa, gobiernos que ocupan el campo central se encuentran luchando contra movimientos ideológicos energizados en la izquierda y la derecha.

También en Estados Unidos los centristas están bajo asedio. Hillary Clintos se enfrenta al desafío más serio en décadas a un Demócrata convencional por parte del ala izquierda. En el bando republicano, la mayoría de los moderados se han hundido. El aparato del partido se agrupa ahora alrededor de Marco Rubio, quien, al ser elegido, fue descrito como “el primer senador del Tea Party”.

Los populistas y radicales han llenado el espacio que han dejado los partidos mayoritarios. Tras el final de la Guerra Fría, los partidos políticos en Occidente empezaron a moverse hacia el centro -entre otros, el Partido Laborista británico, los Partidos Socialistas italiano y francés, y los Demócratas estadounidenses-. El Partido Republicano es una excepción parcial a esta norma. Pero incluso allí, los últimos dos Presidentes republicanos -los Bushes- gobernaron desde el centro, lo suficiente al menos para enfurecer a sus partidarios conservadores y alimentar insurgencias. (Los problemas de George W. Bush tenían más que ver con la competencia que con la ideología. Puso en práctica un recorte de impuestos ruinoso, pero aparte de eso gastó bastante, apoyó los estándares de educación y expandió el Medicare).

¿Por qué son tan vulnerables los centristas? La realidad es que estos políticos moderados han ejercido bien en las décadas recientes. Véase los desafíos a los que se enfrentaban: el final de la Guerra Fría, la integración de Europa del Este, las guerras en los Balcanes, el auge de competidores económicos, las crisis asiáticas, el 11-S, la crisis financiera global. Los gobiernos occidentales han logrado conducir sus países a través de esos períodos difíciles con habilidad, manteniendo la paz, haciendo crecer las economías y adaptándose a una nueva era tecnológica.

El problema es que al tiempo que pueden ser competentes, los centristas son tipos apagados, prácticos. Y en la política hay siempre una búsqueda de romanticismo. Incluso en mitad de éxitos del centro, siempre hay suficientes problemas para galvanizar a los románticos que creen que la respuesta es una revolución. Para Bernie Sanders, es una revolución desde la izquierda; para Ted Cruz, es una desde la derecha; y Donad Trump mezcla y hace encajar de forma casi mágica las iras de ambos extremos del espectro.

David Miliband, el antiguo Secretario de Exteriores británico, sigue siendo el portavoz más eficaz del centro-izquierda moderno en Europa. Argumenta que las revueltas desde la izquierda y la derecha nacen de la misma fuerza: la globalización. “La derecha no tiene una respuesta adecuada al problema de que la globalización erosiona la identidad de la gente. La izquierda no tiene una buena respuesta al problema de que exacerba la desigualdad”, me dijo. Eso deja a los políticos tradicionales luchando para mantener a sus seguidores mientras desde fuera otros prometen respuestas fáciles. “Los mejores carecen de convicción”, escribió Yeats, “mientras los peores están llenos de apasionada intensidad”.

Las soluciones simples son, naturalmente, no-soluciones. Y en su mayor parte no sucederán. No construiremos un muro, ni deportaremos a 11 millones de personas, ni prohibiremos que todos los musulmanes entren en Estados Unidos. Gran Bretaña no saldrá de la Unión Europea (incluso si votase a favor de la salida, esto solo iniciaría una nueva y complicada negociación con la UE que concluiría en un nuevo acuerdo, muy similar a lo que ha sucedido con los daneses y los irlandeses). Y la UE no se hundirá porque unos pocos países establezcan barreras para impedir que inmigrantes y refugiados entren en su territorio.

Pero lo que sí está sucediendo es la parálisis política. Los radicales y los románticos tal vez no tengan el poder para tumbar el consenso de centro, pero pueden ponerlo bajo una presión implacable. Cameron pasará los próximos meses desgastándose en oponerse a las fuerzas del llamado “Brexit”. En Estados Unidos, el país y sus líderes políticos han pasado meses debatiendo fantasías. Mientras tanto, no se discuten los temas importantes y las opciones políticas reales, plausibles para lidiar con ellos, en relación con la ralentización económica global, los déficits masivos en infraestructuras, la desigualdad creciente y el cambio climático, entre otros.

Yeats estaba equivocado. El centro puede mantenerse y lo hace, aunque a duras penas.

“Todo se desmorona; el centro cede; mera anarquía se abate sobre el mundo”. Es hora de citar de nuevo el famoso poema de W. B. Yeats. Pero esta vez, realmente parece que el centro político está bajo intensa presión -de la izquierda y la derecha- por todo el mundo occidental.

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