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En defensa del Partido Republicano

El antiguo sistema está casi muerto. Intenta resurgir en la carrera republicana para salvar al partido de un peligroso demagogo. A veces para fortalecer a la democracia hay que restringirla

Foto: Un delegado de Texas espera al comienzo de una sesión durante la Convención Nacional Republicana, en Tampa (Reuters).
Un delegado de Texas espera al comienzo de una sesión durante la Convención Nacional Republicana, en Tampa (Reuters).

Tras haber descubierto recientemente cómo funciona en realidad el proceso de designación en el Partido Republicano, Donald Trump está furioso. “Querían mantener a las personas apartadas. Es una sucia trampa", bramó. De hecho, el señor Trump está en lo cierto en lo primero y equivocado en lo segundo. Los partidos políticos poseen mecanismos para “mantener apartadas a las personas”. Pero, lejos de ser una trampa, dichos mecanismos son el punto crucial que convierte a los partidos en algo valioso en una democracia.

Clinton Rossiter comienza su clásico 'Los partidos y la política en Estados Unidos' con la siguiente declaración: “No existe Estados Unidos sin democracia, ni la democracia sin la política, ni la política sin los partidos”. En un país tan grande y diverso, para que las cosas se hagan, las personas necesitan algunos instrumentos para navegar por el sistema político, organizarse, dirigir intereses particulares e ideologías y para negociar con otros que poseen intereses y opiniones diferentes. Tradicionalmente, los partidos políticos han jugado este rol en Estados Unidos. Además, frecuentemente lo han desempeñado como contrapartida a las pasiones momentáneas del público.

En el 'corazón' de un partido político estadounidense se encuentra la elección de su candidato presidencial. En el pasado, este proceso lo controlaban las élites del partido: alcaldes, gobernadores, legisladores. A comienzos del siglo XX se sumó un mecanismo adicional para probar la factibilidad de un candidato en el período de campaña: las primarias. Aun así, entre 1912 y 1968, el hombre que ganó las primarias presidenciales de un partido se convirtió en el nominado en menos de la mitad del tiempo. Dwight Eisenhower no fue elegido por votantes en la elección primaria, sino en una convención compleja y disputada.

1968 fue el año en el que las cosas cambiaron. El radicalismo que dominó al Partido Demócrata también dejó a un lado sus reglas para elegir a los candidatos, favoreciendo a las primarias por encima de todo. Los republicanos copiaron a los demócratas y pronto, los partidos tuvieron el sistema que tenemos actualmente. Para elegir a sus candidatos para la elección de noviembre, los partidos simplemente convocan elecciones pasadas. En este sentido, Estados Unidos es casi único entre las democracias avanzadas. En casi todos los países, los partidos políticos no han transformado el proceso electoral en un plebiscito.

El resultado de estos cambios ha sido vaciar a los partidos políticos, convirtiéndolos en depósitos vacíos para el emprendedor político más exitoso del momento. Al describir estas tendencias en un libro sobre la democracia en 2003, escribí que sin partidos fuertes, todo lo que necesitabas para presentarte a las elecciones presidenciales era el reconocimiento del nombre y una máquina de recaudación de fondos. Predije que el sistema party-less sería bueno para “dinastías políticas, funcionarios famosos y políticos millonarios”. Los líderes en la carrera de ambos partidos en 2016 encajan con esta descripción.

¿Cuál es el daño de este nuevo sistema abierto? Lo podemos ver en la actualidad. Un partido sin fuerza interna y capacidad no puede dar forma al programa político. En cambio, simplemente refleja y amplifica las pasiones populares más ruidosas. El sistema antiguo se guiaba hacia una moderación, ya que era dirigido en gran parte por funcionarios locales y estatales que habían ganado elecciones generales y luego tenían que gobernar. Hoy en día, los delegados son elegidos por votantes de las primarias, una parte del país mucho más pequeña, reducida y más extrema. Resulta irónico que las viejas salas llenas de humo eran, en cierto sentido, más representativas de los votantes en general que las primarias abiertas actuales.

Los antiguos partidos obtenían su fuerza de las organizaciones vecinales, iglesias, uniones y agrupaciones empresariales locales. Los nuevos partidos en realidad son simplemente archivos de fichas giratorias de profesionales de Washington: activistas, ideólogos, recaudadores de fondos y encuestadores. Estos profesionales son más extremistas y menos prácticos y buscan convertir partidos grandes y diversos en acorazados ideológicos. La declaración de Rossiter sobre la democracia posee una última frase: “no existen los partidos sin compromiso y moderación”.

Las primarias no son las únicas reformas “democráticas” que han paralizado a los partidos políticos en Estados Unidos. En el Congreso, los líderes de los partidos solían ser capaces de formar una agenda y lograr que sus miembros la votasen. Este sistema jerárquico comenzó a derrumbarse tras las reformas de le época del Watergate, que abrieron el sistema, expandiendo el número de subcomités y moviéndose hacia elecciones internas del partido y votos abiertos. El resultado fue el caos, la disfunción y la parálisis. Al reflexionar sobre los cambios que introdujo su generación de políticos, el antiguo senador Joe Biden señaló: “Creamos más problemas de los que solucionamos ... Nada salió como debía salir”.

El antiguo sistema está casi muerto. En la actual carrera republicana, está intentando resurgir para salvar al partido de un peligroso demagogo. Este no es un atentado contra la democracia. Las personas votarán en noviembre y ese voto es decisivo. Mientras tanto, tenemos un esfuerzo de una de las instituciones centrales de la política estadounidense para moldear las opciones que enfrentan los votantes en la elección de noviembre. A veces para fortalecer a la democracia hay que restringirla.

La dirección electrónica de Fareed Zakaria es comments@fareedzakaria.com.

© 2016, The Washington Post Writers Group

Tras haber descubierto recientemente cómo funciona en realidad el proceso de designación en el Partido Republicano, Donald Trump está furioso. “Querían mantener a las personas apartadas. Es una sucia trampa", bramó. De hecho, el señor Trump está en lo cierto en lo primero y equivocado en lo segundo. Los partidos políticos poseen mecanismos para “mantener apartadas a las personas”. Pero, lejos de ser una trampa, dichos mecanismos son el punto crucial que convierte a los partidos en algo valioso en una democracia.

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