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El fracaso del éxito: lecciones de Irak

En Washington abundan las voces que abogan por una mayor implicación militar estadounidense en los conflictos de Oriente Medio. Pero la historia muestra los riesgos de esta estrategia

Foto: El marine estadounidense Kirk Dalrymple observa la caída de la estatua de Saddam Hussein en Bagdad (Reuters)
El marine estadounidense Kirk Dalrymple observa la caída de la estatua de Saddam Hussein en Bagdad (Reuters)

Iraq está desapareciendo como país. Las bombas de la semana pasada en Bagdad, que mataron a más de 90 personas, son solo un recordatorio de que el lugar sigue siendo altamente inestable y violento. Hay una lección que extraer de ello, una a la que aún se resisten muchas personas poderosas en Washington.

Mientras Iraq se hundía en el abismo, muchos políticos se han apresurado a dar su consejo. Halcones perennes como el Senador John McCain han argumentado que si la Administración Obama enviase más tropas a la región, el lugar sería más estable. Otros aseguran que necesitamos más diplomáticos y asesores políticos que puedan respaldar los esfuerzos militares. Y otros nos dicen que nos enfoquemos en el liderazgo iraquí y los obliguemos a ser más inclusivos.

Tal vez merezca la pena alejarnos de Irak y observar otro país donde EEUU ha estado implicado. Los Estados Unidos han tenido presencia en Afganistán militarmente, políticamente y económicamente durante 15 años. Ha vivido muchos incrementos súbitos de tropas. Ha gastado más de 1.000 billones de dólares en la guerra, según algunas estimaciones, y todavía paga una gran proporción del presupuesto de defensa de Afganistán. El país tiene un Gobierno electo de unidad nacional.

A pesar de la implicación de EEUU en Afganistán durante 15 años, los talibán se han expandido a más lugares que en ningún otro momento desde 2001

Y aún así, el pasado octubre la ONU concluyó que la insurgencia se había expandido a más lugares en el país que en ningún otro momento desde 2001. Danielle Moyan informa en el 'New York Times' de que los talibán ahora controlan o disputan todos los distritos excepto tres en la provincia de Helmand. Añade que se cree que 36.000 oficiales de policía -casi un cuarto de la fuerza total- han desertado de su cargo durante el año pasado. Y el mes pasado, los talibán penetraron en el propio Kabul, atacando un edificio de la Dirección Nacional de Seguridad, responsable de gran parte de la seguridad en la capital, tal y como ha informado Dexter Filkins del 'The New Yorker'.

Hay quien asegura que 15 años no son suficientes. Ponen como ejemplo a Corea del Sur y Alemania y dicen que los EEUU deberían simplemente quedarse sin fecha. No me opongo a una presencia estadounidense de larga duración en Afganistán, especialmente dado que el Gobierno electo del país parece quererlo. Pero la analogía es incorrecta. En Alemania y Corea del Sur las fuerzas estadounidenses permanecen para disuadir amenazas extranjeras. No estaban implicados en una batalla sin fin dentro del propio país para ayudar al Gobierno a conseguir control sobre su propio pueblo. La analogía más apropiada es Vietnam.

Se ha hablado mucho recientemente de un par de entrevistas sobre política exterior estadounidense, una con el Presidente Obama, la otra con uno de sus asistentes más cercanos, Ben Rhodes. Ambos han sido descritos como arrogantes, interesados y rebosantes de desdén hacia el aparato diplomático. Sin duda, como harían la mayoría de las administraciones, Obama y Rhodes querían mostrar sus acciones bajo una luz positiva. Así que Obama se felicita por alejarse del abismo de una intervención militar en Siria. En ningún momento se enfrenta al hecho de que su propia retórica descuidada -sobre el destino de Bashar Al Assad y las líneas rojas- es lo que llevó a Washington al borde de ese abismo en primer término.

Pero en el asunto más importante de cierto calado, Obama tiene razón y sus críticos se equivocan. La principal lección para la política exterior estadounidense de los últimos 15 años es que es mucho más fácil derrotar a un adversario militar en el Gran Oriente Medio que establecer un orden político en esas tierras atormentadas.

Hay un mantra persistente en Washington que asegura que Obama ha “aprendido en exceso” las lecciones de Irak. Pero las lecciones no vienen solo de Irak. En Irak, Afganistán y Libia llevó semanas derrotar al viejo régimen. Pero años más tarde, a pesar de los diferentes enfoques, todos esos países siguen sumidos en el caos. ¿Puede alguien argumentar seriamente que unas pocas más tropas, o una estrategia ligeramente diferente, habrían traído la estabilidad y la paz?

La principal lección de los últimos 15 años es que es más fácil derrotar a un adversario militar en Oriente Medio que establecer un orden político en esas tierras

La política de la Administración Obama intenta batallar con el Estado Islámico al tiempo que se mantiene alejada de cualquier cosa que la lleve a ocupar y controlar tierras en la región. Me preocupa que los EEUU se dirijan hacia una implicación excesiva, que dejaría a Washington con la pelota en su campo, pero comprendo el equilibrio que la Administración está tratando de lograr.

El Siria, el verdadero dilema de Wasghinton sería si estos esfuerzos funcionasen y el Estado Islámico fuese derrotado. Esto desembocaría en un colapso de toda autoridad en largas franjas de Irak y Siria pobladas de suníes radicalizados que se niegan a aceptar la autoridad de Bagdad y Damasco. Al haber liderado la lucha, Washington se vería obligado a ejercer control sobre el territorio, a establecer prisiones para alojar a miles de combatientes del Estado Islámico, y a proporcionar seguridad y asistencia económica a la población mientras combate a la inevitable insurgencia.

Sabes que tienes un problema si el éxito produce más complicaciones que el fracaso.

Iraq está desapareciendo como país. Las bombas de la semana pasada en Bagdad, que mataron a más de 90 personas, son solo un recordatorio de que el lugar sigue siendo altamente inestable y violento. Hay una lección que extraer de ello, una a la que aún se resisten muchas personas poderosas en Washington.

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