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EEUU es un "infierno" y está en pleno declive... según Trump

La político de EEUU ha dado un giro completo desde Reagan. Actualmente el Partido Demócrata irradia confianza en Estados Unidos, mientras los republicanos critican a su país

Foto: Funeral por un policía de Baton Rouge, Montrell Jackson, en Luisiana, el 25 de julio de 2016 (Reuters).
Funeral por un policía de Baton Rouge, Montrell Jackson, en Luisiana, el 25 de julio de 2016 (Reuters).

Llegué a Estados Unidos en 1982, atraído por el país e interesado en su política. Aquellos eran días de trauma económico (una gran recesión) y de temor por la seguridad nacional. Llegué procedente de India, donde la ideología convencional era cuasi-socialista y anti-estadounidense. Sin embargo, me fascinó Ronald Reagan y su Partido Republicano. Reagan parecía personificar el espíritu de Estados Unidos: optimista, de gran corazón y amante de la libertad. Los demócratas eran bienintencionados pero, al señalar los errores internos y en política exterior de EEUU, parecían no ser conscientes del gran cuadro: Estados Unidos representaba el futuro, no la Unión Soviética.

Tal y como mostraron las convenciones de los dos partidos en las últimas semanas, el mundo político ha dado un giro completo. Actualmente, el Partido Demócrata irradia confianza en Estados Unidos mientras los republicanos critican a su país.

Las primeras convenciones que pude seguir fueron las de 1984. Me quedé estupefacto. Cada noche me quedaba hasta bien tarde en un cuarto común de la universidad para poder comprender todos los discursos. Y, de todos ellos, el que más recuerdo es uno impartido en la convención republicana en Dallas. Reagan había designado como su embajador ante las Naciones Unidas a una demócrata de toda la vida, Jeane Kirkpatrick, académica de Georgetown, quien habló desde el podio con un tono cuidadoso, ensartando a los demócratas con argumentos que se podrían aplicar fácilmente, hoy en día, a los republicanos (Jennifer Rubin, del 'Washington Post', ha también escrito hace poco acerca del impacto de ese discurso).

Kirkpatrick explicó entonces que ella admiraba a demócratas como Harry Truman, porque no se avergonzaban de ver a Estados Unidos “como una gran nación”. No obstante, dijo que “los demócratas de San Francisco” (donde aquel año se celebró la convención demócrata) habían perdido esa fe instintiva. También señaló que cuando Moscú fue hostil, los demócratas eligieron culpar a EEUU en vez de al Kremlin. “Ellos siempre culpan primero a Estados Unidos”, observó.

La académica explicó que cuando varios estadounidenses fueron asesinados por terroristas en Líbano, los demócratas “no culparon a los terroristas... culparon a EEUU”. “Pero, entonces, -insistió- ellos siempre culpan primero a Estados Unidos”. Sus palabras se convirtieron en una frase hecha para la campaña.

Era una exageración, como lo es todo este tipo de retórica, pero en cierta medida abordaba algo real... tal y como sucede hoy con Donald Trump. Da igual que hable de los chinos, de los ataques terroristas o de Vladimir Putin... el magnate nunca los critica. Por el contrario, Trump tiende a enfocarse en las deficiencias de los estadounidenses, en la debilidad, estupidez e ingenuidad de Washington.

La crítica más seria de Kirkpatrick es todavía más apropiada para el candidato republicano. La académica aseguró que el Partido Demócrata se comportaba “más como un avestruz que como un halcón, convencido de que dejaría fuera al mundo al esconder su cabeza en la arena”. Ella rechazó duramente esta retirada. “Estados Unidos no puede permanecer como una sociedad abierta, democrática, si nos quedamos solos, un estado acuartelado en un mundo hostil". Kirkpatrick preguntó qué le sucedería a Europa si EEUU retirase su protección. “Necesitamos amigos y aliados con quienes compartir los placeres y la protección de nuestra civilización”.

El éxito de Reagan se debía a su confianza en la legitimidad y el éxito de las instituciones estadounidenses. El partido de Trump es diferente. Se caracteriza por la duda y el declive, temeroso del futuro

La académica explicó que el éxito de Ronald Reagan se debía a tres factores: “Su confianza en la legitimidad y el éxito de las instituciones estadounidenses; la confianza en la decencia de los estadounidenses; y la confianza en la importancia de nuestra experiencia para el resto del mundo”.

El partido de Trump es diferente. Se caracteriza por la duda y el declive, temeroso del futuro. “Este país es un infierno. Vamos cuesta abajo a gran velocidad”, él dice. Por el contrario, un sereno y seguro presidente Obama y su esposa Michelle recordaron a su partido, a su país y al mundo que “Estados Unidos ya es grandioso”.

Encuestadores y expertos señalan que una gran parte del país siente que estamos en el “camino equivocado”, y que en estas circunstancias, no funcionará el optimismo. Ese sentimiento explica el atractivo de Trump y también de Bernie Sanders.

No obstante, Hillary Clinton y Barack Obama están apostando todo a que estas tendencias no sean profundas ni permanentes. Se apoyan en la esperanza de que los estadounidenses no estén tan enojados como para aceptar una política de declive y división. Invocan a Franklin Roosvelt. En las profundidades de la Depresión, y en el despertar de la guerra, Roosvelt siempre creyó que la mayoría de los estadounidenses querrían un país asertivo sobre su propósito y seguro de su futuro. Ese era el Partido Demócrata que él construyó.

Vale la pena recordar que, en 1980, una gran mayoría pensó que el país iba cuesta abajo. Cuatro años después, estaba convencida de que amanecía en Estados Unidos.

La dirección electrónica de Fareed Zakaria es comments@fareedzakaria.com.

© 2016, The Washington Post Writers Group

Llegué a Estados Unidos en 1982, atraído por el país e interesado en su política. Aquellos eran días de trauma económico (una gran recesión) y de temor por la seguridad nacional. Llegué procedente de India, donde la ideología convencional era cuasi-socialista y anti-estadounidense. Sin embargo, me fascinó Ronald Reagan y su Partido Republicano. Reagan parecía personificar el espíritu de Estados Unidos: optimista, de gran corazón y amante de la libertad. Los demócratas eran bienintencionados pero, al señalar los errores internos y en política exterior de EEUU, parecían no ser conscientes del gran cuadro: Estados Unidos representaba el futuro, no la Unión Soviética.

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