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Esta vez es diferente

Muchas personas han protestado por mis críticas a Donald Trump. Pero no se trata de una cuestión partidista, sino de que este candidato es racista, sexista, demagogo y, sobre todo, peligroso

Foto: Dos partidarios de Donald Trump portan armas largas mientras ven un discurso de Donald Trump, en julio de 2016 (Reuters)
Dos partidarios de Donald Trump portan armas largas mientras ven un discurso de Donald Trump, en julio de 2016 (Reuters)

A lo largo de esta campaña, mucha gente ha aplaudido mi oposición a Donald Trump. Pero hay otros que han protestado, argumentando que yo tenía prejuicios, y que Hillary Clinton también tenía bastantes defectos. De modo que déjenme que explique, una vez más, por qué Trump merece una atención especial.

No soy una persona muy partidista. Tengo ideas que están a la izquierda del centro, pero también otras conservadoras. Vine a este país cuando Ronald Reagan era el presidente, y le admiré. Tengo buena opinión de muchos políticos republicanos, incluyendo los dos últimos nominados por el Partido Republicano, John McCain y Mitt Romney, los cuales son ambos hombres honorables que habrían sido buenos presidentes.

Donald Trump es diferente, no solo porque es repulsivo, chabacano y vulgar, o porque sus negocios le muestran como un artista del engaño. Es diferente por aquello en lo que cree.

Donald Trump no es diferente por ser repulsivo y vulgar, o por ser un artista del engaño. Es diferente por aquello en lo que cree.

La forma más simple de entender las principales ideas de Trump es echar un vistazo a sus palabras y sus acciones, no solo hoy, sino bastante antes. Los políticos cortejan a los votantes, y las ideas de Trump sobre la seguridad social y el 'Medicare' (que ha prometido no tocar) o los impuestos (que ha prometido recortar) parecen bastante insinceras, un reflejo de lo que él cree que sus partidarios quieren oír. Pero también tiene otras ideas, valores e instintos más profundos.

El primero que sobresale es la raza. Donald Trump se ha expresado constantemente -en palabras y hechos- de una forma que solo puede ser descrita como racista. En sus primeros años como constructor, fue demandado por el Departamento de Justicia presuntamente por denegar viviendas a personas negras cualificadas. En el caso de “los Cinco de Central Park”, Trump saló a la arena pública, publicando anuncios a página completa acosando a los adolescentes negros y pidiendo que “cuando maten, deben ser ejecutados por sus crímenes”. Y lo más chocante, se negó a retractarse cuando las pruebas de ADN absolvieron de forma clara a los cinco jóvenes, y la ciudad de Nueva York fue obligada a pagarles 41 millones de dólares en daños por haberles encarcelado de forma errónea durante 13 años.

Trump parece creer profundamente en los estereotipos raciales. Se jacta de su propia línea de parentesco y la compara con purasangres. En un libro de 1991, uno de sus asociados contó que le horrorizaba tener afroamericanos en su departamento de contabilidad en dos de sus hoteles, diciendo: “¡Negros contando mi dinero! Lo odio. La única clase de gente que quiero que cuente mi dinero son tipos bajitos que llevan kipá a diario”. Trump reconoció la veracidad de esos comentarios en una entrevista posterior con Playboy, antes de retractarse en otra en la cadena NBC en 1999, diciendo que era “un sinsentido”.

Trump siempre ha sido un proteccionista. En los años 80, estaba seguro de que los japoneses iban a conquistar el mundo y que la única solución eran aranceles y guerras comerciales. No parece haberse dado cuenta de que el futuro que predijo nunca ocurrió. Ahora ha enfocado su ira en China, justo cuando aquella economía ha empezado a frenarse, y en México, un país tan pequeño que sus efectos en la economía estadounidense son mínimos. El hilo conductor es que Trump es muy rápido a la hora de decirles a los estadounidenses que pasan por problemas económicos que deberían culpar de ellos a los extranjeros.

'¡Negros contando mi dinero! Lo odio. La única clase de gente que quiero que cuente mi dinero son tipos bajitos que llevan kipá a diario'

Si hay una idea que Trump haya expresado de forma recurrente, abierta y con deleite, es que las mujeres existen fundamentalmente como objetos para el placer masculino. Ha dicho y hecho docenas de cosas a lo largo de tres décadas que confirman su degradante visión sobre las mujeres: en entrevistas con Howard Stern, durante su propiedad del concurso de Miss Universo, a la hora de describir a las mujeres trabajadoras, y al debatir con candidatas femeninas como Carly Fiorina y Hillary Clinton. “A las mujeres”, dijo una vez a la revista 'New York', “tienes que tratarlas como una m...”.

Por último, Donald Trump ha expresado impaciencia y desdén por muchos de los fundamentos de la democracia liberal. Ha prometido repetidamente cambiar las leyes para facilitar el castigo a los periodistas que le ofendan. Ha amenazado a personas que contribuyeron a las campañas de sus oponentes republicanos, dejando entrever que haría que el Gobierno revisase sus negocios. Ha propuesto varias políticas que son potencialmente inconstitucionales o crímenes de guerra, como prohibir que todos los musulmanes entren en EEUU, ahogamientos simulados para los sospechosos de terrorismo, y matar a sus familias. Ha comparado sus ideas al internamiento de japoneses de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, dando a entender que aprobaba esa medida. Y ha amenazado con encarcelar a su rival si sale elegido.

Esas, pues, son las principales ideas de Donald Trump, expresadas a lo largo de varias décadas, y confirmadas por muchos de sus actos: racismo, sexismo, proteccionismo, xenofobia y autoritarismo. Sus ideas sobre impuestos y regulaciones son irrelevantes. Tu idea sobre Hillary Clinton es irrelevante. Es un peligro para la democracia estadounidense. Y es por eso que votaré en su contra el próximo martes.

*La dirección electrónica de Fareed Zakaria es comments@fareedzakaria.com.

© 2016, The Washington Post Writers Group

A lo largo de esta campaña, mucha gente ha aplaudido mi oposición a Donald Trump. Pero hay otros que han protestado, argumentando que yo tenía prejuicios, y que Hillary Clinton también tenía bastantes defectos. De modo que déjenme que explique, una vez más, por qué Trump merece una atención especial.