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En defensa de la globalización: la culpa de la destrucción de empleos la tiene otro
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En defensa de la globalización: la culpa de la destrucción de empleos la tiene otro

Uno no puede detener las revoluciones tecnológicas. Ni tampoco el crecimiento de China. Los aranceles contra el gigante solo significarán que la producción vendrá de un país del tercer mundo

Foto: Alfred Tham, responsable de la unidad de la unidad Negocios Agrícolas de Panasonic durante una visita a la fábrica, en Singapur (Reuters).
Alfred Tham, responsable de la unidad de la unidad Negocios Agrícolas de Panasonic durante una visita a la fábrica, en Singapur (Reuters).

Este año, el Foro Económico Mundial se parece a un ejercicio del ritual de la autoflagelación, el cual, como la antigua práctica cristiana de ayuno y flagelo del propio cuerpo, se supone que purifica la naturaleza pecaminosa del ser humano. El pecado, por supuesto, es la globalización, que ahora todo el mundo parece reconocer que ha sido desequilibrada, injusta y peligrosa. De hecho, la mayoría de las fallas atribuidas a la globalización en realidad son errores en la política nacional que pueden ser corregidos.

Un chino millonario habló con sinceridad sobre este tema. Jack Ma, fundador de Alibaba, estimó que en las últimas tres décadas el Gobierno estadounidense gastó 14.200 millones de dólares billones para luchar en 13 guerras. Ese dinero podría haber sido invertido fácilmente en Estados Unidos para la creación de infraestructura y creación de trabajos. “Se supone que uno debe gastar dinero en su propia gente”, dijo. “No es que los otros países les roben trabajos a ustedes, es la estrategia que han elegido”. Jack Ma señaló que la globalización ha producido enormes beneficios para la economía estadounidense pero que la mayoría de ese dinero terminó en Wall Street. “¿Y qué sucedió? Año 2008. La crisis financiera costó 19.200 millones de dólares solo en Estados Unidos ... ¿Qué sucedería si el dinero fuera invertido en el Medio Oeste de EEUU para desarrollar la industria de ese lugar?”.

Uno no debe aceptar los detalles y estadísticas de Ma para reconocer la validez de su opinión general. La globalización creó enormes oportunidades para el crecimiento, muchas de las cuales fueron apovechadas por empresas estadounidenses. Actualmente, la economía global todavía está dominada por grandes firmas estadounidenses; 134 empresas de la lista 'Fortune Global 500' son estadounidenses. Y si uno observa aquellas industrias avanzadas, la gran mayoría son de EEUU. Estas empresas se han beneficiado enormemente al tener cadenas globales de suministro que pueden proveer bienes y servicios alrededor del mundo, ya sea para lograr costos laborales más bajos o para estar cerca de los mercados en los que venden. Dado que el 95% de los consumidores potenciales del mundo viven fuera de Estados Unidos, encontrar maneras de venderles tendrá que ser una estrategia principal para el crecimiento, incluso para un país con una gran economía nacional como EEUU.

El motor clave de la reducción de salarios y eliminación de trabajos en el mundo es la tecnología y no la globalización. Entre 1990 y 2014, la producción automotriz estadounidense creció un 19%, pero con 240.000 trabajadores menos

Obviamente, la globalización tiene grandes efectos en economías y sociedades nacionales, y produce problemas significativos. ¿Qué fenómeno complejo no lo hace? Sin embargo, también genera oportunidades, innovación y riqueza para naciones que luego pueden utilizar dichos recursos para resolver esos problemas a través de acertadas estrategias nacionales. Las soluciones son fáciles de exponer en teoría: educación, capacitación basada en habilidades y perfeccionamiento, infraestructura... No obstante, son extremadamente caras y también complejas de ejecutar.

Resulta mucho más fácil cargar contra los extranjeros y prometer luchar contra ellos con aranceles y multas. Pero el costo de solucionar estos problemas a nivel global es masivo. Sobre la globalización, la publicación semanal británica 'The Economist' explica que en 2009 la Administración Obama castigó a China con un arancel en sus neumáticos. Dos años después, el costo para los consumidores estadounidenses era 1.100 millones, o 900.000 dólares por cada puesto de trabajo "salvado". El impacto de tales aranceles usualmente afecta desproporcionadamente a los pobres y a la clase media, ya que gastan una parte más grande de sus ingresos en bienes importados, como comida y ropa. Esa misma información de 'The Economist' hace referencia a un estudio que calculó que en 40 países, si finalizase el comercio transnacional, los consumidores más pudientes perderían el 28% de su poder adquisitivo pero la décima parte de los más pobres perdería hasta un 63%.

Tal vez es más importante comentar que el motor clave que está reduciendo los salarios y eliminando trabajos en el mundo industrializado es la tecnología y no la globalización. Por ejemplo, entre 1990 y 2014, la producción automotriz estadounidense aumentó un 19%, pero con 240.000 trabajadores menos.

Incluso cuando la producción vuelve a Estados Unidos, es manufactura de alta calidad. Ya no se trata solamente de nuevas fábricas Intel que tienen menos trabajadores. Adidas ha establecido una nueva fábrica en Alemania que está dirigida casi totalmente por robots. Abrirá una similar en Atlanta para finales del presente año. Y los pocos trabajadores en estas fábricas suelen ser técnicos altamente cualificados e ingenieros de software. Uno no puede apagar las revoluciones tecnológicas. Ni tampoco detener el crecimiento de China. Los aranceles en China solo significarán que la producción vendrá de un país del tercer mundo.

El mejor enfoque para el mundo en el que vivimos no es la negación, sino el empoderamiento. Los países deberían reconocer que la economía mundial y la revolución tecnológica requieren esfuerzos nacionales grandes y sostenidos para equipar a los trabajadores con las habilidades, capital e infraestructura que necesitan para triunfar. Las naciones deberían acoger a un mundo abierto pero solo mientras que estén debidamente equipadas para competir en este. Y eso requiere políticas nacionales inteligentes, efectivas y muy caras, no un gran cambio en la globalización.

La dirección electrónica de Fareed Zakaria es comments@fareedzakaria.com.

© 2017, The Washington Post Writers Group

Este año, el Foro Económico Mundial se parece a un ejercicio del ritual de la autoflagelación, el cual, como la antigua práctica cristiana de ayuno y flagelo del propio cuerpo, se supone que purifica la naturaleza pecaminosa del ser humano. El pecado, por supuesto, es la globalización, que ahora todo el mundo parece reconocer que ha sido desequilibrada, injusta y peligrosa. De hecho, la mayoría de las fallas atribuidas a la globalización en realidad son errores en la política nacional que pueden ser corregidos.

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