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Steve Bannon: defender lo contrario de lo que uno es

La ideología subyacente en la nueva Administración Trump anhela unos Estados Unidos en donde los nuevos inquilinos de la Casa Blanca jamás habrían podido prosperar

Foto: Steve Bannon, visto a través de la ventanilla del Air Force One en la base aérea de Maryland, el 12 de febrero de 2017. (Reuters)
Steve Bannon, visto a través de la ventanilla del Air Force One en la base aérea de Maryland, el 12 de febrero de 2017. (Reuters)

Igual soy únicamente yo, pero tras solo unas semanas de presidencia Trump, entre los tuits, las órdenes ejecutivas, los ataques y contraataques, estoy mareado. Así que he decidido tomarme un descanso del ajetreo diario e intentar encontrar la señal en medio del ruido: ¿cuál es la filosofía subyacente de esta Administración estadounidense?

El ideólogo jefe de la era Trump es sin duda Stephen K. Bannon, según muchas indicaciones el segundo hombre más poderoso del Gobierno. Bannon es inteligente y bastante leído, y maneja la historia de EEUU. He navegado por sus muchas películas y discursos, y ahí no aparece como un racista o un supremacista blanco, como ha sido acusado por algunas personas. Pero es un conservador inusual. Nos hemos acostumbrado a conservadores que son verdaderos libertarios económicos, pero Bannon representa una escuela de pensamiento europeo más antigua, que desconfía del libre mercado, está decidida a preservar la cultura tradicional y la religión, y celebra de forma descarada el nacionalismo y las virtudes marciales.

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En un discurso en la Conferencia de Acción Política Conservadora en 2012, Bannon explicó su disgusto por Mitt Romney y su admiración por Sarah Palin, cuyo hijo mayor, señaló, había servido en Irak. El rico y exitoso Romney, al contrario, “no será mi comandante en jefe”, dijo Bannon, porque, aunque el candidato tenía cinco hijos que “parecen buenos chicos americanos… ninguno ha servido un solo día en el ejército”.

El núcleo de las ideas de Bannon puede encontrarse en su película documental 'Generación cero'. Se centra en la crisis financiera de 2008, y las escenas introductorias —en su furia contra los banqueros— podrían haber sido escritas por el senador Bernie Sanders. Pero entonces gira hacia su tema real: la crisis financiera se produjo debido a una crisis moral aún mayor. La película culpa a los años sesenta y los 'baby boomers' que tumbaron las estructuras tradicionales de la sociedad y crearon una “cultura del narcisismo”.

¿Cómo pudo Woodstock desatar una crisis financiera cuatro décadas después? Según Bannon, la ruptura de los viejos valores desembocó en una cultura del autocentrismo que lo mide todo y a todos de una sola forma: mediante el dinero. La película sigue acusando a los estamentos políticos y financieros de traicionar a su propio país al establecer acuerdos de libre comercio que les beneficiaban pero erosionaron la América media.

De un modo extraño, la visión oscura y distópica de la historia de EEUU más cercana a la de Bannon es la de Howard Zinn, un popular académico muy de izquierdas cuyo libro 'La otra historia de los Estados Unidos' es un relato de las múltiples formas en las que el 99% de los estadounidenses fue aplastado por las todopoderosas élites del país. En la cosmovisión de Zinn/Bannon, la gente común son simples peones manipulados por sus malvados maestros de marionetas.

En realidad, una versión más acertada de la reciente historia de EEUU mostraría que el cambio cultural que empezó en los años sesenta se alimentó de una fuerza poderosa y profundamente americana: el individualismo. Los Estados Unidos han sido siempre muy individualistas. Tanto Bannon como Trump parecen sentir nostalgia por una época —entre los años treinta y los cincuenta— que fue una aberración para la nación. La Gran Depresión, el New Deal y la Segunda Guerra Mundial crearon un impulso colectivista que transformó el país. Pero después de un tiempo, los estadounidenses empezaron a reafirmar su arraigado deseo de libertad , realización y progreso personales. El mundo de los cincuenta era genial, a no ser que fueses una mujer que quería trabajar, un afroamericano que quería votar, un inmigrante que quería ascender o un aspirante a empresario atrapado en una enorme corporación sin rostro.

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Los EEUU que permitieron a los individuos florecer en los ochenta y noventa fueron donde un joven y emprendedor Bannon dejó su trabajo en un gran banco para establecer su propia tienda, hacer sus propios negocios y ganar una pequeña fortuna. Eso le permitió entonces producir y distribuir películas fuera del 'establishment' de Hollywood, crear una nueva empresa de medios de comunicación y convertirla en un elemento influyente, y convertirse en un emprendedor político totalmente fuera de la jerarquía republicana. Esos EEUU permitieron al nuevo jefe de Bannon salir de Queens a Manhattan, construir rascacielos, y también cimentar su popularidad, mientras horrorizaba a la clase política tradicional. Donald Trump es sin duda la imagen de anuncio de la cultura del narcisismo.

Mientras construían sus carreras, Trump y Bannon descartaron todo tradicionalismo. Ambos están divorciados: Bannon tres veces, Trump dos. Ambos han logrado sus sueños precisamente porque la sociedad estaba abierta a los extraños, porque romper la moralidad no implicaba un estigma y porque las élites americanas en realidad no eran tan poderosas. Sus historias son las historias de la América moderna. Pero su mensaje al país parece ser uno bastante familiar: haz lo que yo digo, no lo que yo hago.

Igual soy únicamente yo, pero tras solo unas semanas de presidencia Trump, entre los tuits, las órdenes ejecutivas, los ataques y contraataques, estoy mareado. Así que he decidido tomarme un descanso del ajetreo diario e intentar encontrar la señal en medio del ruido: ¿cuál es la filosofía subyacente de esta Administración estadounidense?