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Miedo y exilio en Donétsk: los independentistas cazan a los proucranianos
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Argemino Barro

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Miedo y exilio en Donétsk: los independentistas cazan a los proucranianos

Una amiga suya vio la foto de Antón en una lista de "traidores y fascistas", y le avisó. Recibe amenazas de muerte. Los proucranianos huyen a Kiev.

Foto: Vista de una barricada montada delante de la Administración regional en Donétsk (Ucrania)
Vista de una barricada montada delante de la Administración regional en Donétsk (Ucrania)

Antón Nagolyuk es casi un viejo conocido. La primera vez que lo vi, a principios de abril, un enmascarado le dio un puñetazo en la cara y casi lo tira de la bicicleta. Hoy, su retrato decora los murales del edificio regional ocupado por activistas prorrusos. “Quiero irme de aquí lo antes posible”, dice Antón. “Mi hermano y yo estamos intentando vender el piso”.

Una amiga suya vio la foto de Antón en una lista de “traidores y fascistas”, y le dio el aviso. “No sé por qué tienen esa obsesión conmigo. Desde que tuve aquel problema en abril, decidí no hacerme notar”. Pese a que no pertenece a ningún partido ni organización, ha sido agredido tres veces por acudir a manifestaciones proucranianas. Desde hace un mes, recibe amenazas de muerte y el fin de semana del referéndum salió de la ciudad por seguridad.

Una amiga de Antón vio su foto en una lista de traidores y fascistas, y le dio el aviso. Desde hace un mes recibe amenazas de muerte y el fin de semana del referéndum salió de la ciudad por seguridad

Este informático de 28 años es uno de los pocos proucranianos que quedan en Donétsk. Otros han emigrado, como Dmytro Tkachenko, psicólogo de 32 años y portavoz del Comité de Fuerzas Patrióticas Ucranianas, instalado en Dnipropetróvsk desde hace una semana. “Me llegó un chivatazo de que la fotocopia de mi pasaporte circulaba por todos los checkpoints del Donbás”, explica por teléfono.

Alexei Mazuka, periodista del diario Novosti Donbassa, también recibió amenazas de muerte. Su coche amaneció quemado. Ahora reside en Kiev. El pasado 5 de mayo, la dacha donde descansaba Serhii Garmash, periodista de Ostrov, fue tiroteada en medio de la noche. La redacción de Ostrov fue cerrada por amenazas; sus 10 redactores trabajan ahora desde diferentes ciudades, hablando por Skype.

placeholder Separatistas en sus trincheras a las afueras de Slaviansk, en la región de Donétsk (Reuters).


La situación en Donétsk es preocupante, pero al menos empírica, observable. Las circunstancias que rodean las ciudades provinciales, apartadas de los focos, son incluso más inquietantes. Hay rumores de tiroteos diarios en Horlivka, donde el miedo vacía las fábricas y se han cerrado varios periódicos locales. La falta de autoridad en lugares como Druzhivka, Konstantinivka, y otros puntos ajenos a las corresponsalías, ha dado lugar a frecuentes secuestros y asaltos.

Kiev y Lviv son los destinos más comunes entre los refugiados políticos del Donbás; quienes pueden se marchan al extranjero. “No estoy enamorada de mi ciudad”, dice Alesya Bolot, militante proeuropea de 27 años. “Pero si me voy quiero que sea por decisión propia, no forzada”. Varios compañeros de trabajo de Alesya han partido a Kiev y Canadá; otros aún lo están decidiendo.

La propaganda es más barata que los tanques

El referéndum separatista, pese a no contar con garantías de transparencia ni observadores, ha inflado la confianza de los prorrusos, centrados ahora en crear un país más pequeño que Galicia. La cabeza más visible de la República de Donétsk, Denis Pushilin, de 33 años, acaba de firmar un boceto de Constitución, y no lo ha hecho en su edificio fortificado y pasto de la desidia.

Mazuka, periodista del 'Novosti Donbassa', recibió amenazas de muerte. Su coche amaneció quemado. Ahora reside en Kiev. La dacha donde descansaba Garmash, periodista de 'Ostrov', fue tiroteada en medio de la noche

Dos docenas de hombres armados con metralletas, pistolas y lanzagranadas irrumpieron este miércoles en el Hotel Shakhtar Plaza de Donétsk (propiedad del magnate Rinat Ajmétov) para abrirle camino a Pushilin y otros líderes, que celebraron su reunión en el mismo lugar que la OSCE semanas antes.

Pushilin ha firmado sanciones contra líderes occidentales como Angela Merkel, Barack Obama, David Cameron y Catherine Ashton, que no podrán entrar en la República de Donétsk. Ayer a las nueve de la noche terminaba el ultimátum dado por el mando militar prorruso, acuartelado en Slaviansk, a los soldados ucranianos para abandonar su región. “Si no, serán detenidos o destruidos en el acto”, ha dicho el comandante insurgente (de origen ruso) Igor Strelkov.

Esa misma mañana, varios hombres, dos de ellos armados, entraron en un café del centro para detener a dos ucranianos y varios hoteles han recibido visitas de personas preguntando en recepción si había nacionales alojados.

placeholder Los rebeldes de Donétsk dan un ultimátum a las tropas ucranianas en la región (Efe).


La relajación moral de los separatistas (ya han pedido ser anexionados oficialmente a Rusia, que no se ha molestado en contestar) es patente en las calles. Hace un mes todos llevaban pasamontañas y permanecían recogidos en su nido de banderas y marchas militares. Poco después, grupos de jóvenes enmascarados armados con palos comenzaron a patrullar la ciudad en busca de supuestos miembros de Pravy Sektor (el grupo ultraderechista que sigue ocupando edificios en Kiev).

Hoy, los milicianos, aunque son muy pocos, circulan por las avenidas del centro con la cara descubierta y armados. Ahora que hace buen tiempo incluso se les puede ver en las terrazas, comiéndose una pizza con el kaláshnikov apoyado en la silla.

Los proucraunianos de Donétsk, que no se manifiestan desde el 28 de abril, cuando su marcha fue atacada (hubo 15 heridos), expresan una desconfianza absoluta en el futuro, que imaginan de dos maneras: o como Crimea (anexión a Rusia) o como Transnistria (protectorado ruso aislado). “La propaganda es mucho más barata y eficaz que los tanques”, declara Antón, cuyos tíos están a favor de unirse a Moscú. “Yo no quiero vivir en una ciudad así. Ahora mismo, si Rusia invade Donétsk, mucha gente la recibiría con flores”.

Antón Nagolyuk es casi un viejo conocido. La primera vez que lo vi, a principios de abril, un enmascarado le dio un puñetazo en la cara y casi lo tira de la bicicleta. Hoy, su retrato decora los murales del edificio regional ocupado por activistas prorrusos. “Quiero irme de aquí lo antes posible”, dice Antón. “Mi hermano y yo estamos intentando vender el piso”.

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