Es noticia
Por qué la voz de Zapatero no es imprescindible en Washington
  1. Mundo
  2. Europa Europa
Aurora Mínguez

Europa Europa

Por
Aurora Mínguez. Berlín

Por qué la voz de Zapatero no es imprescindible en Washington

Se podrán decir muchas cosas de Nicolas Sarkozy, pero lo que nadie discute es que está siendo un buen gestor de la macrocrisis que estamos viviendo

Se podrán decir muchas cosas de Nicolas Sarkozy, pero lo que nadie discute es que está siendo un buen gestor de la macrocrisis que estamos viviendo y que es un buen amigo de España. Y, además, que está ayudando y apoyando a José Luis Rodríguez Zapatero sin que se sepa aún qué le va a pedir a cambio... De la cumbre de ayer de Bruselas –apenas tres horas y media de encuentro- no es que hayan salido muchísimas conclusiones, pero sí una notable: Europa hablará con una sola voz en Washington, y esa voz será la de Nicolas Sarkozy, quien pondrá sobre la mesa de Bush las propuestas europeas. Ni Merkel, ni Brown, ni Berlusconi. Sarkozy y punto. Desde este punto de vista, la presencia de José Luis Rodríguez Zapatero no se hace imprescindible en la medida en que España no añade nada distinto al resto de los 26 socios europeos.

Quizá ése es uno de los problemas. En esta frenética semana de ruedas de prensa casi diarias ofrecidas por el presidente del gobierno español, no ha habido ninguna para explicar en detalle cuáles son las propuestas que tiene para salir de la presente tormenta financiera y reorganizar el sistema económico internacional. Parece razonable pensar que si uno insiste en asistir a un encuentro, debería tener algo interesante o novedoso que aportar o que decir. Sacar pecho no es suficiente, y menos cuando, como dice The Economist en su separata especial sobre España de esta semana, “the party is over”.

¿Qué silla debería aceptar España?

 

Por otra parte, es de destacar la disposición del presidente francés, Nicolas Sarkozy, para facilitarle el camino a Zapatero, ofreciéndole una de las dos sillas de que dispondrá Francia en la cumbre de Washington. ¿Cuál debería aceptar el jefe del gobierno español? ¿La de la presidencia francesa de la Unión Europea o la de Francia como miembro del G-8? Cualquiera de las dos parece una humillación o un premio de consolación para un país que debería ser invitado por sus propios méritos, que parecen no ser reconocidos por todo el mundo, y mucho menos en los Estados Unidos. Y, desde el punto de vista comunitario, la pataleta española sorprende y no gana tampoco excesivas simpatías, más allá de las de Durao Barroso, Brown o Juncker.

 

Holanda exige también su presencia, y tiene sus motivos, y los polacos -que cuentan con enormes simpatías en el gobierno norteamericano- también van por el mismo camino. Para resolver las cosas de una manera salomónica, lo más cómodo hubiera sido que Europa hubiera estado representada en Washington por quien ostenta durante este semestre la presidencia de la Unión. Y máxime cuando la Unión tiene una postura única. Lo dicho: Sarkozy y punto.

 

120 días para arreglar el mundo

 

En todo caso, habrá otras cumbres también importantes después de la del día 15. Los 27 países de la Unión Europea se han dado un plazo de 120 días, ampliables hasta junio, ya bajo la presidencia italiana del G8, para seguir diseñando un nuevo orden económico internacional. Para este primer encuentro de Washington, la Unión Europea ha preparado un catálogo no demasiado exhaustivo de medidas que pasan por un reforzamiento del Fondo Monetario Internacional, que recibirá mayor dotación económica y más competencias; la implantación de un código de conducta internacional y unificado para grandes banqueros y managers, la puesta en marcha de un sistema integrado y global de alerta temprana para evitar nuevas crisis y una reorganización de las agencias de rating.

 

Se pretende discutir seriamente acerca de la eliminación de los hedge funds y los paraísos fiscales, y habrá que ver cómo respira la Administración norteamericana saliente y entrante al respecto. Según explicaba la canciller Merkel ayer en Bruselas, no se quiere en esta primera reunión poner toda la carne en el asador para no abrumar a los otros asistentes del G-20 y, sobre todo, para evitar que se formen de inmediato frentes en contra. Quizá en este contexto se expliquen bien  las declaraciones del presidente del Eurogrupo y primer ministro de Luxemburgo, Jean Claude Juncker, rechazando la idea de crear una “policía financiera mundial”.

 

Para reforzar esa imagen de unidad, Sarkozy y Merkel han aparcado, de momento, un tema que les enfrenta desde hace tiempo: la formación del gobierno económico europeo, es decir, la institucionalización de las reuniones de los jefes de estado y de gobierno de la UE para tratar exclusivamente temas económicos. Ese gobierno económico, evidentemente, quitaría contenido y relevancia al Ecofin y al Eurogrupo, es decir, los organismos que acogen a los titulares de finanzas de los 27 y de los países del euro, respectivamente. Pero, al tiempo, permitiría a Sarkozy seguir teniendo una voz cantante destacada en los próximos años y, muy especialmente, durante el primer semestre del 2009, cuando un país centroeuropeo, socio reciente y con un presidente euroescéptico como es la República Checa asume la presidencia comunitaria. Alemania no quiere oír hablar del tema, y Juncker, como presidente del Eurogrupo, todavía menos.

 

Como salida de compromiso, la Comisión Europea va a preparar de aquí a un mes una propuesta destinada a reforzar más la coordinación económica entre los 27 gobiernos comunitarios. Otra cosa es que esto satisfaga a la canciller y al presidente francés al mismo tiempo, pero éste es un asunto aparte que resurgirá en la cumbre de la UE de  mediados de diciembre. Lo que es evidente es que nadie se va a aburrir en las próximas semanas y meses.

Se podrán decir muchas cosas de Nicolas Sarkozy, pero lo que nadie discute es que está siendo un buen gestor de la macrocrisis que estamos viviendo y que es un buen amigo de España. Y, además, que está ayudando y apoyando a José Luis Rodríguez Zapatero sin que se sepa aún qué le va a pedir a cambio... De la cumbre de ayer de Bruselas –apenas tres horas y media de encuentro- no es que hayan salido muchísimas conclusiones, pero sí una notable: Europa hablará con una sola voz en Washington, y esa voz será la de Nicolas Sarkozy, quien pondrá sobre la mesa de Bush las propuestas europeas. Ni Merkel, ni Brown, ni Berlusconi. Sarkozy y punto. Desde este punto de vista, la presencia de José Luis Rodríguez Zapatero no se hace imprescindible en la medida en que España no añade nada distinto al resto de los 26 socios europeos.