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Las cuotas de audiencia, una dictadura como otra cualquiera
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

Las cuotas de audiencia, una dictadura como otra cualquiera

8.000 millones de euros, 7.000 de ellos procedentes del canon o impuesto específico para el mantenimiento de las radiotelevisiones públicas. Esa es la cantidad que recibieron

8.000 millones de euros, 7.000 de ellos procedentes del canon o impuesto específico para el mantenimiento de las radiotelevisiones públicas. Esa es la cantidad que recibieron el año pasado las dos cadenas públicas de televisión alemana, ARD y la ZDF. El conjunto de las televisiones privadas (RTL, Sat1, ProSieben, etc…) obtuvieron esa misma cantidad por ingresos publicitarios, ingresos que este año, con la crisis, están descendiendo de una manera notable.

 

Con 8.000 millones de euros asegurados vía impuestos se pueden hacer muchas cosas. Incluso hasta una televisión de calidad. Pero no es éste el caso y esta situación es la que trae de cabeza a muchos profesionales del gremio en Alemania. La cuota de audiencia manda. La calidad es menos importante. Se están  olvidando los principios básicos del Estatuto de la Radiotelevisión pública alemana: los medios audiovisuales públicos -se afirma en el texto legal- deben dedicarse a la educación, la información, el asesoramiento y, en último lugar, al entretenimiento de los ciudadanos. El orden, en los últimos años se ha invertido y es el share el que manda. Sin llegar a los extremos de las ‘mamachichos’ o de la RAI italiana, los programas en horas de máxima audiencia de las públicas alemanas se empiezan a parecer sospechosamente a los de RTL o SAT 1. Con una salvedad: en las televisiones públicas a partir de las ocho de la tarde no se emite publicidad. Nada, ni un minuto, porque ése es el compromiso para obtener la financiación pública.

Hay algunos ejemplos que indican claramente la tendencia de copiar descaradamente lo que hacen los otros y, sobre todo, de olvidar las propias obligaciones. En la primera cadena de la televisión estatal, la ARD, el informativo más visto (8,7 millones de espectadores de media) es el Tagesschau de las ocho de la tarde. Tradicionalmente, cuando se producía una noticia de extraordinario interés o con importantes consecuencias después del telediario se emitía en directo otro espacio de análisis, Brennpunkt (es decir, foco, primer plano de actualidad), en el que se explicaba y profundizaba en lo ocurrido con expertos y entrevistas con los protagonistas. En 1999, cuando empezó la guerra en Kosovo, la ARD emitió 33 de esos Brennpunkt en tres meses, dedicados exclusivamente a ese conflicto. Desde que se inició la crisis económica el pasado mes de septiembre con la quiebra de Lehmann Brothers sólo ha habido un Brennpunkt centrado en este asunto, tal vez nada divertido, pero sin duda imprescindible de abordar y analizar. La comparación es evidente y el futuro del programa de análisis, no muy prometedor.

La crisis en la televisión estatal alemana se está abordando más desde el punto de vista de las consecuencias prácticas en las familias o en determinados sectores laborales, pero no es su conjunto. No se está explicando al ciudadano medio que no lee periódicos ni escucha la radio qué está pasando ni los porqués. Hablar de economía o macroeconomía ha quedado reducido a las conexiones con la Bolsa de Frankfurt.

Precisamente en los momentos en que las televisiones privadas temen por su futuro y por sus esquemas de programación, castigados por esa misma crisis económica, las televisiones públicas alemanas siguen imitando a las privadas en lugar de reivindicar la calidad que los medios públicos deberían defender con uñas y dientes. Y los buenos reportajes, la producción propia, los magazines políticos sobre cuestiones de actualidad, al igual que ocurre  en otros países europeos, se emiten en horas que no son de máxima audiencia sino más bien de irse a la cama. Y tampoco se les promociona como merecen a pesar de haber invertido en ellos mucho dinero, esfuerzo y capital humano.

Y los políticos alemanes, ¿qué dicen? De cara a la galería, que el compromiso es por la calidad. Pero para el departamento financiero, la consigna es que hay que vigilar las audiencias y que no se puede perder espectadores. Y, a los directores y redactores jefes, sólo les llegan las quejas de que esos políticos no salen demasiado en la pantalla o que sus adversarios están más presentes. Estos días es noticia aquí la campaña de la CDU, el partido de la canciller Merkel, para cargarse al director de la segunda cadena estatal, la ZDF. Nikolaus Brender, un profesional respetado por todos sus compañeros, ha cometido la osadía de intentar apostar más por la calidad y de no hacer la pelota sistemáticamente a los popes de la democracia cristiana. Y eso está muy mal, sobre todo a siete meses de las elecciones generales.

8.000 millones de euros, 7.000 de ellos procedentes del canon o impuesto específico para el mantenimiento de las radiotelevisiones públicas. Esa es la cantidad que recibieron el año pasado las dos cadenas públicas de televisión alemana, ARD y la ZDF. El conjunto de las televisiones privadas (RTL, Sat1, ProSieben, etc…) obtuvieron esa misma cantidad por ingresos publicitarios, ingresos que este año, con la crisis, están descendiendo de una manera notable.

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