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¿Residencias o aparcamientos de ancianos?
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

¿Residencias o aparcamientos de ancianos?

Que las residencias de la tercera edad son un negocio es algo indiscutible. Que una cosa es la fachada y otra el día a día de

Que las residencias de la tercera edad son un negocio es algo indiscutible. Que una cosa es la fachada y otra el día a día de quienes viven dentro, también. Que las autoridades sanitarias se desentienden del trato que reciben los ancianos, desbordadas por otras prioridades, es algo que no se debería tolerar por mucho más tiempo. En Alemania ayer se puso en marcha la primera ITV de residencias de ancianos, pensada para prevenir y evitar abusos. Paralelamente ya han surgido también las primeras críticas y dudas acerca de su efectividad.

 

En principio se trata de poner en marcha un sistema de visitas no anunciadas a estos centros para revisar y valorar cuatro apartados concretos: cuidado y atención médica, tratamiento de los ancianos con demencia, apoyo social y desarrollo de la convivencia cotidiana y condiciones de higiene, comida y habitabilidad. Se pondrá a cada una de las diez mil residencias autorizadas en este país una nota del uno al cinco, y esas notas se colgarán en Internet de manera que cada familia interesada se pueda hacer una idea del ranking de las residencias mejores. En qué medida esas visitas sorpresa lo vayan a ser de verdad y cuánto de puntillosos sean los inspectores se constatará  en las próximas semanas y meses, y no se puede descartar que surja también una cierta picaresca al respecto.

Quien tenga experiencia personal con alguna residencia de la tercera edad sabe que los ancianos, sobre todo aquellos que intelectualmente siguen en perfectas condiciones, se lamentan muy a menudo de la falta de profesionalidad de las personas que les atienden, de las condiciones higiénicas no siempre óptimas, especialmente de aquellos que no pueden abandonar el lecho o no se valen por sí mismos, de  comidas que recuerdan a los cuarteles o  internados de los años cincuenta y  de  esperas interminables cuando piden ayuda o una asistencia especial, sobre todo por la noche.

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Los expertos consultados advierten que ese sistema de ITV´s no va a redundar en que los centros mejoren su calidad de manera voluntaria: se prepararán, en todo caso, para aprobar el examen, la visita de los inspectores, y después podrán hacer lo que les venga en gana. Obtenido el certificado de calidad, seguirá el negocio en el que, a veces, lo que  menos importará será la calidad de vida del anciano.

No es sencillo -emocionalmente hablando- mandar a un padre o a una madre a un centro de la tercera edad. Y a menudo se hace con muy mala conciencia. La cosa se agrava si en las visitas se detecta que la calidad deja de desear, a pesar del dinero que cuestan. La tendencia, aquí en Alemania, y creo que en la mayoría de los países europeos, es que los mayores se queden en sus domicilios el mayor tiempo posible. Pero,además, aquí en la República Federal, desde hace veinte años se están llevando a cabo otra serie de experiencias: por ejemplo, las ‘comunas’ de gente mayor. Porque el temor a la soledad es enorme y especialmente en los países que no comparten nuestras tradiciones mediterráneas. El Foro de la Vida Comunitaria ha puesto en marcha aquí cuatrocientos proyectos con personas que a partir de los sesenta años deciden vivir juntas y ayudarse mutuamente. Bien en una casa de pequeños apartamentos, bien transformando el hogar propio en una pensión en la que viven otros coetáneos que dejaron ya los cincuenta años bastante atrás.

Sea cual sea la fórmula elegida, lo que está claro es que nos encaminamos a una sociedad en la que los seniors -y no precisamente los que aparecen en los anuncios- van a ser una minoría muy notable. Según los demógrafos alemanes, ahora hay 2,3 millones de ancianos en la RFA necesitados de ayuda. En el 2050  serán 4,3 millones. Visto el panorama, se intenta desarrollar al máximo la asistencia a domicilio, y se insiste en que los profesionales de este sector no conocerán el desempleo, pero se teme que el problema desbordará todas las previsiones. La tercera edad seguirá siendo, sin duda, un gran negocio, pero probablemente en este sector el cliente nunca será el rey.

Que las residencias de la tercera edad son un negocio es algo indiscutible. Que una cosa es la fachada y otra el día a día de quienes viven dentro, también. Que las autoridades sanitarias se desentienden del trato que reciben los ancianos, desbordadas por otras prioridades, es algo que no se debería tolerar por mucho más tiempo. En Alemania ayer se puso en marcha la primera ITV de residencias de ancianos, pensada para prevenir y evitar abusos. Paralelamente ya han surgido también las primeras críticas y dudas acerca de su efectividad.

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