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Au revoir 'Merkozy'; llega 'Merkollande'
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

Au revoir 'Merkozy'; llega 'Merkollande'

Angela Merkel se equivoca. Está apostando muy fuerte por un caballo perdedor, Nicolas Sarkozy, y está despreciando demasiado claramente a quien, si los sondeos no fallan,

Angela Merkel se equivoca. Está apostando muy fuerte por un caballo perdedor, Nicolas Sarkozy, y está despreciando demasiado claramente a quien, si los sondeos no fallan, se va a convertir este verano en el próximo inquilino del Elíseo: François Hollande. Vamos caminando desde Merkozy hacia Merkollande, aunque no lo quiera ver así la primera ministra alemana. De momento se niega incluso a recibir en Berlín al candidato socialdemócrata, como exige la cortesía diplomática.

Merkel se va a emplear a fondo a favor de Sarkozy en estos tres meses que quedan hasta la primera vuelta de las presidenciales francesas, participando incluso en mítines en territorio francés. Algo insólito hasta ahora y que ella interpreta como el apoyo normal entre miembros de la misma familia política europea. El semanario alemán Der Spiegel ha definido esta decisión de la canciller como “el pacto de la desesperación”. Un pacto basado no tanto en una defensa de la persona de Nicolas Sarkozy -ese marido político que Merkel nunca hubiera escogido por voluntad propia- como en su necesidad de seguir sacando adelante el Pacto Fiscal y toda la nueva estructura económica europea que Berlín (y París como palmero acompañante) están imponiendo al resto de sus socios. La política exterior en Europa se convierte así en política interior, y al revés...

Pero todos estos planes de Merkel pueden derrapar con François Hollande. No hay nada garantizado. Más bien todo lo contrario. Si el candidato socialdemócrata gana y cumple con su programa electoral, ese Pacto Fiscal y esa regla de oro que con tanto trabajo ha sacado adelante el dúo Merkozy saltarán por los aires. Hollande, aunque insistiendo en la necesidad de mantener una política de rigor presupuestario -como su rival Sarkozy-, habla de imponer una ‘justicia económica’: hacer pagar más a los bancos y los grandes contribuyentes –con impuestos especiales para el sector petrolero-  y llevar el déficit público a cero en 2017 a base de recortar los gastos en un 60% y aumentar los impuestos en un 40%. Quiere los Eurobonos y quiere programas europeos de empleo de verdad. Y quiere que los franceses se jubilen a los 62 años como máximo, frente a los 67 años establecidos en Alemania.

Si el candidato socialdemócrata gana y cumple con su programa electoral, ese Pacto Fiscal y esa regla de oro que con tanto trabajo ha sacado adelante el dúo Merkozy saltarán por los aires

Merkel: “¡Franceses, a trabajar!”

Hollande va a jugar fuerte con otra carta: la de la independencia de Alemania, la insumisión frente al Diktat merkeliano. Las calles francesas empiezan a ver a su disminuido presidente como una especie de perrito faldero de Merkel, como un subalterno suyo que sólo al final de su mandato ha comprendido que para superar la crisis hay que hacerse alemán. La prensa gala está llena de viñetas cómicas al respecto y Merkel se ha convertido en una presencia casi diaria en el programa satírico ‘Les Guignols de l´info’ en Canal Plus. La canciller sale a menudo con mensajes como éste: “Se acabó la fiesta. Yo me voy a ocupar a partir de ahora de vosotros. ¡Franceses: a trabajar! ¡ARBEIT (= trabajo)!”. En este espacio absolutamente irreverente se toman a chufla las constantes referencias que hace Sarkozy a las bondades de la vida y la economía al otro lado del Rhin; a esos ciudadanos germanos ejemplares que no han oído hablar de la semana de 35 horas que ha imperado en Francia; a la Agenda 2000 del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder que redujo el subsidio a los desempleados… Sarkozy hace constantes loas a los ‘minijobs’ y a la moderación salarial en el país vecino, hasta el punto de que el guiñol de  Patrick Poivre d´Arvor que presenta el programa ha llegado a decir: “La invasión de Francia por Alemania es la única esperanza que nos queda para salvar nuestra economía”.

Bromas aparte, Alemania teme un cambio en el Elíseo. Su política exterior, todavía dubitativa y en búsqueda de sí misma porque nunca aspiró a concentrar tanto poder y tanta responsabilidad, se ha basado en parte en ese eje Berlín- París que dulcificaba un poco la impresión general de que Merkel era y es la única que manda en Europa. Todos los mensajes de la Cancillería federal que se han divulgado en estos últimos dos años han sido consultados con París, y los más importantes han sido sellados o notificados en ruedas de prensa conjuntas. Anoche las televisiones públicas francesa y alemana emitían algo tan inédito como una entrevista conjunta de Merkel y Sarkozy después de una reunión de sus dos gobiernos en París para coordinar aún más sus políticas económicas. En ella Sarkozy mostraba sin recato alguno su admiración “por la mujer que ha conducido a 80 millones de alemanes con éxito a través de la crisis” e insistía en que no se trata de copiar todo lo que hacen los alemanes pero sí de orientarse hacia aquellas cosas que han funcionado bien allí. A muchos de sus electores esto no les habrá sonado muy bien...

Está claro que con Hollande las cosas no van a ir tan suaves como con el ‘domado’ Sarkozy. De momento hay una primera batalla programada y es el deseo del socialista de complementar el Pacto Fiscal con otras medidas legales -incluída una revisión del Tratado del Elíseo- que impulsen el crecimiento y la creación de empleo. La canciller, en la entrevista de anoche con France 2 y la ZDF, mostraba su más absoluto desprecio ante esta idea y recordaba que 25 países de la UE ya han firmado ese Pacto Fiscal y que no va a aceptar tonterías de nadie...

La futura ‘cohabitation’ es una hoja en blanco en este periodo de crisis global y las experiencias del pasado (Kohl-Mitterrand, Chirac-Schröder, Schmidt-Giscard d´Estaing) en este caso no ayudan mucho. Sarkozy se sabe perdedor, a pesar del espaldarazo de Merkel –un gesto que está siendo cuestionado en la República Federal por romper con la neutralidad habitual de todos los cancilleres- y el eje París-Berlín puede sufrir también cambios decisivos en el futuro. No es que vaya a desaparecer, pero tal vez Hollande marque, si no un divorcio, sí una separación temporal de mutuo acuerdo para buscar en paralelo nuevas alianzas a favor de un cambio de dirección en Europa. Hacia una Europa menos prusiana y más humana, con más acento en lo social, lo más olvidado hoy día. Con más políticas de crecimiento y menos cortapisas a las intervenciones estatales no sólo para ayudar a los bancos, sino a los ciudadanos de a pie. Ciudadanos como los griegos, que están más allá de la desesperación.

Angela Merkel se equivoca. Está apostando muy fuerte por un caballo perdedor, Nicolas Sarkozy, y está despreciando demasiado claramente a quien, si los sondeos no fallan, se va a convertir este verano en el próximo inquilino del Elíseo: François Hollande. Vamos caminando desde Merkozy hacia Merkollande, aunque no lo quiera ver así la primera ministra alemana. De momento se niega incluso a recibir en Berlín al candidato socialdemócrata, como exige la cortesía diplomática.