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Merkel: sorda, ciega y muda
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

Merkel: sorda, ciega y muda

Ni media palabra. Ni una sola reacción oficial u oficiosa. Alemania ha ignorado por completo la carta que doce países europeos -entre ellos, España- han dirigido

Ni media palabra. Ni una sola reacción oficial u oficiosa. Alemania ha ignorado por completo la carta que doce países europeos -entre ellos, España- han dirigido a Bruselas pidiendo medidas que estimulen el crecimiento. Es un silencio sospechoso.

Primero, porque aunque la misiva vaya dirigida a Durao Barroso y Van Rompuy, lo habitual es que haya algún tipo de eco por parte de Merkel o de su ministro de finanzas, Schäuble. Nada en toda esta semana. No se puede ‘pasar’ así como así de doce socios, y menos ahora que sabemos ya con las estadísticas comunitarias sobre la mesa que la recesión está instalada en la Eurozona.

Segundo, porque ese silencio o esa no reacción reforzará la opinión de todos aquellos que sostienen que Berlín va a lo suyo, haciendo oídos sordos a las sugerencias, alternativas y propuestas de los países con quienes comparte destino en la Unión Europea y el Club de la Moneda Única. Y no es eso lo que le conviene a Merkel, quien se desayuna cada día con ataques, críticas e insultos de la prensa y los ciudadanos de muchos puntos del sur de Europa. Una cosa es que te acusen de nazi, de Dama de Hierro,  de supermandona, de líder único, y otra que ejerzas de ello.

Algunos datos pueden contribuir a esta sordera y ceguera temporales de la canciller. Para empezar, la República Federal está superando estupendamente la crisis. Ayer salieron las cifras del déficit del año pasado: un 1%. Según el Instituto Ifo, que mide mensualmente la confianza empresarial, la economía alemana sigue creciendo, la recesión es sólo un recuerdo del pasado, las expectativas de los exportadores para este año son prometedoras y la construcción vive un nuevo boom gracias a los tipos de interés bajos (apenas un 3,5 por ciento) y al miedo a la inflación. En otras palabras, Alemania parece vivir al margen del clima de angustia y sobresalto diarios de muchos de sus socios europeos.

‘Ordoliberalismo’ vs Keynesianismo

Una segunda explicación viene en el informe que esta semana ha hecho pública la oficina de Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Según Sebastian Dullien y Ulrike Guérot, la directora de la delegación en Alemania, la rigidez y la inflexibilidad de la República Federal en materia económica no tiene tanto que ver con los recuerdos de la hiperinflación durante la República de Weimar sino con una corriente de pensamiento llamada ‘ordoliberalismo’ y que ha impregnado el pensamiento económico alemán desde la posguerra. Este ‘ordoliberalismo’ se opone a la intervención del Estado en la marcha de los mercados y la economía y rechaza políticas fiscales o monetarias inflacionistas. Es decir, se opone a todo aquello que huela a Keynes y propone reducciones de déficit a base de descensos de salarios o moderaciones salariales durante varios años. Lo que no tiene en cuenta esta doctrina es que esa pobreza salarial provoca nuevas caídas en la demanda e impide o hace más complicado cualquier crecimiento económico. En el caso alemán, con o sin moderación salarial, el consumo interno es siempre demasiado cauto o tímido, para desesperación de quienes pretenden invertir o vender productos extranjeros aquí.

Esta fórmula ideológica ha funcionado en Alemania gracias a su extraordinaria fortaleza como país exportador y a la disposición de sus ciudadanos a aceptar esas rebajas o congelaciones en sus sueldos. Pero no es necesariamente transferible a otros países. Y esa roñosería salarial tiene también algunas consecuencias vergonzantes, además del auge de los minijobs: los empleos temporales aquí han subido un 59 por ciento en los últimos diez años. Hoy son 2,7 millones las personas con contratos temporales (la mitad de ellas, mujeres). Y el 45 por ciento de los contratos nuevos que se firmaron en 2011 fueron también temporales, frente al 32 por ciento en el año 2001. Son todos datos de la Agencia Federal del Empleo de esta semana.

Otra consecuencia desagradable de la moderación salarial es lo mínimo o precario de las pensiones. Según ha tenido que admitir la ministra de trabajo, el 40,8 por ciento de las personas con edades comprendidas entre los 60 y los 64 años de edad trabajan. Hace diez años era sólo el 19,9 por ciento. Alemania es, a este respecto, líder en Europa. 800.000 de esos ancianos son ‘mini jobistas’ que intentan así redondear sus magras jubilaciones.

Engatusar a Angela Merkel

Pero volviendo al paper de Dullien y Guérot, hay una conclusión no novedosa pero sí interesante, que podría aplicarse al Grupo de los Doce: mientras Merkel siga en el poder, su postura respecto a la crisis del euro variará poco, y su mantra seguirá siendo el de la austeridad y el control del déficit por encima de todas las cosas. Y los socialdemócratas del SPD respiran parecido, caso de que ganen las elecciones en otoño del año entrante. Pero los Monti, Rajoy, Cameron y compañía sí pueden enfrentarse al miura alemán con estas tácticas:

-sin atacar el sacrosanto principio de austeridad, hay que pedir programas de inversión y de crecimiento paneuropeos, con más gasto y más capacidad recaudatoria por parte de Bruselas;

-en lugar de poner en duda las políticas de saneamiento presupuestario, pedir más tiempo para alcanzar esas reducciones de déficit o de deuda pública;

-en lugar de exigir más acciones del Banco Central Europeo, hacer propuestas constructivas sobre los Eurobonos que puedan ser aceptables por Berlín.

En resumen: por la vía del enfrentamiento con Berlín no se llegará a nada. Pero serán necesarias más cartas y, sobre todo, muchos más encuentros personales y con más tiempo de charla con Angela Merkel para hacerla cambiar un poco sus puntos de vista. O para que dé vía libre a esos Fondos por liberar que existen en Bruselas para financiar nuevos programas e inversiones. Es decir, engatusarla de manera sutil y convincente. Sabiendo que en estos momentos, más que las penurias de los países periféricos, a la canciller lo que le preocupa es que no naufrague su querido Pacto Fiscal, al que ve amenazado por Francia y por los dos candidatos a la presidencia. Sarkozy anuncia un referéndum sobre el mismo si gana y Hollande amenaza con cambiarlo o matizarlo para adaptarlo a sus posiciones socialdemócratas si llega al Elíseo. Francia ya descarriló Europa con su ‘no’ a la Constitución Europea en 2005 y fue Merkel quien recompuso el jarrón. Ahora lo que menos desea nuestra Dama de Hierro es que el jarrón salte de nuevo en pedazos por las veleidades parisinas... à suivre...

Ni media palabra. Ni una sola reacción oficial u oficiosa. Alemania ha ignorado por completo la carta que doce países europeos -entre ellos, España- han dirigido a Bruselas pidiendo medidas que estimulen el crecimiento. Es un silencio sospechoso.

Angela Merkel