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Decepcionados, desunidos y desencantados con Europa
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

Decepcionados, desunidos y desencantados con Europa

Los europeos no quieren más sino menos Europa. Precisamente en los momentos en los que algunos expertos ven casi como única salida para la crisis la

Los europeos no quieren más sino menos Europa. Precisamente en los momentos en los que algunos expertos ven casi como única salida para la crisis la creación de un auténtico Estado Federal Europeo, con un auténtico gobierno económico europeo que controle los presupuestos nacionales, con un Tesoro de la UE, con más ayudas (incluídos Eurobonos) para los miembros más pobres o con más problemas a cambio de una mayor cesión de soberanía, una encuesta del think tank norteamericano Pew Research Center demuestra que la gente considera que ha sido precisamente ese delegar poderes a Bruselas y esa integración, adoptando directrices externas, lo que ha creado buena parte de la pesadilla que vivimos, haciéndonos más pobres y disminuyendo nuestra calidad de vida.

Las sociedades europeas están enfermas, con diferentes niveles de gravedad, y sufren una crisis general de confianza en sus autoridades, en su futuro y en la posibilidad de cambiar las cosas. Es otra de las conclusiones de este estudio, que resalta una preocupante división interna entre los países socios, una creciente oposición a los recortes, resistencias notables a ayudar a los socios más acosados por los mercados -y no ya desde Alemania, sino desde Francia- y un apoyo templado al Banco Central Europeo.

Como no podía ser de otro modo, los únicos que están satisfechos con la situación son los alemanes, más de la mitad de los cuales (53%) están contentos con su nivel de vida, su gobierno y su canciller. No en vano se están forrando gracias a la debilidad del euro y al diferencial de deuda. Pero en el resto de los países analizados (Polonia, Gran Bretaña, Francia, Grecia, República Checa, Italia y España) la desafección, el escepticismo y la frustración frente a sus políticos, sus bancos y las instituciones financieras es bastante notable, con máximos del 88% de malestar en el caso español, donde, además, el 94% de los ciudadanos considera que la situación económica es mala o muy mala. Tampoco el futuro se ve con esperanza. Únicamente el 9% de los griegos, el 18% de los polacos o el 25% de los españoles creen que las cosas irán mejor en los próximos doce meses.

Europa debilita a las naciones miembros

Ya no se trata sólo de que la unidad de Europa esté en peligro, o de que Europa se vaya a dividir pronto en dos o tres sectores, sino que desaparece de una manera brutal el concepto de solidaridad entre los países miembros

Sólo uno de cada tres ciudadanos europeos cree que la integración europea ha sido una bendición para su país. El 70% de los griegos, el 63% de los franceses y el 50% de los españoles están convencidos de que Europa debilita a sus respectivas naciones. Ya no se trata sólo de que la unidad de Europa esté en peligro, o de que Europa se vaya a dividir pronto en dos o tres sectores, sino que desaparece de una manera brutal el concepto de solidaridad entre los países miembros. Algunos países, incluso, parecen no darse cuenta de que todos los socios europeos están, para bien o para mal, interconectados: el 60% de los franceses, el 57% de los alemanes y el 55 % de los británicos afirman que lo que ocurre en los países vecinos no afecta a su bienestar personal. La conclusión que saca uno de los autores de este estudio, Bruce Stokes, no puede ser peor: “La idea de Europa está en un peligroso proceso de marcha atrás”. Y los más ricos -o menos pobres- se deleitan con su situación mirándose tranquilamente el ombligo.

El euro tampoco sale mejor parado en esta encuesta. Sólo el 34% de los ciudadanos de la Eurozona cree que ha sido algo positivo, pero nadie quiere abandonar la moneda única, ni siquiera los griegos. Otro tanto se puede decir acerca del concepto del libre mercado y el capitalismo en los países sureños: el 52% de los españoles y el 50% de los griegos ya no creen que esta fórmula garantice el bienestar para el conjunto de la población. Desde el año 2007, el apoyo al libre mercado ha caído un 23% en Italia, un 20% en España y, por ejemplo, un 15% en Polonia, país que, curiosamente, está atravesando una auténtica bonanza económica. A todos preocupa el paro y los endeudamientos estatales, pero no la inflación. Sólo el 56% de los alemanes teme una subida de precios.

A nadie en Europa parecen entusiasmar los paquetes de austeridad y ahorro, ni tampoco el Pacto Fiscal de Merkel, pero ella es la política más respetada en el continente y Alemania, como país, también, excepto en Grecia. Una agradable sorpresa: nuestro país es visto con simpatía en Europa. Somos nosotros los más críticos con nosotros mismos, porque siete de cada diez europeos tiene una opinión positiva de España. Y los españoles todavía no odian a Merkel o a la República Federal Alemana -como ocurre con los griegos- pero sí es destacable que la opinión favorable hacia ambos ha caído en diez puntos con relación al año pasado.

De Merkel depende en buena parte que el proyecto Europa no descarrile por completo. A pesar de su actual debilidad, a pesar del nerviosismo y el malestar que le producen los movimientos y declaraciones de Hollande, son ellos dos los líderes llamados a sacar al continente de esta crisis que puede suponer la ruptura final o el nacimiento de una nueva era. Condenados a bailar juntos, les guste o no, es demasiado lo que está en estos momentos en juego. Se trata del futuro de más de 500 millones de ciudadanos.

Los europeos no quieren más sino menos Europa. Precisamente en los momentos en los que algunos expertos ven casi como única salida para la crisis la creación de un auténtico Estado Federal Europeo, con un auténtico gobierno económico europeo que controle los presupuestos nacionales, con un Tesoro de la UE, con más ayudas (incluídos Eurobonos) para los miembros más pobres o con más problemas a cambio de una mayor cesión de soberanía, una encuesta del think tank norteamericano Pew Research Center demuestra que la gente considera que ha sido precisamente ese delegar poderes a Bruselas y esa integración, adoptando directrices externas, lo que ha creado buena parte de la pesadilla que vivimos, haciéndonos más pobres y disminuyendo nuestra calidad de vida.