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¿España marca el camino? Grecia renegociará con Bruselas su rescate
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

¿España marca el camino? Grecia renegociará con Bruselas su rescate

Gane quien gane las elecciones del domingo en Grecia, renegociará con Bruselas cambios en la política de austeridad que ha sido impuesta al país a cambio

Gane quien gane las elecciones del domingo en Grecia, renegociará con Bruselas cambios en la política de austeridad que ha sido impuesta al país a cambio de ayuda económica. Bruselas lo sabe, sabe que no hay alternativas, y ya ha dado a entender que cuenta con ello, aunque el asunto moleste o enfurezca a la Cancillería en Berlín.

Los dos partidos griegos más importantes y con más posibilidades de victoria, Nueva Democracia y la coalición de izquierdas Syriza, saben que sólo pueden ganar si venden a sus votantes ilusión y la promesa de que conseguirán una renegociación del Memorándum firmado con la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Y sus líderes, Samaras y Tsipras, se han referido en las últimas horas al acuerdo alcanzado entre España y el Eurogrupo como una señal clara de que existen todavía márgenes de maniobra para aflojar el cerco sobre Grecia.

Una parte decisiva del futuro de Europa se juega este domingo en Grecia y es el momento de actuar con esa ‘sofía’, ese vocablo griego que significa sabiduría; la que la ocasión y la dimensión de la crisis requiere para todas las partes

Tsipras, al que algunos sondeos dan como ganador claro, quiere sustituir el odiado Memorándum por un “Plan Nacional para la Reconstrucción y el Crecimiento”, según escribía ayer en el Financial Times. Haciendo referencia específica a Obama, el político griego subrayaba que su país quiere seguir en la Eurozona y que necesita que se le dé una oportunidad para crecer y para tener un futuro. Samaras también quiere modificar el acuerdo firmado con Bruselas, Frankfurt y el FMI, pero es algo más recatado en sus declaraciones que el líder de Syriza. Otros dos partidos con posibilidades de obtener bastantes apoyos este domingo, los Griegos Independientes y la Izquierda Democrática también han hecho del Memorándum un enemigo nacional del país heleno.

Esta es la realidad sobre el terreno y, tal vez por ello, Bruselas está mandando señales de humo. Este domingo el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, admitía por vez primera que se había cometido un error al imponer un ritmo infernal de recortes a los griegos. También el presidente del Consejo Europeo, Hermann van Rompuy, ha declarado recientemente que está dispuesto a hacer lo que sea para que los griegos sigan anclados en la zona Euro. Eso es lo que quiere también el 85% de los griegos, según muestran todos los sondeos. Pero también desean que se les de un pequeño respiro.

Hacer un favor al nuevo Gobierno de Atenas -que será, salvo sorpresas, una coalición cuya formación tardará desgraciadamente días, si no semanas, en cerrarse- sería hacerle un favor a Europa. Por puro egoísmo, para evitar un desastre aún mayor de consecuencias imprevisibles. Para demostrar también que se quiere dar una oportunidad a esos nuevos dirigentes, con los que se tiene que contar y que habrán sido elegidos democráticamente. Se merecen un respeto, ellos y el pueblo que les habrá elegido y, por una cuestión de justicia, igual trato que el que Europa dispensó a los políticos de Nueva Democracia y del Pasok, quienes arruinaron su propio país a la vista de todos y sin que Bruselas interviniera en ningún momento. Y los ganadores, que necesitarán dinero para empezar a funcionar, también estarán en condiciones de moderar sus exigencias dirigidas hacia la UE. Una parte decisiva del futuro de Europa se juega este domingo en Grecia y es el momento de actuar con esa ‘sofía’, ese vocablo griego que significa sabiduría; la que la ocasión y la dimensión de la crisis requiere para todas las partes.

Gane quien gane las elecciones del domingo en Grecia, renegociará con Bruselas cambios en la política de austeridad que ha sido impuesta al país a cambio de ayuda económica. Bruselas lo sabe, sabe que no hay alternativas, y ya ha dado a entender que cuenta con ello, aunque el asunto moleste o enfurezca a la Cancillería en Berlín.

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