Es noticia
Cumbre del G-20: mucha testosterona y pocas nueces
  1. Mundo
  2. Europa Europa
Aurora Mínguez

Europa Europa

Por
Aurora Mínguez

Cumbre del G-20: mucha testosterona y pocas nueces

Es esta la séptima cumbre del G-20 desde el estallido de la crisis, pero ninguna se ha iniciado con el nivel de enconamiento, de malestar y

Es esta la séptima cumbre del G-20 desde el estallido de la crisis, pero ninguna se ha iniciado con el nivel de enconamiento, de malestar y de sensación de peligro como la que se inicia hoy en México. Europa se encuentra en su Hora 25 y el resto del mundo teme que no esté a la altura de las circunstancias. Y la peor parte se la lleva Angela Merkel, en el cénit de su poder y en el de las expectativas que, muy probablemente, va a defraudar. La canciller no va a dar su brazo a torcer fácilmente ni en Los Cabos ni el viernes en Roma en la mini cumbre con Monti, Hollande y Rajoy.

“No vamos a hacer ni a apoyar -ha dicho la primera ministra alemana-  nada que agrave la crisis actual”. Y está dispuesta a aguantar todos los chorreos que le lleguen: el del presidente Obama, para empezar, a quien reprochará que es muy fácil hablar de recuperación en puertas de la campaña electoral propia y sin preocuparse del gigantesco endeudamiento de los Estados Unidos. También hará como que le resbalan las numerosas llamadas al orden  de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (Lagarde: “A  Europa le quedan tres meses de vida si sigue así”) y  del presidente del Banco Mundial (Zoellick: “Los políticos europeos - declara hoy al Spiegel - negocian siempre con un día de retraso y prometen siempre un euro de menos”).

Los reproches de los colegas europeos, con la nueva Alianza Hollande-Monti a la cabeza, están siendo ignorados con absoluto desdén, recordándoles que se ha llegado a donde se ha llegado porque Europa no ha cumplido los acuerdos y las leyes que ella misma estableció. Curiosamente -o tal vez no tanto- Merkel parece haber olvidado que en el origen de la crisis estaba ese liberalismo económico del que ella sigue siendo una firme defensora y que los mercados siguen estando tan libres como antes del 2008.

Dicho en otras palabras, Merkel viaja a Los Cabos con el argumentario bien preparado y con su propio guión para intentar evitar el Apocalipse Now europeo y  mundial. Y ese guión -que quizá no tiene en cuenta la emergencia del momento-  se abre con esta frase: “Alemania es fuerte económicamente, pero también tiene sus límites”. Ejemplo evidente: la aportación germana a los fondos de rescate europeos, el actual, en vigor, y el permanente, que se pondrá en marcha el primero de julio, es de 280.000 millones de euros. Y ese dinero tiene un precio: no habrá más capital para nuevas aventuras como las que proclama el presidente francés con su iniciativa para el crecimiento sustentada en 120.000 millones de euros.

No hasta que toda Europa haya comulgado con el Pacto Fiscal y sea consciente de lo que esto significa: que los estados pierden definitivamente soberanía en lo relativo a sus presupuestos y que Bruselas será la que haga el papel de los Montoros de todo el continente. Sólo entonces, según el Evangelio Merkeliano, se llegará a esa Unión en la que nadie se salta las reglas a la torera, y en la que se podrá conceder ayudas a un socio sabiendo que éste las merece y cumplirá con lo que se le exija. Desgraciadamente, la nueva Biblia económica  de la Canciller  es un producto de probeta con efectividad a medio plazo y que ignora los ataques de los mercados y las miserias de los pueblos abrumados por la medicina de la austeridad, a quienes se hace responsables de los desmanes de sus gobiernos. Y se refugia en los exóticos apoyos de sus nuevos acólitos: los países del Este -que no tienen la moneda única-, los Bálticos -con un peso y una población muy poco representativa- y los Escandinavos, que tampoco han sido nunca una fuerza de choque en temas comunitarios.

Es esta la séptima cumbre del G-20 desde el estallido de la crisis, pero ninguna se ha iniciado con el nivel de enconamiento, de malestar y de sensación de peligro como la que se inicia hoy en México. Europa se encuentra en su Hora 25 y el resto del mundo teme que no esté a la altura de las circunstancias. Y la peor parte se la lleva Angela Merkel, en el cénit de su poder y en el de las expectativas que, muy probablemente, va a defraudar. La canciller no va a dar su brazo a torcer fácilmente ni en Los Cabos ni el viernes en Roma en la mini cumbre con Monti, Hollande y Rajoy.