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Hollande, un ‘hiperpresidente’ con hiperexpectativas
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

Hollande, un ‘hiperpresidente’ con hiperexpectativas

Se acabó la fiesta y el año electoral en Francia; ahora empieza el choque con la realidad. Los problemas están ahí; han esperado pacientemente hasta que

Se acabó la fiesta y el año electoral en Francia; ahora empieza el choque con la realidad. Los problemas están ahí; han esperado pacientemente hasta que el Partido Socialista francés se ha hecho con el Elíseo, la mayoría absoluta en la Asamblea y otra mayoría notable en el Senado. Ahora ya no hay excusas ni más tiempo que perder. Los dosieres más urgentes son muy conocidos, pero hasta el momento las recetas para resolverlos permanecen perdidas en algún cajón oficial. Ni Hollande ni su primer ministro han desvelado cómo van a abordar estos asuntos calientes que muy pronto amargarán su dulce victoria:

-el paro: un 10% (21,8% en el sector de los menores de 25 años), que crecerá en los próximos meses con la consecuencia inmediata de una extensión de la pobreza.

-un endeudamiento estatal de un 90% del PIB y un déficit del 4,5%.

-aligerar la Administración Pública pero preservando al mismo tiempo el modelo francés de un Estado central y fuerte.

-activar la economía, que en el mejor de los casos aumentará entre un 0,3 y un 0,5% en este año y, con un poco de suerte, un 0,9 en el 2013.

- decidir qué impuestos habrá que subir para conseguir sanear unas finanzas públicas de cuyo estado real se sabrán detalles en la última semana de junio, momento en el que el Tribunal de Cuentas presentará la radiografía económica y financiera del país.

La fase del ‘olisqueamiento’ mutuo

Hollande va a intentar hacer lo que nadie cree posible: combinar rigor presupuestario con crecimiento, pero sin llevar a cabo -o no de una manera radical- las reformas estructurales drásticas que sí se han introducido en la República Federal y que Merkel considera la clave de su éxito

Hollande va a intentar hacer lo que nadie cree posible: combinar rigor presupuestario con crecimiento, pero sin llevar a cabo -o no de una manera radical- las reformas estructurales drásticas que sí se han introducido en la República Federal y que Merkel considera la clave de su éxito. Va a probar otro modelo de actuación, jugándose con ello su prestigio y su credibilidad. Va a plantar cara a la canciller, ahora mismo en la Cumbre del G20,  con más fuerza que antes gracias al respaldo masivo de sus conciudadanos. Arnaud de Montebourg, el ministro de Reencauzamiento Productivo, no ha tenido ningún reparo en denunciar la “ceguera ideológica” de la primera ministra alemana, a la que ven criticando también todo lo que llega desde París.

El flamante hiperpresidente francés está dispuesto a ir más allá, sacrificando la idea de los Eurobonos -o camuflándonos de otra manera más digerible para Berlín- a cambio de otro cambio fenomenal y que, de realizarse, marcaría una época: que el Banco Central Europeo deje de ser sólo el vigilante de las playas de la inflación europea para convertirse en una institución que fomente el crecimiento en Europa y que supervise a todos los bancos, especialmente a los considerados “sistémicos”. Se convertiría en una Reserva Federal Europea que proporcionaría, además, liquidez al Fondo Permanente de Rescate.

En el toma y daca con la canciller, está claro que sólo Merkel puede presumir de datos macroeconómicos y de mantener su Triple A. Conversa reciente a la idea del crecimiento, habrá que ver hasta qué punto Hollande consigue rebañarle dinero fresco para sus proyectos europeos de infraestructuras y para combatir el paro juvenil en la UE. En esta primera fase de olisqueamiento mutuo, la primera ministra germana y el presidente galo están aún muy a la defensiva. Cómo van a conseguir acercar posiciones y a qué ritmo es algo que aún no se puede prever. Pero no cabe duda de que, en el momento en que Hollande tome contacto definitivo con el planeta Tierra y empiece a gestionar la maltrecha economía de su país empezará a comprender mucho mejor las posiciones de Merkel. Y que, poco a poco, buscarán caminos de encuentro por los que ambos puedan transitar con una cierta comodidad o, al menos, sin crispación. Pragmatisme oblige.

Se acabó la fiesta y el año electoral en Francia; ahora empieza el choque con la realidad. Los problemas están ahí; han esperado pacientemente hasta que el Partido Socialista francés se ha hecho con el Elíseo, la mayoría absoluta en la Asamblea y otra mayoría notable en el Senado. Ahora ya no hay excusas ni más tiempo que perder. Los dosieres más urgentes son muy conocidos, pero hasta el momento las recetas para resolverlos permanecen perdidas en algún cajón oficial. Ni Hollande ni su primer ministro han desvelado cómo van a abordar estos asuntos calientes que muy pronto amargarán su dulce victoria:

François Hollande