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Una Europa moralmente enferma
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

Una Europa moralmente enferma

El euro tenía que haber unido a Europa, pero en estos momentos lo que estamos viviendo es una división de Europa, un corte profundo entre quienes

El euro tenía que haber unido a Europa, pero en estos momentos lo que estamos viviendo es una división de Europa, un corte profundo entre quienes mandan y quienes obedecen, entre quienes parecen haber superado la crisis y quienes se ven, a punto de empezar un nuevo curso político, al borde de un nuevo abismo y con muy pocas posibilidades de escapar.

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Alemania inicia esta nueva temporada con una canciller en lo más alto de su popularidad, con un 67% de ciudadanos que se niegan a pagar un solo euro más para Grecia, con voces de políticos de derechas pidiendo su expulsión de la Eurozona y con un récord de recaudación fiscal en este año de despegue económico y a trece meses de unas elecciones generales. Francia se aproxima a septiembre todavía muy centrada en sí misma y en ese Gobierno, todavía muy novato, que tendrá que decidir muy pronto por dónde empezar a ahorrar esos 38.000 millones de euros precisos para sanear su Hacienda de aquí a finales del 2013.

En Italia empieza crecer la inquietud sobre el futuro político del país: Mario Monti ya ha dejado claro que pretende abandonar la presidencia del Consejo de Ministros en marzo y volver a la universidad. Los ciudadanos, atragantados y hastiados de las miserias de su clase política, se preguntan quién puede ponerse al frente del barco y, sobre todo, cómo evitar que Berlusconi y los suyos no tomen de nuevo al asalto el poder.

El feliz olvido

El 76% de los griegos ven a Alemania como un país hostil, enemigo, y a los dirigentes helenos como marionetas que siguen sin ser capaces de perseguir a los defraudadores fiscales y a quienes están colocando sus ahorros en Alemania o el Reino Unido. La mayoría de la población oscila entre la apatía, la depresión, la cólera y la desesperación

En estas semanas de vacaciones, la mayoría de los europeos han preferido olvidarse de Grecia. Su primer ministro, Antonis Samaras, no ha podido subir a un avión en las últimas semanas porque estaba recuperándose de la operación ocular a la que tuvo que someterse en junio después de sufrir un desprendimiento de retina. Su primer viaje fue ayer a Berlín. Hoy está en París y, en ambos casos, el político conservador pretende convencer a sus socios más importantes que le permitan subir un poco el pie del acelerador de las reformas. El panorama que tiene en casa es desolador. Cada día se pierden entre 800 y mil puestos de trabajo.

El paro afecta al 25% de la población (922.070 personas en julio, de las cuales 761.154 no cobran ningún tipo de subsidio ni reciben ayudas). Cada día hay nuevos suicidios y tragedias personales. Hambre. Hasta el punto de que se ha publicado un libro con las  recetas de la época en la que Grecia estaba ocupada por los nazis y éstos se habían hecho con todos los alimentos y carburantes. Hoy el 76% de los griegos ven a Alemania como un país hostil, enemigo, y a los dirigentes helenos como marionetas que siguen sin ser capaces de perseguir a los defraudadores fiscales y a quienes están colocando sus ahorros en Alemania o el Reino Unido. La mayoría de la población oscila entre la apatía, la depresión, la cólera y la desesperación.

Samaras pide más tiempo para cumplir las metas que le ha impuesto la troika comunitaria. La task force que viaja regularmente a Atenas está presidida por un alemán, Horst Reichenbach, al que los medios griegos definen como “el Gauleiter” (el director del distrito o de la provincia, en la nomenclatura nazi). Su próximo informe se dará a conocer en septiembre. Samaras no pone en duda los objetivos a cumplir, sino que mendiga un calendario menos exigente para evitar que sus ciudadanos sufran todavía más de lo que ya lo han hecho en estos cinco años de severa recesión. “Mi país se está desangrando”, ha declarado Samaras al diario alemán Süddeutsche Zeitung. La troika quiere que el déficit griego caiga del 9% actual a un 3% del PIB en el año 2014.  Samaras pide ampliar ese plazo dos años. Merkel y Hollande le dicen que haga los deberes, que a ver lo que dice el informe de la troika comunitaria y que, después, ya hablaremos…

Europa contempla la tragedia griega en la distancia, confiando en que no se reproduzca en otros países. Los intelectuales europeos callan y los políticos tiemblan pensando en el momento en que los especuladores, los responsables de las agencias de rating y los trileros regresen de sus vacaciones para volver a las andadas. Europa aún no se ha recuperado del sopor veraniego  y contempla indiferente las imágenes de los ciudadanos antes con trabajos dignos que hoy buscan comida entre las basuras o asaltan los supermercados para alimentar a sus hijos. El euro era no sólo una moneda sino un símbolo de la unidad  de todo un continente. El euro sobrevivirá, pero Europa está gravemente enferma. 

El euro tenía que haber unido a Europa, pero en estos momentos lo que estamos viviendo es una división de Europa, un corte profundo entre quienes mandan y quienes obedecen, entre quienes parecen haber superado la crisis y quienes se ven, a punto de empezar un nuevo curso político, al borde de un nuevo abismo y con muy pocas posibilidades de escapar.