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François Hollande y la impotencia socialdemócrata frente a la crisis
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

François Hollande y la impotencia socialdemócrata frente a la crisis

Muchos vieron en Hollande la esperanza de un contrapoder real frente a Angela Merkel. Esta primavera, en plena campaña electoral, dijo que demostraría que había otra

Muchos vieron en Hollande la esperanza de un contrapoder real frente a Angela Merkel. Esta primavera, en plena campaña electoral, dijo que demostraría que había otra manera de hacer las cosas diferentes en la Unión Europea, que propiciaría políticas de crecimiento, aunque sin olvidar la necesaria austeridad. También, que no firmaría el Pacto Fiscal que ha impuesto Alemania en su formulación actual por considerarlo desequilibrado.

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Ayer la Asamblea Nacional francesa aprobó ese Pacto Fiscal sin cambiar una coma, con una amplia mayoría de votos, 477 a favor frente a 70 en contra. Los diputados socialistas han tenido que votar, como han dicho algunos, con una pistola en la sien, y, aún así, hubo 20 votos en contra entre las filas del PS. Y Hollande, con una popularidad en caída libre (del 60% cuando asumió el poder, en mayo, frente al 40% actual), se ve obligado a asumir todo lo que establece ese Pacto Fiscal que  mete a los  países de la Eurozona en cintura: se ha propuesto reducir el déficit público en el 2013 a un 3% (lo que hace casi imposible el crecimiento), aumentar los impuestos -más para los ciudadanos corrientes que para los ricos  de verdad, que suman apenas 3.000 personas- y ha aprobado recortes por valor de casi 38.000 millones de euros. Nada que ver con las promesas de no llevar  a cabo políticas salvajes de ahorro y de respetar a los más débiles de la sociedad.

Hollande tiene miedo. Su país está estancado, tiene un paro record de más del 10% y no es competitivo. A la vez, sabe que sus conciudadanos no quieren renunciar a ese estado centralista, lleno de funcionarios, con salarios altos y seguros, y que le votaron para mantener su querido y envidiado nivel de bienestarAlain Badiou, filósofo parisino de izquierdas, reconoce que Hollande ha cambiado el estilo de gobernar, pero no la política económica básica que puso en marcha Nicolas Sarkozy. “Nos trae un capitalismo florido, pero capitalismo, al fin y al cabo”. Pero Hollande está demostrando, sobre todo, que tiene miedo. Su país está estancado, tiene un paro record de más del 10% y no es competitivo. A la vez, sabe que sus conciudadanos no quieren renunciar a ese estado centralista, lleno de funcionarios, con salarios altos y seguros, y que le votaron para mantener su querido y envidiado nivel de bienestar. El presidente ‘normal’ se ve obligado a adoptar medidas extraordinarias e ingratas.

¿Hay respuesta socialdemócrata real a la crisis? A los cuatro meses de haber llegado al Elíseo, François Hollande está demostrando que no. O que no es posible hasta que no se enderecen algunos vectores tan importantes como la deuda y el déficit públicos. Para complicar más las cosas, aprobado ya el Pacto Fiscal Merkeliano, no sólo no hay escapatoria posible, sino que no es París, sino Bruselas, quien determina los ritmos en el cumplimiento de objetivos. Francia ha perdido soberanía y se acerca peligrosamente ese gobierno económico europeo del que siempre huyó.

Es pronto aún para sacar conclusiones definitivas sobre el nuevo presidente francés, que teme no sólo los resultados de los sondeos de opinión sino también la división de su propio partido entre reformistas y conservadores. En el horizonte se presenta ya una alternativa joven y dinámica, representante del ala más conservadora de la socialdemocracia francesa: Manuel Valls, actual ministro del Interior, se perfila ya como un perfecto sustituto para el opaco primer ministro, Jean Marc Ayrault. Así empezó Sarkozy, como dinámico titular del Departamento de Seguridad Interna… y ya se sabe dónde acabó.

Muchos vieron en Hollande la esperanza de un contrapoder real frente a Angela Merkel. Esta primavera, en plena campaña electoral, dijo que demostraría que había otra manera de hacer las cosas diferentes en la Unión Europea, que propiciaría políticas de crecimiento, aunque sin olvidar la necesaria austeridad. También, que no firmaría el Pacto Fiscal que ha impuesto Alemania en su formulación actual por considerarlo desequilibrado.

François Hollande